Se promulgan demasiadas leyes, se dan demasiado pocos ejemplos. Saint-just: escritos escogidos
Nuestro hijo debe de haber empezado a pensar. Se ha vuelto muy, pero que muy triste. (...) ¿Para qué saber si es mejor ignorar? ¿Para qué ir a lo difícil pudiendo escoger lo fácil? ¿Para qué gastar saliva cuando el callar es bueno? ¿Para qué meterse en los asuntos del Imperio si en nuestra propia casa hay tanto que hacer, tanto que comprar?
Para treinta millones largos de súbditos se imprimían diariamente veinticinco mil ejemplares de periódicos. Pero Nuestro Señor opinaba que incluso la prensa más adicta no debía aparecer en abundancia, pues tal exceso con el tiempo podría crear el hábito de leer y de ahí no hay más que un paso al hábito de pensar, y ya se sabe la de disgustos, sinsabores, tormentos y quebraderos de cabeza que esto acarrea. Porque una cosa puede estar escrita con lealtad pero ser leída sin ella.
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