Hay quienes
Hay quienes llevan a cabo la vida más hábilmente.
Tienen orden en su interior y en su alrededor.
Para todo la manera y la respuesta adecuada.
Adivinan inmediatamente quién a quién, quién con quién,
con qué objetivo, por dónde.
Ponen el sello en las verdades absolutas,
arrojan a la trituradora los hechos innecesarios,
y a las personas desconocidas
a las carpetas destinadas a ellas de antemano.
Piensan justo lo debido
ni un segundo más,
porque tras ese segundo acecha la duda.
Y cuando los dan de baja de la existencia,
dejan su puesto por la puerta señalada.
A veces los envidio;
afortunadamente se me pasa.
Cadenas
Un día sofocante, la casa de un perro y el perro encadenado.
Unos pasos más allá un platito lleno de agua.
Pero la cadena es demasiado corta y el perro no alcanza.
Añadamos a la imagen un detalle más:
nuestras mucho más largas
y menos visibles cadenas
gracias a las cuales podemos pasar de largo tranquilamente.
A todos alguna vez
A todos alguna vez se les muere alguien cercano,
entre ser y no ser
obligado a escoger lo segundo.
Nos cuesta reconocer que es un acto banal,
unido al transcurso de los hechos,
de acuerdo con los procedimientos;
antes o después a la orden del día,
de la tarde, de la noche o del pálido amanecer;
y evidente como un dato en un registro,
como un apartado en un código,
como una fecha cualquiera
en el calendario.
Pero así son las leyes y delitos naturales.
Así, al azar, su presagio y su naufragio.
Así su evidencia y su omnipresencia.
Y sólo en ocasiones,
cierta amabilidad de su parte:
a nuestros muertos cercanos
nos los pone en los sueños.
La mano
Veintisiete huesos,
treinta y cinco músculos,
unas dos mil células nerviosas
en cada una de las yemas de nuestros cinco dedos.
Es absolutamente suficiente
para escribir Mein Kampf
o Winnie the Pooh.
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