La diferencia entre Heráclito y los forasteros consiste en
que, mientras que el primero es capaz de captar el calado de la cotidianidad
porque ha asumido expresamente la propia finitud, los segundos, no. Buscan “fuera”
y lejos lo que, por el momento, son incapaces de ver.
De la reflexión sobre el propio yo se han dicho muchas cosas
muy diferentes. La tradición agustiniana sobresale por haber situado en el “interior”
la verdad y el camino hacia Dios mismo “No salgas fuera, vuelve a ti mismo; la
verdad está en el interior del hombre”.
Reconocemos que resistencia íntima es el nombre de una
experiencia, propia de la comarca de la proximidad; comarca que no es visita de
un día, sino habitual estancia. Pero hoy cuesta quedarse en ella. La proximidad
no se mide en metros ni en centímetros. Su opuesto no es la lejanía sino, más
bien, la ubicua monocronía del mundo tecnificado. Hemos visto cómo la cotidianidad
y el gesto de la casa son importantísimas modalidades de la experiencia de la
proximidad. Ahora le añadimos la cura del sí, que es la reflexión, y el pensar,
vistos principalmente, como un camino de ida hacia la originalidad.
La resistencia al imperio de la actualidad viene de la
memoria y de la imaginación. Una y otra se resisten a la cooperación de la
actualidad consistente en abandonar el pasado, en borrarlo, y en hacer como si
el—ahora flujo que brota del futuro— lo fuese todo. Que memoria e imaginación
pasen por sus peores momentos no hace más que confirmar la eficacia del
dominio. Pero ¿qué somos, nosotros, sin memoria? La gente sencilla «sabía»,
también, que hay algo precioso en el recuerdo de una vida. La memoria no es
memoria del tiempo pasado, sino ampliación y enriquecimiento del presente. Sólo
a causa de la memoria el tiempo pasado no está acabado y el presente (lo que
nos es «presente») no se reduce y pervierte en la actualidad. La resistencia
empieza inevitablemente cuando se mira hacia atrás. La ciencia es siempre una
mirada hacia adelante, y la retórica política también. Pero el ademán más
propio del pensamiento es volverse, mirar atrás. Y entonces las cosas se
tambalean y amenaza el absurdo. El problema grave es mirar atrás. Y, aunque no
tanto, comienza ya a ser problema, hoy, mirar a un lado. En cambio, estar
pendiente de la actualidad es evasión, abstracción, huida. En este caso se
produce un perfecto acoplamiento con la lógica científica. Mientras uno de los
principales imperativos al que se ve confrontado el pensamiento es que nada de
lo que ha sucedido puede anularse (irreversibilidad), la lógica tecnocientífica
tiene otra manera de funcionar, más en la línea de la omnipotencia y de la
continua apertura de posibilidades
Plutarco “la paciencia tiene más poder que la fuerza”
Hemos explicado por qué el sentido de la existencia humana
en modo alguno puede ser ajeno a la experiencia nihilista, experiencia que
nunca terminamos de superar y cuya sombra es inevitable. Trauma originario,
aunque biográficamente precedido por el añorado tiempo de la ingenuidad. Por
eso la existencia es siempre postraumática. Y por eso, también, adquiere todo
su sentido el retorno a la normalidad, la distracción o incluso el duelo. Retorno a la normalidad que hemos planteado
como tarea de apropiación del día a día; distracción, siempre parcial, a modo
de paréntesis y duelo (como esfuerzo de asunción de la pérdida) para no perderse
en la pérdida y resistir a pesar de todo.
El prójimo, la casa, la cotidianidad, la cura son elementos
de una filosofía de la proximidad que ha reconocido la experiencia del
nihilismo y de la intemperie como fundadoras. Estos elementos de la proximidad
se dejan integrar en el sentido de la resistencia. La gente sencilla lo ha
sabido siempre: vale la pena resistir. La reflexión filosófica llega tarde –como
siempre— pero llega.
La resistencia como oposición al dominio impuesto, al abuso
de poder, a la homogeneidad de los discursos únicos que obstaculizan la
diferencia, la circulación enriquecedora de ideas...
Que la actualidad no sea una losa, que su homogeneidad no
nos ahogue, que su dogmatismo sea revisado y criticado. O resistimos, o la
comunidad de hombres libres ya no será horizonte; ni la memoria será sentido.
La actualidad promueve y pide fascinación. Pero la humildad también es una
respuesta y no es casual que la humildad sea ajena a la fascinación; no se
deslumbra fácilmente y se encuentra en un peregrinaje orientado hacia un lugar
bajo el cielo, donde las horas y las estancias, nada faraónicas, parirán.
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