martes, 10 de noviembre de 2009

El Arte de insultar – Arthur Schopenhauer

  • La astrología. Una prueba maravillosa de la subjetividad miserable de los seres humanos, que hace que éstos lo refieran todo a sí mismos y pasen desde cualquier idea a sus propias personas sin solución de continuidad, lo proporciona la astrología, que retrotrae el movimiento de los grandes cuerpos celestes al pobre yo, y vincula los cometas con las trifulcas y necedades terrenales
  • El centro del universo. Si se le diera a cada cual a escoger entre su propia destrucción y la del resto del mundo, no necesito decir qué decisión tomaría la mayor parte de la gente. Ello demuestra que cada uno se coloca a sí mismo en el centro del universo, refiere todo a sí mismo y sopesa cualquier cosa que suceda (como por ejemplo los cambios más importantes en el destino de los pueblos) por las repercusiones que pueda tener sobre su interés, convirtiendo a estas últimas por muy insignificantes y circunstanciales que sean, en el objeto principal de sus reflexiones. … El único mundo que cada cual conoce y del que tiene noticia es el que lleva en su interior, como representación, y por eso se coloca en su centro. De ahí que cada uno sea lo máximo para sí mismo
  • El deseo sexual. El deseo sexual, sobre todo cuando está concentrado debido a su fijación en una mujer partícula, por el enamoramiento, es la quintaesencia de la gran estafa de este bendito mundo; pues aunque es indecible, infinito y desmedido lo que promete, es muy poco lo que cumple
  • El destino. La “lucha del hombre contra el destino” es una noción ridícula, sino por otra cosa, al menos porque implica una pugna contra un oponente invisible. Si además se toma en cuenta la omnipotencia del destino, se concluirá que intentar combatirlo es la más absurda de las pretensiones
  • Dios como persona. Cuando se estudia el budismo a partir de sus fuentes, de repente se ve todo claro: ni rastro del necio discurso acerca de un mundo creado a partir de la nada, ni de un sujeto que aparece de súbito para construirlo. ¡Fuera con esta basura!
  • El erudito. Para quien estudia con el propósito de comprender las cosas, los libros y las investigaciones son meros peldaños de una escalera con la que se asciende hasta la cima del conocimiento: en cuanto un peldaño ha permitido ascender un paso, hay que abandonarlo. La mayoría de la gente, en cambio, estudia para llenar su memoria y no utiliza los peldaños de la escalera para ascender, sino que los desmonta y se los echa al hombre para llevárselos, alegrándose del creciente peso de su carga. Permanecen siempre abajo ya que sostienen aquello que debería sostenerlo a ellos
  • El Estado ético. El fin exclusivo del Estado es proteger a los individuos unos de otros, y al conjunto de ellos de los enemigos externos. Algunos filosofastros alemanes de los tiempos venales que corren quisieran desfigurarlo, convirtiéndolo en una instancia moralizadora, educadora y edificante; tras lo cual acecha por supuesto el propósito jesuítico de suprimir la libertad individual y el desarrollo autónomo del sujeto, hasta convertir a éste en una mera rueda de la maquinaria estatal y religiosa, como sucede en China
  • La fe. La fe es como el amor: no se la puede obtener por la fuerza
  • Fe y saber. El saber está hecho de un material más duro que la fe, de manera que cuando ambos chocan, esta última es la que se resquebraja
  • El hombre un animal egoísta. La motivación más importante y fundamental del ser humano, como de los animales, es el egoísmo, es decir el ansia irrefrenable de existir y llevar una vida agradable
  • El hombre un mecanismo de relojería. Los hombres se parecen a mecanismos de relojería a los que se les da cuerda y que funcionan sin saber por qué lo hacen; cada vez que un hombre es concebido y nace, el reloj de una vida humana es rebobinado de nuevo, para que repita una y otra vez la misma cantaleta tocada ya innumerables veces, frase por frase y compás por compás, con variaciones insignificantes
  • El hombre un ser social. Un grupo de puerco espines se apiñaron densamente un frío día de invierno para obtener calor y salvarse de morir congelados. Muy pronto, sin embargo, sintieron las púas recíprocas, lo que los obligó a separarse de nuevo. Cada vez que la necesidad de calentarse los reunía, volvía a presentarse aquel otro inconveniente, por lo que siempre se veían arrastrados entre uno y otro tipo de sufrimiento, hasta que finalmente encontraron una moderada distancia entre ellos que les permitía soportar su situación. Así, la necesidad de vivir en sociedad, nacida del vacío y de la monotonía del yo interior, atrae a los seres humanos los unos hacia los otros; pero sus numerosos rasgos desagradables y errores imperdonables vuelven a separarlos. La distancia intermedia, que terminan por hallar y hace posibles su convivencia, viene dada por la amabilidad y las buenas costumbres. A aquel que no guarda esa distancia se le advierte en Inglaterra: ¡Keep your distance! Es cierto que esa distancia satisface sólo a medias la necesidad de obtener calor recíproco; pero al menos evita que se sienta el dolor de las púas. Quien disponga, sin embargo, de suficiente calor interno hará bien en mantenerse alejado de la sociedad, para así no molestar ni ser molestado.
  • Kant y el derecho a mentir. L’homme a reçu la parole pour pouvoir cacher sa pensée
  • La lectura. Leer significa pensar en cabeza ajena, en lugar de hacerlo con la propia
  • La masa. La multitud tiene ojos y oídos, pero no mucho más; a lo sumo una paupérrima capacidad para juzgar, e incluso escasa memoria
  • El monoteísmo. La intolerancia es consustancial al monoteísmo; un Dios que gobierna solo es, en esencia, un Dios envidioso que no tolera a otros dioses en su cercanía
  • La moral. Acaso una mirada retrospectiva hacia los más de dos mil años de infructuosos esfuerzos por dotar a la moral de un fundamento seguro consiga enseñarnos que no existe una moral natural independiente de las instituciones humanas y que la moral es simplemente un artefacto, un recurso inventado para controlar mejor al egocéntrico y malvado género humano
  • Placer y dolor. El dolor es el elemento positivo que se anuncia por sí solo; la satisfacción y los placeres son lo negativo, mera supresión de aquél
  • La religión. La humanidad crece dentro del traje de la religión como un niño dentro de su ropa; se haga lo que se haga, la ropa terminará por desbaratarse. Las religiones son hijas de la ignorancia que no sobreviven a su madre
  • Rostros desagradables y estúpidos. Una mirada lastimosa lo es, por lo general, realmente.
  • La vida. La vida oscila como un péndulo, entre el dolor y el aburrimiento
  • La voluntad. El instinto sexual es el núcleo de la voluntad de vivir y por ello en él se concentra todo deseo; de ahí que yo en mis escritos haya denominado a los genitales como el punto focal de la voluntad

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