Pues bien, cuando lo medito en mi interior, encuentro cuatro
motivos por los que la vejez puede parecer miserable. La primera, porque aparta
de las actividades; la segunda, porque debilita el cuerpo; la tercera, porque
priva de casi todos los placeres; la cuarta, porque no está lejos de la muerte.
Si os parece bien, veamos qué entidad tiene y lo justa que es cada una de estas
razones.
La vejez aparta de las actividades. ¿De cuáles? ¿Acaso de
las que se llevan a cabo mediante la juventud y las fuerzas? ¿Es que no hay
actividades propias de la ancianidad que se realizan con la mente, a pesar de
estar débiles los cuerpos?
Ahora no deseo yo las fuerzas de un joven más de lo que,
siendo joven, deseaba las de un toro o un elefante. Hay que aprovecharse de lo
que hay y, hagas lo que hagas, hacerlo según tus fuerzas. (...) utiliza ese don mientras lo tengas; cuando lo pierdas, no lo eches de menos.
Queda la cuarta causa, la que más parece angustiar y tener
en vilo a los de nuestra edad, la cercanía de la muerte, que ciertamente no
puede estar lejos de la vejez. (…) ¿De qué tengo que tener miedo si después de
la muerte no voy a ser desgraciado y puede que hasta sea feliz?
Pero el joven espera que va a vivir mucho tiempo, y esto un
anciano no puede esperarlo. (...) Esta esperanza no la tiene el viejo y por
ello está en mejor condición que el joven, puesto que lo que éste espera aquél
lo ha conseguido ya: éste quiere vivir mucho, aquél ya vivió mucho
No hay ningún término cierto de la vejez y se vive bien en
ella mientras puedas desempeñar y cumplir con las obligaciones de tu trabajo y
despreciar a la muerte. De lo cual se deduce que la vejez es incluso más
animosa y fuerte que la juventud.
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