De no ser por esa hambre, a buen seguro habría echado en el olvido aquellos tiempos, aquellos años tan largos, en los que faltaba de todo. Ser feliz es no tener que recordar. ¿Fui infeliz? No lo sé. Simplemente recuerdo haberme despertado un día, haber conocido por fin el éxtasis de las sensaciones saciadas.
Y además el nombre de la casa era tan bonito, "Hoy". Le recordaba a Xenia, esa capacidad suya de disfrutar de cada instante, de amar la vida sin ilusiones, sin falsa amargura.
No le cabía en la cabeza que Xenia pudiese tenerle envidia, ser de esas personas que no aceptan la felicidad de los demás.
jueves, 29 de agosto de 2019
Patria - Fernando Aramburu
El encuentro se produjo a la altura del quiosco de música. Fue un abrazo breve. Las dos se miraron un instante a los ojos antes de separarse. ¿Se dijeron algo? Nada. No se dijeron nada.
Ordesa – Manuel Vilas
Ojalá pudiera medirse el dolor humano con
números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber
cuánto hemos sufrido, y que el dolor tuviera materia y medición. Todo hombre
acaba un día u otro enfrentándose a la ingravidez de su paso por el mundo. Hay
seres humanos que pueden soportarlo, yo nunca lo soportaré.
La moralidad de los hechos es siempre una
construcción de la cultura. Los hechos en sí mismos sí son seguros. Los hechos
son naturaleza, su interpretación es política.
De modo que me quedé a solas con mi
padre. Y soy yo la única persona en este mundo —ignoro si lo hará mi hermano—
que lo recuerda a diario. Y a diario contempla su desvanecimiento, que acaba
convertido en pureza. No es que lo recuerde a diario, es que está en mí de
forma permanente, es que yo me he retirado de mí mismo para hacerle hueco a él.
Un divorcio
despierta la culpabilidad, porque la culpa es un ejercicio de relieve, es relieve sobre
la tierra lisa. La vida de un ser humano es la construcción de relieves
que la muerte y el tiempo acabaran alisando
Un día dejó de preocuparse de su coche, un Seat Málaga
antiguo. Siempre se había angustiado por su coche obsesivamente, por cuidarlo,
por tenerlo siempre en perfecto estado. Lo abandonó en un garaje y dejó de
conducir.
Fui yo mismo a ver el coche, y estaba lleno de polvo.
Se lo dije:
<>.
Me miró, y
parecía que eso sí le hacía mella.
<>, dijo.
Cuando se
desentendió de su coche, supe que mi padre iba a morir pronto; supe que eso era
el final.
Fue uno de los
momentos más tristes de mi vida, mi padre me estaba diciendo adiós por una
maquina interpuesta.
En vez de
decirme: <>, me dijo:
<>. Dios mío, cuánta hermosura. Viniera de donde
viniera el espíritu de mi padre, estaba tocado del don de la elegancia, del don
de lo inesperado, de la ingenua originalidad.
Del estilo.
Me senté en una
silla de la cocina, y me lo quedé mirando. Me puse muy nervioso. Me angustié
mucho. Solo yo en todo el universo sabía lo que significaban esas palabras,
<>.
Me estaba
diciendo algo devastador: <>.
No percibo tu
amor.
No te amé lo
suficiente, y tú a mí tampoco.
Fuimos
condenadamente iguales.
Y no cogí la mano de mi padre moribundo. Nadie me enseñó a
hacerlo. Me daba pánico hacerlo, me daba miedo, un miedo que iba agigantando mi
soledad. El miedo a una mano, que acabó consintiendo la gran soledad en la que
vivo.
Eran los años setenta, cuando la vida iba más despacio y
podías verla. Los veranos eran eternos, las tardes eran infinitas, y los ríos
no estaban contaminados.
Que te espere alguien en algún sitio es el único sentido de
la vida, y el único éxito.
Nunca decimos toda la verdad, porque si la dijéramos
romperíamos el universo, que funciona a través de lo razonable, de lo
soportable.
Mi madre bautizó el mundo, lo que no fue nombrado por mi
madre resulta amenazador. Mi padre creó el mundo, lo que no fue sancionado por
mi padre me resulta inseguro y vacío.
Daniel
Dormir en la misma casa, tú en tu
pequeña habitación, yo en la mía, que es
también pequeña, pero un poco más grande que la tuya, es un privilegio.
Saber que estás al otro lado del tabique me da paz.
Pero hoy te has quedado dormido, y llegas tarde al instituto.
No sabes la pena que me causa que te pierdas una hora de
clase.
Las leyes de los hombres –yo las conozco- son inflexibles, y
debes aprender a convivir con ellas, como yo lo hice.
Me he quedado pensando en tu futuro.
Daría mi vida por protegerte mañana, para que no te alcance
nunca ninguna desdicha, ningún dolor, ningún veneno de los hombres.
Abro la ventana de tu cuarto y miro tus cosas y me conmuevo.
Adoro tus cosas.
Adoro tu letra, pequeña, dulce, humilde, la letra de un alma
bondadosa.
Adoro tu ropa colgada en mi armario, tu cazadora marrón, que
me encanta.
La fragilidad que expresa tu cuerpo me estremece y me alegra
al mismo tiempo.
Estás todo el día con los cascos, cuando te hablo no oyes.
Vives para el teléfono móvil, y poco para mí, que vivo para
ti.
Me gusta prepararte bocadillos delicados.
Pienso en que tendrás hambre a media mañana.
Adivino tu vulnerabilidad y sufro.
En ti me convertiré en ceniza y tu vida nueva verá la caída
de todas las cosas que me hirieron.
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