sábado, 7 de mayo de 2016

Un hombre enamorado – Karl Ove Knausgard

No es que nazcamos iguales y las condiciones de vida hagan nuestras vidas diferentes, sino al revés, nacemos diferentes y las condiciones de vida igualan nuestras vidas.

Tienes suerte de ser así. ¿Entiendes lo que eso ha significado para ti? ¿El tener un sitio adónde ir? ¿El que hubiera un fuera de donde venías y un dentro adonde querías ir?

Él había boxeado en un club de Estocolmo durante tres años, con el fin de acercarse a ese ambiente que describía en el libro. Allí seguían vivos esos valores que la sociedad del bienestar ha ido deconstruyendo, tales como virilidad, honor, violencia y dolor, y lo interesante para mí era lo distinta que aparecía la sociedad contemplada desde ese punto de vista, con los valores que allí regían.
Como siempre ocurre con los libros que hacen época pusieron palabras a lo que antes habían sido intuiciones, percepciones, sentimientos.

Desde que estaba en primaria nos habían instado a mí y a todos los que me rodeaban a pensar en modo crítico e independiente. El que ese pensamiento crítico solo fuera algo positivo hasta cierto punto y que más allá de ese punto se convirtiera en su antagonismo y con ello en un mal, no lo entendí hasta que cumplí treinta años. (…) yo había aprendido a pensar en abstracto, es decir, a adquirir conocimientos sobre diversas tendencias en distintas materias, a relatarlo de un modo más o menos crítico, preferentemente en relación con otras tendencias y luego ser evaluado por ello. (…) 

Mientras pensaba en la realidad abstracta con el fin de entenderla, pensaba en la realidad concreta con el fin de manejarla. En la realidad abstracta podía crearme una identidad, una identidad de opiniones, en la realidad concreta yo era el que era un cuerpo, una mirada, una voz.

Odiaba ir en contra de mi naturaleza para satisfacer la de ella

La crisis de los cuarenta no era ningún mito: había empezado a alcanzar a gente de mi entorno, y pegaba con fuerza. Algunos estaban a punto de volverse locos de desesperación. ¿Desesperación por qué? Por tener más vida. A los cuarenta, por primera vez, la vida que uno vivía, siempre provisional, se había vuelto la propia vida, y esta coincidencia excluía todos los sueños e igualaba todas las ideas de que la vida real, aquella a la que uno estaba destinado, aquello grande que uno iba a acometer, estaba en otro lugar. A los cuarenta uno entendía que todo estaba allí, en lo pequeño y lo cotidiano, ya formado, y que siempre sería así, si uno no hacía algo. Apostar una última vez.

Ibsen tenía razón. Todo lo que veía a mi alrededor lo confirmaba. Las relaciones estaban para borrar lo individual, atar la libertad, retener lo que quería emerger. […] Existimos para los demás. Pero esa era la idea que había creado la existencia tan sistematizada en la que vivíamos, en la que lo imprevisto había desaparecido por completo, y se podía pasar desde la guardería, el colegio y la universidad hasta la vida laboral como si fuera un túnel, convencido de que la elección que se había tomado era libre, mientras que en realidad te habían colado como granos de arena desde el primer día de colegio; algunos eran enviados a la vida laboral práctica, otros a la teórica, algunos a la cima, otros al fondo, mientras aprendíamos que todos éramos iguales. Esa idea era la que nos había hecho, al menos a mi generación, esperar cosas de la vida, vivir en la fe de que teníamos derecho a algo, verdadero derecho a algo, y echar la culpa a toda clase de circunstancias ajenas si las cosas no salían como pensábamos. Como por ejemplo enfurecerse con el estado al llegar el tsunami y no recibir ayuda inmediata. Qué patético era aquello. Amargarse cuando no conseguías el puesto que merecías. Y ese pensamiento era el que llevaba a que la caída ya no fuera una posibilidad más que para los más débiles, porque el dinero siempre se conseguía, y la existencia pura, en la que te encontrabas cara a cara con el peligro de muerte, había sido erradicada por completo. Esa era la idea que nos había proporcionado a todos una cultura en la que las mayores mediocridades, bien abrigadas y con el estómago lleno, aparecían por todas partes proclamando sus pensamientos baratos

¿Quién coño quiere tener una buena vida interior si no tiene una vida exterior? La gente sólo piensa en lo que la introversión puede proporcionarle de vida exterior y progreso. ¿Cuál es la visión del ser moderno de la oración? Sólo hay una clase de oración para el ser humano moderno, y es la oración de los deseos. Sólo se reza si se quiere algo.

¿Qué es una obra de arte sino la mirada de otro ser humano? No por encima de nosotros, ni tampoco por debajo de nosotros, sino justo a la altura de nuestra propia mirada. El arte no se puede vivir colectivamente, el arte es eso con lo que uno se encuentra a solas.



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