- Dios ha muerto, su piedad por el hombre lo ha matado
- El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo. Un peligroso cruzar al otro lado, un peligroso quedarse a medio camino, un peligroso mirar atrás, un peligroso echarse a temblar y un peligroso detenerse. La grandeza del hombre radica en que es un puente y no una meta; lo que hay en él digno de ser amado es que es un tránsito y un ocaso. Yo amo a quienes no saben vivir como sea hundiéndose en su ocaso, pues ellos son los que cruzan del otro lado
- ¿Que eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo. ¿Que eres un tirano? Entonces no puedes tener amigos.
- El hombre de verdad quiere siempre dos cosas: peligro y juego. Por eso busca a la mujer, que es el más peligroso de los juguetes.
- Y quien aspira a la gloria ha de desprenderse a tiempo de los honores y ejercer el difícil arte de marcharse a tiempo
- El querer os hará libres: esa es la verdadera doctrina sobre la voluntad y la libertad que os enseña Zaratustra
- ¿pretendéis que se os pague por vuestra virtud? ¿queréis el cielo a cambio de la tierra, y la eternidad a cambio de vuestro presente? ¿y ahora os enfadáis conmigo porque os aseguro que no hay nadie que pague ni que contabilice?
- Quien quiera ser un creador en el ámbito del bien y del mal antes tiene que ser un destructor y quebrantador de valores, y de esta forma, para realizar el mayor bien hay que cometer el mayor mal: en eso consiste la bondad creadora
- ¿acaso no sabes que el más indispensable es el que manda grandes cosas? Es imperdonable que, teniendo poder, no quieras dominar
- El amor es el riesgo que corre el que está solo: el amor a cualquier cosa que esté viva. ¡Qué ridícula es mi necesidad y la modestia de mi amor!
- Quien alaba se imagina que devuelve, pero en realidad está queriendo que le den más
- Es el hombre la carga más pesada para él mismo. Y ello porque lleva sobre sus hombros demasiadas cargas ajenas. Al igual que le pasa principalmente al hombre fuerte y paciente, en el que mora la veneración ¡cuántas pesadas palabras ajenas, cuántos pesados valores ajenos carga sobre sí!
- Yo honro las lenguas y los estómagos rebeldes y selectivos que han aprendido a decir "yo", "sí", y "no", porque tragárselo todo y digerir cualquier cosa es propio de cerdos
- Que de ahora en adelante vuestro honor no venga determinado por el lugar de donde procedéis, sino por aquel a donde os dirigís
- hasta la peor de las cosas tiene dos lados buenos.
- ¡El placer es más profundo aún que es el sufrimiento! El dolor dice: ¡pasa! Mas todo placer quiere eternidad, ¡quiere profunda, profunda eternidad!
Prólogo-Enrique López Castellón
- Alegría y dolor, fuerza y debilidad son hechos que están ahí, que pertenecen a un mundo que escapa a cualquier posible justificación y valoración. No se trata, entonces, de justificar el derecho del fuerte a oprimir o a dominar al débil (nadie tiene derecho a tratar a los demás con mas dureza de cómo se trata a si mismo), sino de negar que el fuerte sea culpable de la miseria de quienes se muestran impotentes a afrontar la vida con la dureza que ello exige. La debilidad de los mediocres no puede empañar el derecho del fuerte a ser feliz en medio del dolor, pues no puede concebirse una vida en la que el gozo no vaya acompañado de sufrimiento. La cuestión está en no multiplicar el sufrimiento más allá de lo necesario. Ésta es la razón de que Nietzche prevenga a los fuertes contra el efecto debilitador de la compasión.
- Para E. Fink, según Nietzsche, cuanto más poderosa sea una vida influyente y creadora, tanto más introducirá la desigualdad entre los hombres ya que con su nuevo sistema de valores luchará por establecer una jerarquía en las noblezas del alma. Por el contrario, cuanto más débil e impotente sea una vida, tanto más insistirá en la igualdad de todos, tanto más intentará rebajar a los únicos. La voluntad de igualdad no es más que la impotente voluntad de poder de los desafortunados.
- La esencia del mensaje es que Dios ha muerto para que los individuos se autotrasciendan, para que acepten jugar el juego sin reglas de azar con voluntad de suerte. La muerte de la divinidad única pone al descubierto el carácter de trágica aventura y de juego de la existencia humana
- Aceptar la vida como juego es asumir los resultados que marcan los dados en todas y cada una de las tiradas, dar por válidos los tantos obtenidos, sean cuales sean, por el inocente placer que se extrae de la acción de jugar. Por ello, quien cree de corazón en la doctrina del eterno retorno aprende a reír como nunca se ha reído; se ve sumido en la más jubilosa y desbordante de todas las embriagueces.
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