domingo, 18 de enero de 2009

Primer amor, últimos ritos. Ian McEwan

Fabricación casera
► Entre taza y taza de té me reía con Raymond de esta reposada traición a toda una vida, cargando, cavando, empujando, empacando, comprobando, sudando y gimiendo en beneficio de otros, de cómo, para tranquilizarse, hacen una virtud de esa servidumbre vitalicia, de cómo se preciaban de haberse perdido un solo día de este infierno.
► Ningún otro deporte me proporcionaba parecidas oportunidades de contemplación serena, entretenida y alegre. Me deleitaban los rostros torturados y deformes de los corredores que entraban en el túnel de banderas y cruzaban la línea de meta; especialmente interesantes me parecía los que llegaban después de los 50 primeros o así, corriendo con más ganas que cualesquiera otros de los concursantes. (…) y me convencía de que tenía ante mí una visión de la futilidad del hombre. (…) yo me regocijaba, me fascinaba alegremente con el espíritu triunfante de aquellos fracasados que se habían hecho pedazos para nada.
► Cuando llegué arribe, la sangre se me había desplazado de la cabeza a la ingle, literalmente del sentido a la sensación.
Geometría de sólidos
► Quiero ponerme la cabeza en orden. – Tu cabeza, tu mente, no es como la cocina de un hotel, sabes, no puedes desechar cosas como si fueran latas viejas. Se parece más a un río que a un lugar, cambia y se mueve todo el tiempo. No puedes obligar al río a discurrir derecho.
► Has caído allí, has caído en un lodazal de intuiciones respetables. No tienes ni la originalidad, ni la pasión suficientes para intuir por ti sola algo que no sea tu propia infelicidad. ¿por qué tienes que llenarte la cabeza con las vulgaridades místicas de otra gente y fabricarte pesadillas?

Chesil Beach. Ian McEwan

► Eran jóvenes, instruidos y vírgenes aquella noche, la de su boda, y vivían en un tiempo en que la conversación sobre dificultades sexuales era claramente imposible
► Era todavía la época en que ser joven era un obstáculo social, un signo de insignificacia, un estadio algo vergonzoso cuya curación iniciaba el matrimonio
► Cuando se besaron ella sintió su lengua inmediatamente, tensada y fuerte, pasando entre sus dientes, como un matón que se abre camino en un recinto.
► Por supuesto siempre lo había sabido. La falta de un término para el estado de su madre le había mantenido en un estado de inocencia. Nunca había pensado que ella estuviera enferma y al mismo tiempo siempre había aceptado que era distinta. La contradicción la resolvía ahora aquel simple enunciado, el poder de las palabras para hacer visible lo que no se veía. Daño cerebral. La expresión disolvía la intimidad, sometía a su madre al frío rasero público que todo el mundo entendía.
► La ira. (…) Qué tentación de darle rienda suelta, ahora que estaba solo y podía estallar. Tras aquella humillación, su dignidad lo exigía. ¿Y qué tenía de malo un simple pensamiento? Mejor solventar el asunto ahora que estaba allí, medio desnudo entre las ruinas de su noche de bodas. Le ayudó en su rendición la claridad que acompaña a una súbita ausencia de deseo.

El Mundo. Juan José Millás.

► “Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el momento mismo de producirla”. Cuando escribo a mano, sobre un cuaderno, como ahora, creo que me parezco un poco a mi padre en el acto de probar el bisturí eléctrico, pues la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas
► Qué mecanismo psicológico tan raro, y tan común, el que provoca el sentimiento de culpa y de pudor en la víctima y no en el verdugo.
► Comprendí que yo, finalmente, no era más que un escenario en el que había ocurrido cuando se relativa en El Mundo. La idea resultó enormemente liberadora. Quizá no seamos los sujetos de la angustia, sino su escenario; ni de los sueños, sino su escenario; ni de la enfermedad, sino su escenario; ni del éxito o el fracaso, sino su escenario… yo era el escenario en que se había dado el apellido Millás como en otros se da el de López o García.

El olvido que seremos. Héctor Abad Faciolince

► “Y por amor a la memoria llevo sobre mi cara la cara de mi padre” Yehuda Amijai
► En un cuaderno de apuntes bajo el título Manual de Tolerancia escribió lo siguiente: “si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad”
► Mi predilección por él lo llevó a preferirme, porque los padres no quieren igual a todos los hijos, aunque lo disimulen, sino que en general quieren más, precisamente a los hijos que más los quieren a ellos, es decir, en el fondo, a quienes más los necesitan.
► Al final de sus días acabó diciendo que su ideología era un híbrido: cristiano en religión, por la figura amable de Jesús y su evidente inclinación por los más débiles; marxista en economía, porque detestaba la explotación económica y los abusos infames de los capitalistas; y liberal en política, porque no soportaba la falta de libertad y tampoco las dictaduras, ni siquiera la del proletariado, pues los pobres en el poder, al dejar de ser pobres, no eran menos déspotas y despiadados que los ricos en el poder.
► (…) mi mamá logró imponer su voluntad, con ese carácter firme y constante, mezclado con una indestructible alegría de fondo que no ha dejado nunca de acompañarla hasta el día de hoy, y que la hacen una persona inmune a los rencores y a los disgustos duraderos. Luchar contra su firmeza vestida de alegría ha sido siempre imposible.
► Por este ejemplo de los dos, mis hermanas y yo sabemos, hoy en día, que hay un único motivo por el que vale la pena perseguir algún dinero: para poder conservar y defender a toda costa la independencia mental, sin que nadie nos pueda someter a un chantaje laboral que nos impida ser lo que somos.
► Fueron años de dicha, digo, pero la felicidad está hecha de una sustancia tan liviana que fácilmente se disuelve en el recuerdo, y si regresa a la memoria lo hace con un sentimiento empalagoso que la contamina y que siempre he rechazado por inútil, por dulzón y en últimas por dañino para vivir el presente: la nostalgia.
► Sentir el único consuelo que se siente en la tristeza, que es el de hundirse más en la tristeza, hasta ya no poderla soportar
► Bertolt Brecha “íbamos cambiando de país como de zapatos, desesperados cuando en alguna parte sólo había injusticia, pero no indignación. También el odio contra la bajeza desfigura las facciones. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Ustedes sin embargo, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, piensen en nosotros con indulgencia”
► Para distinguirnos de los demás animales, para justificar nuestro paso por la tierra, hay que ambicionar metas superiores al solo goce de la vida. La fijación de metas distingue a unos hombres de otros. Y aquí lo más importante no es alcanzar dichas metas, sino luchar por ellas. Todos no podemos ser protagonistas de la historia.
► “Decía Montaigne que la filosofía era útil porque enseñaba a morir. Para mi, que en este proceso de nacimiento-muerte que llamamos vida estoy más cercano a la última etapa que a la primera, el tema de la muerte se va haciendo cada vez más simple, más natural y aun diría que – no ya como tema sino como realidad – más deseable. Y no es porque esté desengañado de nada ni de nadie. Tal vez todo lo contrario. Porque creo que he vivido plenamente, intensamente, suficientemente”
► Borges. Epitafio. Ver entrada Borges
► El buen Antonio Machado, a punto de caer Barcelona, cuando era ya inminente la derrota en la Guerra Civil, escribió lo siguiente: “se ignora que el valor es virtud de los inermes, de los pacíficos –nunca de los matones-, y que a última hora las guerras las ganan siempre los hombres de paz, nunca los jaleadores de la guerra. Sólo es valiente quien puede permitirse el lujo de la animalidad que se llama amor al prójimo, y es lo específicamente humano.”
► “Ayer se fue, mañana no ha llegado, / hoy se está yendo sin parar un punto, / soy un fue, y un será, y un es cansado …” decía Quevedo al referirse a la fugacidad de nuestra existencia
► …Como todos los hombres somos hermanos, en cierto sentido, porque lo que pensamos y decimos se parece, porque nuestra manera de sentir es casi idéntica…