Soy una jarra llena de agua viva y agua muerta, basta que me incline un poco para que me rebosen los más bellos pensamientos, soy culto a pesar de mí mismo y ya no sé qué ideas son mías, surgidas propiamente de mí, y cuáles he adquirido leyendo, y es que durante estos treinta y cinco años me he amalgamado con el mundo que me rodea porque yo, cuando leo, de hecho no leo, sino que tomo una frase bella en el pico y la chupo como un caramelo, la sorbo como una copita de licor, la saboreo hasta que, como el alcohol, se disuelve en mí, la saboreo durante tanto tiempo que acaba no sólo penetrando mi cerebro y mi corazón, sino que circula por mis venas hasta las raíces mismas de los vasos sanguíneos.
Los libros me han enseñado, y de ellos he aprendido que el cielo no es humano en absoluto y que un hombre que piensa tampoco lo es, no porque no quiera sino porque va contra el sentido común.
(....) Así, extrajero y ajeno, cada anochecer me dirijo a mi casa, en silencio voy por las calles inmerso en una profunda meditación, paso de largo tranvías y coches y peatones, perido en una nube de libros que acabo de encontrar en mi trabajo y que me llevo a casa en la cartera, así, soñando, cruzo en verde sin percatarme de ello, sin chocar con los postes ni con la gente, camino, apestando a cerveza y a suciedad, pero sonrío porque tengo la cartera llena de libros de los cuales espero que por la noche me expliquen algo sobre mí mismo, algo que todavía desconozco.
Finalmente llego a la penumbra de mi casa, me siento en una banqueta, la cabeza se me cae y acabo dormitando con los labios húmedos sobre las rodillas. A veces me quedo dormido, encogido de este modo, hasta medianoche y, al despertarme, levanto la cabeza y me doy cuenta de que tengo el pantalón empapado en la rodilla, es la saliva de haber dormido acurrucado como un gatito en invierno, como la madera de un balancín, porque yo puedo permitirme el lujo de abandonarme ya que nunca estoy abandonado, estoy solo para poder vivir en una soledad poblada de pensamientos, porque yo soy un poco el Don Quijote del infinito y de la eternidad, y el Infinito y la Eternidad sienten predilección por la gente como yo.
…he aprendido de mis amigos limpiadores de cloacas universitarios que tan pronto como finalice dicha guerra, la potencia victoriosa se volverá a dividir en dos campos, según las leyes de la dialéctica, al igual que se fraccionan los gases y los metales y todo lo que de vivo hay en el mundo, para seguir el movimiento vital por la vía de la lucha y alcanzar la armonía por medio del equilibrio de contrarios; por eso el mundo en su conjunto nunca anda cojo. Entonces comprendí la exactitud de las palabras de Rimbaud a propósito de que la lucha del espíritu es tan terrible como cualquier guerra, comprendí las consecuencias de la dura frase de Cristo «No he venido a traer la paz sino la espada».
Jesús era un campeón de tenis que acababa de ganar Wimblendon, Lao-Tse, miserable, era como un comerciante que a pesar de sus riquezas parecía desposeído de todo; vi la sangrienta materialidad de todas las cifras y de todos los símbolos de Jesús, mientras que Lao-Tse, vestido con una mortaja, señalaba con el dedo una viga rústica; vi que Jesús era un play-boy y Lao-Tse un soltero abandonado por las glándulas, vi cómo Jesús alzaba imperativamente un brazo y con un gesto de prepotencia maldecía a sus enemigos mientras que Lao-Tse, resignado, dejaba caer sus brazos como si fuesen las alas rotas de un cisne; Jesús es un romántico, Lao-Tse un clásico, Jesús la marea alta, Lao-Tse la marea baja, Jesús la primavera, Lao-Tse el invierno, Jesús el amor contundente al prójimo, Lao-Tse el súmmum del vacío, Jesús el progressus ad futurum, Lao-Tse el regressus ad originem..."
Y al levantar la vista vi que Jesús y Lao-Tse habían desaparecido, como la falda turquesa y la rojo fuego de mis gitanas habían volado por la escalera enjabelgada, y mi jarra se había quedado vacía. Así que, agarrándola, también yo renqueé escaleras arriba, a tres patas, mi soledad demasiado ruidosa me comenzaba a marear, sólo al llegar al aire fresco de la callejuela me incorporé, con la jarra vacía firmemente agarrada.
Todo lo que he visto en este mundo está animado simultáneamente por un movimiento de vaivén, todo avanza y retrocede, como el fuelle de una fragua, como el cilindro de mi prensa cuando pulso el botón verde y el rojo, todo va y viene, oscila en su propio contrario y por eso nada en este mundo anda cojo; en cuanto a mí, hace treinta y cinco años que prenso papel viejo y sé perfectamente que para salir del paso necesitaría un título universitario de clásicas, además de haber pasado por un seminario. En mi trabajo, la espiral y el círculo se corresponden y el progressus ad futurum se confunde con el regressus ad originem; todo eso, lo vivo muy intensamente y ya que soy infelizmente feliz y culto a pesar de mí mismo, he empezado a reflexionar sobre el hecho de que el progressus ad originem se corresponda con el regressus ad futurum.
(...) le coloqué en la mano un libro de Immanuel Kant, abierto por las páginas donde figura un pasaje que siempre me conmovió… El cielo estrellado sobre mi cabeza y la ley moral en mi interior son objeto de una renovada y creciente admiración y veneración… Después cambié de idea y busqué una frase aún más exquisita, que Kant escribió en su juventud… Cuando el tembloroso fulgor de una noche de verano se llena de estrellas titilantes y la luna alcanza su apogeo, me sumerjo en un estado de alta sensibilidad, amalgama de amistosa ternura y de menosprecio por el mundo y la eternidad…
(...) sobre la mesa, a la luz de la bombilla, tenía abierto el libro Teoría general del cielo de Immanuel Kant… En el silencio de la noche, cuando los sentidos reposan calmados, habla un espíritu inmortal en un lenguaje difícil de designar, compuesto de conceptos, que es posible comprender pero imposible describir…
(...) de vez en cuando me iba a leer un fragmento de la Teoría general del cielo, cada vez tomaba una frase y la saboreaba como si fuese un caramelo de menta.
El cielo no es humano, pero debe haber algo más que el cielo, la compasión y el amor, pero yo he permitido que se borrasen de mi memoria y cayesen en el olvido.
yo, que no he hecho más que entregarme a la lectura, esperando una señal secreta, ¿cómo he acabado?, al fin y al cabo, los libros han conspirado contra mí, sin haberme transmitido ningún mensaje del cielo; en cambio, Maruja odiaba los libros y no obstante se había convertido en lo que había sido siempre, en el ser que inspira, además le habían crecido alas, dos alas de piedra que, a la luz de la luna, brillaban como dos ventanas de un palacio imperial iluminadas en el corazón de la noche, y con aquellas alas Maruja ahuyentó nuestra love story de las largas cintas multicolores y de la caca que había trajinado en un esquí ante los clientes del Hotel Renner al pie del Monte Dorado.
El profesor se puso a saltar y correr alrededor de mí, a estirarme de la manga, me dio un billete de diez coronas, luego otro, yo miraba el dinero y decía angustiado… ¿Para poder buscar mejor? El profesor me tomó del hombro, detrás de sus dos ceniceros con diez dioptrías sus ojos parecían grandes como los de un caballo, asentía con las gafas y balbuceaba… Sí, para que pueda buscar mejor. Buscar, ¿pero qué?, dije. Y él susurró confuso… Otra felicidad… me hizo una reverencia y retrocedió unos pasos, dio media vuelta y se fue como alguien que se aleja de una desgracia.
De vuelta en la Cervecería Negra, pido un vaso de vino, después una cerveza, otro vaso de vino, sólo cuando nos aplastan sacamos el mejor jugo.
Cada objeto amado es el centro del paraíso terrenal… y yo, antes de empaquetar papel blanco en la imprenta de Melantrich, yo, como Séneca, como Sócrates, yo, en mi prensa, en mi cueva, he escogido mi caída que no es sino mi ascensión, el cilindro me aprieta las piernas a la barbilla, más y más, pero yo no dejaré que nada ni nadie me eche fuera del paraíso, estoy en mi madriguera de donde nadie puede mandarme al exilio, nadie me puede trasladar (...)
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