No fue humano tu amor,
no fue de hombre tu mano,
tus ojos no fueron de hombre,
no fue tu nombre de hermano.
No fue ni amigo ni padre
ni guía ni redentor,
no fue ni siquiera un dios,
y sin medida fue amado.
¿Qué me diste? ¿Qué te di,
que nunca te viste saciado,
campo que todo lo bebes,
fuente que todo lo secas?
Amor que todo lo pides
y nada das que no sea
a cuenta de usura, alegre
fuente que todo lo secas.
Monte sin atardecer,
mil mujeres no bastaran
para limpiar tus caminos
de arbustos, de piedras, de barro.
Monte, no pueden mil brazos
abrazarte por la espalda.
¿Dónde estás cuando te tengo?
¿Qué me queda cuando marchas?
Vienes, no quieres
soy yo
la que se mueve,
tú hablas
por boca de hombre,
pides
lo que no me sobra
ganas.
Te lo doy como se da
a un niño lo que le falta.
Pero ni creces ni lloras,
ni siquiera das las gracias.
Monte, ¿quién me manda a mí
trabajar en esta algaida
donde otros perdieron la vida
por tan poquita ganancia?
No me alcanzó el enemigo,
no me batió el contrario,
no me derribó el hostil;
tus ojos me atravesaron.
No fue el frío del invierno
ni el cansancio de la lucha
ni los días sin dormir;
tus ojos, que no miraron.
Gané batallas a mares,
nunca un trofeo exhibí,
y porque te busqué los ojos
me lanzaste tus puñales.
Ahí está el despojo de mi
una careta arrugada
sobre la que alguien se ha sentado,
y el dedo de la resurrección
borrando con saliva
el trazo indeleble,
ya nunca extinguible,
de lo que jamás sucedió,
de lo que nunca llegué a ser.
Yo hablo a despojos
como a trozos de personas
tiradas en la esquina,
como cuadros de Bacon
con su carne usurpada
y su alma en generoso
despliegue de colores,
como una mariposa
que se transmuta en gusano
después de un exhausto
reparto de belleza.
Ahí está el despojo.
Porque no hay una perfección del amor
pero sí un país donde el amante
pueda cambiar su moneda. (...)
Yo voy haciendo preguntas
que al salir de mi boca
son como flores oscuras.
Tú no contestas ninguna.
Quedan prendidas al aire
como banderas suicidas
de esta lucha desigual,
preguntas que son ropa suelta
en el tendal de mi boca
que agita este temporal.
Allí quedan destrozadas,
banderas
de la derrota.
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