Era el más alto de los dos; medía varios
centímetros más que yo y tenía ese aire suave, confiado y plácido que me
recordaba a aquellos muchachos de amabilidad y simpatía casi mágicas que
ejercían de presidentes del consejo estudiantil en el instituto y a los que
adoraban sus novias, reinas de las animadoras de las majorettes. La humillación
jamás afectaba a aquellos jóvenes, mientras que para el resto de nosotros
siempre revoloteaba por encima como la mosca o el mosquito que no te deja en
paz. ¿En qué pensaba la evolución al hacer que uno entre un millón fuese como
el muchacho que se hallaba ante mí? ¿Cuál era la función de semejante apostura
salvo llamar la atención hacia las imperfecciones de todos los demás? Yo no
había sido completamente desdeñado por el dios del aspecto físico, y sin
embargo el brutal nivel establecido por aquel ejemplar me convertía, por
comparación, en una monstruosidad de lo ordinario. Mientras hablaba con él me
veía forzado a desviar la vista, tan perfectas eran sus facciones, tan
humillantes, tan vergonzantes… tan significativas.
Mi estatura me venía de mi madre. Era
una mujer robusta que medía metro ochenta y se alzaba no solo por encima de mi
padre, sino por encima de todas las madres del barrio. Con las cejas pobladas y
oscuras y el áspero cabello gris (y, en la tienda, con sus ásperas ropas grises
debajo de un delantal blanco ensangrentado), encarnaba el papel de la
trabajadora de un modo tan convincente como cualquier mujer soviética en los
carteles de propaganda sobre los aliados de ultramar de Estados Unidos que
estaban fijados a las paredes de nuestra escuela de primaria durante la segunda
guerra mundial. Olivia era esbelta y de cabello claro, e incluso con una
estatura de algo más de metro setenta parecía bajita al lado de mi madre, de
modo que cuando la mujer que trabajaba con un ensangrentado delantal blanco
blandiendo largos cuchillos afilados como espadas, y abriendo y cerrando la
puerta de la cámara frigorífica tendió la mano a Olivia para estrechar la suya,
vio no solo el aspecto que Olivia debió de tener en su infancia, sino también
lo poco protegida que estaba contra la confusión cuando la asaltaba con toda su
fuerza. No solo su delicada mano parecía una chuleta de cordero lechal en la
manaza, como una garra de osa, de mi madre, sino que se veía todavía atenazada
por lo que fuese que, solo pocos años después de dejar atrás la infancia, la
había impulsado primero a beber y luego la había llevado al borde de la destrucción.
Era blanda y frágil hasta la médula de los huesos, una chiquilla realmente
herida, y por fin lo comprendí solo porque mi madre, incluso bajo los ataques
de mi padre y dispuesta a hacer algo tan extremo como divorciarse, lo cual
equivaldría a matarlo (sí, ahora también lo veía a él muerto), era cualquier
cosa menos blanda y frágil. Que mi padre pudiera haberle hecho tomar la
iniciativa de ir a un abogado para pedir el divorcio no era una medida de la
debilidad de ella, sino del aplastante poder de la inexplicable transformación
que él había sufrido, de los implacables indicios de catástrofe que le habían
hecho cambiar por completo.
-Puedes llorar Markie. Te he visto
llorar antes. –Sé que me has visto. Sé que puedo, pero no quiero. Es que me
siento tan feliz…-Tuve que parar un momento, para recobrar la voz y recuperarme
tras haber sido reducido por sus palabras a la diminuta criterio que no es más
que su necesidad de atención y cuidado perpetuos.
Una conciencia que me enorgullece que
tengas, pero que puede ser tu enemiga. Tienes conciencia y eres compasivo, y
también dulce…así que dime, ¿sabes cómo hacer con esa chica lo que tal vez
debas hacer? Porque la debilidad del prójimo puede destruirte tanto como su
fuerza. Los débiles no son inofensivos. Su debilidad puede ser su fuerza. Una
persona tan inestable es una amenaza para ti, y una trampa.
…el aprendizaje de lo que su padre sin
estudios se había empeñado tanto en enseñarle: la terrible, la incomprensible
manera en que las elecciones más triviales, fortuitas e incluso cómicas
obtienen el resultado más desproporcionado.
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