No es que nazcamos iguales y las
condiciones de vida hagan nuestras vidas diferentes, sino al revés, nacemos
diferentes y las condiciones de vida igualan nuestras vidas.
Tienes suerte de ser así.
¿Entiendes lo que eso ha significado para ti? ¿El tener un sitio adónde ir? ¿El
que hubiera un fuera de donde venías y un dentro adonde querías ir?
Él había boxeado en un club de Estocolmo
durante tres años, con el fin de acercarse a ese ambiente que describía en el
libro. Allí seguían vivos esos valores que la sociedad del bienestar ha ido deconstruyendo,
tales como virilidad, honor, violencia y dolor, y lo interesante para mí era lo
distinta que aparecía la sociedad contemplada desde ese punto de vista, con los
valores que allí regían.
Como siempre ocurre con los
libros que hacen época pusieron palabras a lo que antes habían sido
intuiciones, percepciones, sentimientos.
Desde que estaba en primaria nos
habían instado a mí y a todos los que me rodeaban a pensar en modo crítico e
independiente. El que ese pensamiento crítico solo fuera algo positivo hasta
cierto punto y que más allá de ese punto se convirtiera en su antagonismo y con
ello en un mal, no lo entendí hasta que cumplí treinta años. (…) yo había
aprendido a pensar en abstracto, es decir, a adquirir conocimientos sobre
diversas tendencias en distintas materias, a relatarlo de un modo más o menos
crítico, preferentemente en relación con otras tendencias y luego ser evaluado
por ello. (…)
Mientras pensaba en la realidad abstracta con el fin de
entenderla, pensaba en la realidad concreta con el fin de manejarla. En la
realidad abstracta podía crearme una identidad, una identidad de opiniones, en
la realidad concreta yo era el que era un cuerpo, una mirada, una voz.
Odiaba ir en contra
de mi naturaleza para satisfacer la de ella
La crisis de los cuarenta no era
ningún mito: había empezado a alcanzar a gente de mi entorno, y pegaba con
fuerza. Algunos estaban a punto de volverse locos de desesperación. ¿Desesperación
por qué? Por tener más vida. A los cuarenta, por primera vez, la vida que uno
vivía, siempre provisional, se había vuelto la propia vida, y esta
coincidencia excluía todos los sueños e igualaba todas las ideas de que la vida
real, aquella a la que uno estaba destinado, aquello grande que uno iba a
acometer, estaba en otro lugar. A los cuarenta uno entendía que todo estaba
allí, en lo pequeño y lo cotidiano, ya formado, y que siempre sería así, si uno
no hacía algo. Apostar una última vez.
Ibsen tenía razón. Todo lo que
veía a mi alrededor lo confirmaba. Las relaciones estaban para borrar lo
individual, atar la libertad, retener lo que quería emerger. […] Existimos para
los demás. Pero esa era la idea que había creado la existencia tan
sistematizada en la que vivíamos, en la que lo imprevisto había desaparecido
por completo, y se podía pasar desde la guardería, el colegio y la universidad
hasta la vida laboral como si fuera un túnel, convencido de que la elección que
se había tomado era libre, mientras que en realidad te habían colado como
granos de arena desde el primer día de colegio; algunos eran enviados a la vida
laboral práctica, otros a la teórica, algunos a la cima, otros al fondo,
mientras aprendíamos que todos éramos iguales. Esa idea era la que nos había
hecho, al menos a mi generación, esperar cosas de la vida, vivir en
la fe de que teníamos derecho a algo, verdadero derecho a algo, y echar la
culpa a toda clase de circunstancias ajenas si las cosas no salían como
pensábamos. Como por ejemplo enfurecerse con el estado al llegar el tsunami y
no recibir ayuda inmediata. Qué patético era aquello. Amargarse cuando no
conseguías el puesto que merecías. Y ese pensamiento era el que llevaba a que
la caída ya no fuera una posibilidad más que para los más débiles, porque el
dinero siempre se conseguía, y la existencia pura, en la que te encontrabas
cara a cara con el peligro de muerte, había sido erradicada por completo. Esa
era la idea que nos había proporcionado a todos una cultura en la que las
mayores mediocridades, bien abrigadas y con el estómago lleno, aparecían por
todas partes proclamando sus pensamientos baratos
¿Quién coño quiere tener una
buena vida interior si no tiene una vida exterior? La gente sólo piensa en lo
que la introversión puede proporcionarle de vida exterior y progreso.
¿Cuál es la visión del ser moderno de la oración? Sólo hay una clase de oración
para el ser humano moderno, y es la oración de los deseos. Sólo se reza si se
quiere algo.
¿Qué es una obra de arte sino la
mirada de otro ser humano? No por encima de nosotros, ni tampoco por debajo de
nosotros, sino justo a la altura de nuestra propia mirada. El arte no se puede
vivir colectivamente, el arte es eso con lo que uno se encuentra a solas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario