viernes, 20 de agosto de 2010

Amor Mi Señor - Luisa Castro

No fue humano tu amor,

no fue de hombre tu mano,

tus ojos no fueron de hombre,

no fue tu nombre de hermano.

No fue ni amigo ni padre

ni guía ni redentor,

no fue ni siquiera un dios,

y sin medida fue amado.

¿Qué me diste? ¿Qué te di,

que nunca te viste saciado,

campo que todo lo bebes,

fuente que todo lo secas?

Amor que todo lo pides

y nada das que no sea

a cuenta de usura, alegre

fuente que todo lo secas.


Monte sin atardecer,

mil mujeres no bastaran

para limpiar tus caminos

de arbustos, de piedras, de barro.

Monte, no pueden mil brazos

abrazarte por la espalda.

¿Dónde estás cuando te tengo?

¿Qué me queda cuando marchas?

Vienes, no quieres

soy yo

la que se mueve,

tú hablas

por boca de hombre,

pides

lo que no me sobra

ganas.

Te lo doy como se da

a un niño lo que le falta.

Pero ni creces ni lloras,

ni siquiera das las gracias.

Monte, ¿quién me manda a mí

trabajar en esta algaida

donde otros perdieron la vida

por tan poquita ganancia?


No me alcanzó el enemigo,

no me batió el contrario,

no me derribó el hostil;

tus ojos me atravesaron.

No fue el frío del invierno

ni el cansancio de la lucha

ni los días sin dormir;

tus ojos, que no miraron.

Gané batallas a mares,

nunca un trofeo exhibí,

y porque te busqué los ojos

me lanzaste tus puñales.


Ahí está el despojo de mi

una careta arrugada

sobre la que alguien se ha sentado,

y el dedo de la resurrección

borrando con saliva

el trazo indeleble,

ya nunca extinguible,

de lo que jamás sucedió,

de lo que nunca llegué a ser.

Yo hablo a despojos

como a trozos de personas

tiradas en la esquina,

como cuadros de Bacon

con su carne usurpada

y su alma en generoso

despliegue de colores,

como una mariposa

que se transmuta en gusano

después de un exhausto

reparto de belleza.

Ahí está el despojo.


Porque no hay una perfección del amor

pero sí un país donde el amante

pueda cambiar su moneda. (...)


Yo voy haciendo preguntas

que al salir de mi boca

son como flores oscuras.

Tú no contestas ninguna.

Quedan prendidas al aire

como banderas suicidas

de esta lucha desigual,

preguntas que son ropa suelta

en el tendal de mi boca

que agita este temporal.

Allí quedan destrozadas,

banderas

de la derrota.





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