martes, 10 de noviembre de 2009

El Arte de insultar – Arthur Schopenhauer

  • La astrología. Una prueba maravillosa de la subjetividad miserable de los seres humanos, que hace que éstos lo refieran todo a sí mismos y pasen desde cualquier idea a sus propias personas sin solución de continuidad, lo proporciona la astrología, que retrotrae el movimiento de los grandes cuerpos celestes al pobre yo, y vincula los cometas con las trifulcas y necedades terrenales
  • El centro del universo. Si se le diera a cada cual a escoger entre su propia destrucción y la del resto del mundo, no necesito decir qué decisión tomaría la mayor parte de la gente. Ello demuestra que cada uno se coloca a sí mismo en el centro del universo, refiere todo a sí mismo y sopesa cualquier cosa que suceda (como por ejemplo los cambios más importantes en el destino de los pueblos) por las repercusiones que pueda tener sobre su interés, convirtiendo a estas últimas por muy insignificantes y circunstanciales que sean, en el objeto principal de sus reflexiones. … El único mundo que cada cual conoce y del que tiene noticia es el que lleva en su interior, como representación, y por eso se coloca en su centro. De ahí que cada uno sea lo máximo para sí mismo
  • El deseo sexual. El deseo sexual, sobre todo cuando está concentrado debido a su fijación en una mujer partícula, por el enamoramiento, es la quintaesencia de la gran estafa de este bendito mundo; pues aunque es indecible, infinito y desmedido lo que promete, es muy poco lo que cumple
  • El destino. La “lucha del hombre contra el destino” es una noción ridícula, sino por otra cosa, al menos porque implica una pugna contra un oponente invisible. Si además se toma en cuenta la omnipotencia del destino, se concluirá que intentar combatirlo es la más absurda de las pretensiones
  • Dios como persona. Cuando se estudia el budismo a partir de sus fuentes, de repente se ve todo claro: ni rastro del necio discurso acerca de un mundo creado a partir de la nada, ni de un sujeto que aparece de súbito para construirlo. ¡Fuera con esta basura!
  • El erudito. Para quien estudia con el propósito de comprender las cosas, los libros y las investigaciones son meros peldaños de una escalera con la que se asciende hasta la cima del conocimiento: en cuanto un peldaño ha permitido ascender un paso, hay que abandonarlo. La mayoría de la gente, en cambio, estudia para llenar su memoria y no utiliza los peldaños de la escalera para ascender, sino que los desmonta y se los echa al hombre para llevárselos, alegrándose del creciente peso de su carga. Permanecen siempre abajo ya que sostienen aquello que debería sostenerlo a ellos
  • El Estado ético. El fin exclusivo del Estado es proteger a los individuos unos de otros, y al conjunto de ellos de los enemigos externos. Algunos filosofastros alemanes de los tiempos venales que corren quisieran desfigurarlo, convirtiéndolo en una instancia moralizadora, educadora y edificante; tras lo cual acecha por supuesto el propósito jesuítico de suprimir la libertad individual y el desarrollo autónomo del sujeto, hasta convertir a éste en una mera rueda de la maquinaria estatal y religiosa, como sucede en China
  • La fe. La fe es como el amor: no se la puede obtener por la fuerza
  • Fe y saber. El saber está hecho de un material más duro que la fe, de manera que cuando ambos chocan, esta última es la que se resquebraja
  • El hombre un animal egoísta. La motivación más importante y fundamental del ser humano, como de los animales, es el egoísmo, es decir el ansia irrefrenable de existir y llevar una vida agradable
  • El hombre un mecanismo de relojería. Los hombres se parecen a mecanismos de relojería a los que se les da cuerda y que funcionan sin saber por qué lo hacen; cada vez que un hombre es concebido y nace, el reloj de una vida humana es rebobinado de nuevo, para que repita una y otra vez la misma cantaleta tocada ya innumerables veces, frase por frase y compás por compás, con variaciones insignificantes
  • El hombre un ser social. Un grupo de puerco espines se apiñaron densamente un frío día de invierno para obtener calor y salvarse de morir congelados. Muy pronto, sin embargo, sintieron las púas recíprocas, lo que los obligó a separarse de nuevo. Cada vez que la necesidad de calentarse los reunía, volvía a presentarse aquel otro inconveniente, por lo que siempre se veían arrastrados entre uno y otro tipo de sufrimiento, hasta que finalmente encontraron una moderada distancia entre ellos que les permitía soportar su situación. Así, la necesidad de vivir en sociedad, nacida del vacío y de la monotonía del yo interior, atrae a los seres humanos los unos hacia los otros; pero sus numerosos rasgos desagradables y errores imperdonables vuelven a separarlos. La distancia intermedia, que terminan por hallar y hace posibles su convivencia, viene dada por la amabilidad y las buenas costumbres. A aquel que no guarda esa distancia se le advierte en Inglaterra: ¡Keep your distance! Es cierto que esa distancia satisface sólo a medias la necesidad de obtener calor recíproco; pero al menos evita que se sienta el dolor de las púas. Quien disponga, sin embargo, de suficiente calor interno hará bien en mantenerse alejado de la sociedad, para así no molestar ni ser molestado.
  • Kant y el derecho a mentir. L’homme a reçu la parole pour pouvoir cacher sa pensée
  • La lectura. Leer significa pensar en cabeza ajena, en lugar de hacerlo con la propia
  • La masa. La multitud tiene ojos y oídos, pero no mucho más; a lo sumo una paupérrima capacidad para juzgar, e incluso escasa memoria
  • El monoteísmo. La intolerancia es consustancial al monoteísmo; un Dios que gobierna solo es, en esencia, un Dios envidioso que no tolera a otros dioses en su cercanía
  • La moral. Acaso una mirada retrospectiva hacia los más de dos mil años de infructuosos esfuerzos por dotar a la moral de un fundamento seguro consiga enseñarnos que no existe una moral natural independiente de las instituciones humanas y que la moral es simplemente un artefacto, un recurso inventado para controlar mejor al egocéntrico y malvado género humano
  • Placer y dolor. El dolor es el elemento positivo que se anuncia por sí solo; la satisfacción y los placeres son lo negativo, mera supresión de aquél
  • La religión. La humanidad crece dentro del traje de la religión como un niño dentro de su ropa; se haga lo que se haga, la ropa terminará por desbaratarse. Las religiones son hijas de la ignorancia que no sobreviven a su madre
  • Rostros desagradables y estúpidos. Una mirada lastimosa lo es, por lo general, realmente.
  • La vida. La vida oscila como un péndulo, entre el dolor y el aburrimiento
  • La voluntad. El instinto sexual es el núcleo de la voluntad de vivir y por ello en él se concentra todo deseo; de ahí que yo en mis escritos haya denominado a los genitales como el punto focal de la voluntad

lunes, 9 de noviembre de 2009

Arte de buen vivir – Arthur Schopenhauer

  • Prólogo Dolores Cástrillo Mirat
    - “De nobis ipsis silemus” estas palabras que encabezan La Crítica de la Razón Pura, relevan de manera ejemplar la pática conjuración del elemento biográfico e individual que caracteriza al racionalismo moderno (Callemos acerca de nosotros mismos)
    - La filosofía de Schopenhauer es la primera en poner como absoluto el condicionamiento de las funciones intelectuales por las funciones afectivo-inconscientes, es decir por la voluntad. Con ello sale a la luz la inevitable parcialidad que se esconde tras el juego de los conceptos de apariencia neutra y objetiva. La inquebrantable exigencia de la veracidad de Schopenhauer conduce pues, en rigurosa lógica, a negar el concepto de verdad. ¿Cómo podría subsistir el mito de lo absoluto incondicionado, una vez que ha sido detectada la presencia de ese callado huésped que los filósofos se obstinaran en silencio hasta ahora? … Hacer aflorar en el discurso el yo empírico supone una modificación estilística que conlleva aparejada la negación de las pretensiones de verdad y objetividad que hasta ahora se había atribuido la filosofía construida según el modelo científico.
    - Su intuición genealógica es sólo el paso previo hacia esa experiencia del absurdo de un Querer que nada quiere, salvo a sí mismo. Como hemos visto, el Querer irracional lo gobierna todo, incluido el intelecto. Todas nuestras metas y verdades, objetivos provienen de la Voluntad, pero, y ahí radica el absurdo, también desembocan en ella
    - Detrás de la insatisfacción propia del deseo se esconde un secreto más sombrío aún: las tendencias humanas no son solamente imposibles de satisfacer, sino ante todo, falsas. El fin que persiguen nuestros deseos es ilusorio, una pura intuición teatral. “si el deseo no se atiene a lo que promete, no es porque mienta haciendo espejear en el horizonte unos bienes inaccesibles: el lugar preciso de su mentira es el de presentarse como tendencia, cuando en realidad no es ni una cosa ni otra… De ahí la paradoja schopenhaueriana del hombre prisionero de cadenas ficticias, esclavo de tendencias que no tienden… Tan decepcionante, pero ciertamente menos absurdo, sería un mundo donde las tendencias, por inalcanzables que pudieran ser, estuviesen al menos fundadas con motivo y tendieran en realidad y no sólo en apariencia. Pero el análisis del Querer revela una ausencia de finalidad en el origen mismo de todos los fines que sugiere” C. Rosset
    - Y así la vida del hombre se encuentra atrapada en el círculo infernal del Querer, que hace alternar sin tregua, espera, satisfacción ilusoria y de nuevo, dolor de la espera, sin que se pueda jamás salir de su círculo
    - En el seno de un Querer eternamente repetido, el tiempo ya no cumple su misión fundamental: la de hacer advenir al por-venir. Al contrario, todos los acontecimientos están ya fijados de antemano en una inmovilidad originaria: el futuro no es más que la muerta repetición del pasado. El mundo según Schopenhauer, está muerto desde siempre. Creemos que vive pero en el fondo no es más que el simulacro de una vida postiza “gobernados por la necesidad, obran como si fuesen libres y se creen activos y vivientes mientras que son pasivos y muertos”
    - La vida de los hombres vulgares en quienes predomina el impulso inarticulado y monocorde de la volición oscila como un péndulo entre el dolor y el aburrimiento. Parecidos a estos “relojes a los que se les ha dado cuerda y andan sin saber por qué”, cuando el cese de sus obligaciones les permite un desahogo trata de matar el tiempo libre con el ajetreo de la vida social u otras actividades suplementarias, para evitar caer presa del tedio y protegerse así de la angustiosa revelación del sinsentido de su vida que de algún modo ya presienten.
    - Su doctrina del absurdo da paso a una ética que en su forma más radical propone la autoaniquilación de esa potencia ciega de la voluntad en la que el alma es poseída por un todo que lo rebasa; y en su forma empírica, adaptada al plano de lo posible, propone el aislamiento del individuo frente a un mundo que se le ha vuelto ajeno y hostil

  • Es una gran locura perder en el interior para ganar en el exterior… no obstante Goethe lo ha hecho. Por lo que a mí me toca, mi genio me ha arrastrado enérgicamente por el camino contrario
  • La parte objetiva de la actualidad y de la realidad está en manos de la suerte, y es por consiguiente variable; la mitad subjetiva somos nosotros mismos; es por lo tanto inmutable en su parte esencial. Así a pesar de todos los cambios exteriores, la vida de cada hombre lleva, de un extremo a otro, el mismo carácter: se le puede comparar a una serie de variaciones sobre el mismo tema. Nadie puede salir de su individualidad
  • Goethe dijo “pueblo y lacayo conquistador, reconocen cada vez, que el supremo bien de los mortales es sólo la personalidad” el diván
  • Así pues la condición primera y más esencial para la felicidad de la vida es que existimos, la personalidad; aun cuando no fuese sino porque obra constantemente y en todas las circunstancias, esto bastaría para explicarla; pero además no está sometida a la fortuna como los bienes de las otras dos categorías y no puede sernos arrebatada.
  • Lo que está en nosotros, lo subjetivo, se sustrae a nuestro poder; establecido jure divino, se mantiene invariable durante toda la vida.
  • Lo único que podemos hacer, por nuestra parte, es emplear esta personalidad tal como se nos ha dado, en provecho nuestro; por consiguiente no perseguir sino las aspiraciones que le corresponden; no buscar sino el desarrollo que les es apropiado, evitando cualquier otro; no escoger por tanto sino el estado, la ocupación el género de vida que le conviene
  • En la buena como en la mala fortuna, salvo la eventualidad de una gran desgracia, lo que sucede a un hombre en su vida es de menos importancia que la manera de sentirlo, es decir, la naturaleza y el grado de sensibilidad bajo todos los aspectos.
  • No es lo que son objetivamente y en realidad las cosas, sino lo que son para nosotros, en nuestra percepción, lo que nos hace felices o desgraciados. Esto lo expresó bien Epicteto: conmueven a los hombres no las cosas, sino sus apreciaciones sobre las cosas
  • Una ojeada general nos hace descubrir dos enemigos de la felicidad humana: son el dolor y el tedio
  • El hombre inteligente aspirará ante todo, a evitar cualquier dolor, cualquier molestia y a encontrar el reposo y el ocio; buscará pues una vida tranquila, modesta, defendida de los importunos… así pues la superioridad de la inteligencia conduce a la insociabilidad. (…) El individuo colocado en el extremo opuesto, desde el momento en que la necesidad le da tiempo para tomar aliento, buscará a toda costa pasatiempos y sociedad
  • Con razón dijo pues Aristóteles “la felicidad pertenece a los que se bastan a sí mismos”
  • Aristóteles en la verdad a Nicomaco: dice que todo goce supone una actividad y que por consiguiente el empleo de una fuerza, y no puede existir sin ella. Esta doctrina aristotélica hace consistir la felicidad del hombre en el libre ejercicio de sus facultades predominantes
  • Lo que cada cual busca y ama ante todo, tanto en la simple conversación como forzosamente en el servicio público, es la inferioridad del otro
  • Entre las cosas que uno posee no he contado mujer e hijos, porque más bien es uno poseído por ellos. Con más razón se podría incluir a los amigos.
  • A medida que conozcamos la superficialidad y la futilidad de los pensamientos, los límites reducidos de las nociones, la mezquindad de los sentimientos, lo absurdo de las opiniones (…) entonces comprenderemos que atribuir mucho valor a la opinión de los hombres es hacerles demasiado honor
  • Aunque el orgullo se execre y repruebe en general, estoy no obstante, tentado de creer que eso proviene principalmente de los que no tiene nada de que puedan enorgullecerse
  • La modestia es una virtud inventada principalmente para uso de los pícaros, porque exige que cada cual hable de sí como si fuese uno
  • La opinión de los demás sobre nosotros no puede tener valor para nosotros sino en cuanto que determina o puede determinar eventualmente su conducta para con nosotros
  • El sexo femenino lo reclama y espera absolutamente todo del sexo masculino, todo lo que desea y todo lo que es necesario; el sexo masculino no exige al otro, ante todo y directamente, más que una sola cosa. (…) para que el arreglo pueda llevarse a cabo es necesario que todas las mujeres se mantengan firmes y demuestren esprit de corps. Se presentan entonces como un todo, en filas compactas, ante la masa entera del sexo masculino como ante un enemigo común
  • Sócrates, muchas veces expuesto a recibir golpes, un día recibió una patada, la aceptó sin incomodarse y dijo a uno que se extrañaba de eso “si un asno me hubiese pegado ¿iría a pedirle explicaciones?
  • Hamlet “un discurso elocuente duerme en el oído de un necio”
  • El valor atribuido a la opinión es completamente desproporcionado e irracional hasta el punto de que Hobbes ha podido decir “Todo goce del alma, toda satisfacción proviene de que al compararse con los demás pueda uno tener una elevada opinión de sí mismo”
  • Considero como regla suprema de toda sabiduría en la vida la proposición enunciada por Aristóteles en su moral a Nicomaco “no el placer sino la ausencia de dolor es lo que persigue el sabio”. La verdad de esta sentencia se funda en que todo placer y toda felicidad son de naturaleza negativa, y el dolor es, por el contrario, de naturaleza positiva. … El hombre más feliz es pues el que pasa la vida sin grandes dolores, tanto en lo moral como en lo físico, y no el que tiene de su parte las alegrías más vivas o los goces más intensos. Querer medir por éstos la felicidad de una existencia es recurrir a una medida falsa. Si a un estado libre de dolor viene a agregarse la ausencia de tedio, entonces se logra la felicidad en la tierra en lo que tiene de esencial, porque lo demás no es más que una quimera. Síguese de ahí que nunca hay que comprar placeres a costa de dolores, puesto que eso sería pagar algo negativo y quimérico con algo positivo y real
  • Goethe “el que quiere despojarse de un mal sabe siempre lo que quiere; el que busca más de lo que tiene, es más ciego que un atacado de cataratas. Lo que recuerda ese hermoso adagio francés, le Vieux est l’ennemi de bien
  • No pasa mucho tiempo sin que la experiencia llegue a hacernos comprender que felicidad y placer son una fata morgana que visible de lejos solamente desaparece cuando uno se acerca a él
  • Es pues prudente rebajar a una escala muy modesta nuestras pretensiones a los placeres, a las riquezas, a las posiciones, a los honores, etc porque éstas son las que nos traen mayores infortunios; esta lucha por la felicidad, el esplendor y los goces. Pero esa conducta es ya perspicaz y prudente sólo porque es muy fácil ser extraordinariamente desgraciado y porque es, no difícil, sino completamente imposible ser muy feliz
  • Cuando se quiere apreciar la condición de un hombre desde un punto de vista de su felicidad, no se debe enterar uno de lo que le divierte, sino de lo que le entristece, porque cuanto más insignificante sea en sí lo que le aflige, más feliz será el hombre
  • Horacio “¿Para qué fatigas el espíritu débil con proyectos eternos?
  • Un punto importante para la sabiduría en la vida es la proporción, en la cual consagramos una parte de nuestra atención al presente y otra al porvenir, a fin de que uno no nos eche a perder el otro
  • Es pues completamente insensato rechazar una buena hora presente o echarla a perder por inquietud del porvenir o por disgusto del pasado. Dediquemos el tiempo oportuno a la inquietud y hasta al arrepentimiento
  • Toda restricción hace feliz, cuando más reducido es nuestro círculo de visión, de acción y de contacto, más felices somos; cuanto más vasto es más atormentados o inquietos nos sentimos
  • La máxima de Pitágoras: pásese revista antes de dormirse por la noche, lo que se ha hecho por el día
  • Bastarse a sí mismo, ser todo en todo por sí y poder decir “todo lo llevo conmigo” esa es seguramente, para nuestra felicidad, la condición más favorable. Así pues no debemos cansarnos de repetir la máxima de Aristóteles “la felicidad es de los que se bastan a sí mismos”. … Este sentimiento de poder bastarse por completo, es lo que impide al hombre de valor y rico en el interior, hacer a la vida en común los grandes sacrificios que exige y menos buscarla a costa de una notable abnegación de sí mismo. Es el sentimiento opuesto lo que hace a los hombres vulgares tan sociables y tan acomodaticios; en efecto, les es más fácil resistir a los demás que a sí mismos
  • Los progresos de la inclinación al retiro y al aislamiento no es algo puramente natural, provocada directamente por la necesidad, es más bien solamente el efecto de la experiencia adquirida y meditada; se consigue especialmente después de haberse convencido de la miserable condición moral e intelectual de la mayoría de los hombres. Voltaire “la terre est couverte de gens qui ne méritent pas qu’on leur parle »
  • La envidia es natural a los hombres, sin embargo es un vicio y una desgracia a la vez
  • Nada nos sustrae mejor a la violencia del exterior que la violencia de nosotros mismos; he aquí la significación de esta sentencia de Séneca “si quieres someter todas las cosas a ti mismo, sométete primero a la razón”. Además esta violencia sobre nosotros mismos la tenemos siempre en nuestro poder y en un caso extremo, o bien cuando se fija en nuestro punto más sensible, tenemos la facultad de aflojarla un poco, mientras que la presión exterior no tiene para nosotros consideraciones, miramiento ni compasión. Por eso es prudente prevenir ésta con la otra
  • La vida está en movimiento ha dicho Aristóteles con razón, del mismo modo que nuestra vida física consiste únicamente en un movimiento incesante, así también nuestra vida interior e intelectual exige una ocupación constante
  • Vencer obstáculos es la plenitud del goce en la existencia humana, ya estos obstáculos sean de naturaleza material como en la acción y el ejercicio, o de naturaleza espiritual como en el estudio y las investigaciones
  • Nadie puede ver por encima de sí mismo. Quiero decir con eso, que no se puede ver en otro más de lo que es uno mismo, porque cada cual no puede comprender a otro sino en la medida de su propia inteligencia
  • La Rochefoucauld ha observado muy exactamente que es difícil estimar mucho a un hombre y armarle mucho a la vez. Hay que escoger, pues, entre mendigar el amor o el aprecio de las personas. Helvecio “le degré d’esprit nécessaire pour nous plaire, est une mesure assez exacte du degré d’esprit que nous avons ». Sucede todo lo contrario cuando se trata del aprecio de las personas; no se les arranca sino luchando cuerpo a cuerpo; así que lo ocultan las más de las veces. Por eso nos proporciona una satisfacción interior mucho mayor; está en proporción con nuestro valor, lo cual no es cierto directamente del amor a las personas, porque éste es subjetivo y el aprecio objetivo.
  • Esta lastimosa subjetividad de los hombres, que les hace referirlo todo a ellos y volver, desde cualquier punto de partida, inmediatamente y en línea recta, hacia su persona, está superabundantemente fomentada por la astrología, que refiere la marcha de los granes cuerpos del universo al tímido yo, y que encuentra una correlación entre los cometas en el cielo y las querellas y miserias en la tierra.
  • Los hombres se parecen a los niños que toman malas costumbres cuando se les misma, así que no hay que ser ni muy indulgente ni muy amable para con nadie. … Lo que no pueden sufrir los hombres, sobre todo, es la idea de que uno necesite de ellos; va siempre seguida inevitablemente de arrogancia y de presunción. … Quien no aprecia se hace apreciar (proverbio italiano)
  • Se puede olvidarlo todo excepto a uno mismo, excepto a su propio ser. En efecto, el carácter es absolutamente incorregible, porque todas las acciones humanas parten de un principio íntimo, en virtud del cual un hombre debe obrar siempre lo mismo en idénticas circunstancias y no puede obrar de otra manera. Leed mi Memoria premiada sobre la sedicente libertad de la voluntad y desterrad toda ilusión
  • Hay excepciones, las hay incomprensiblemente importantes, y las diferencias entre las individualidades son inmensas; pero considerado en conjunto, el mundo es malo; los salvajes se devoran entre sí, y los civilizados se engañan mutuamente, y he aquí lo que se llama la marcha del mundo
  • El egoísmo de la naturaleza humana es de tal manera opuesto a este sentimiento de la amistad, que la amistad verdadera forma parte de esas cosas, de las que no se sabe, como de la gran serpiente de mar, si pertenecen a la fábula o existen en algún lugar
  • La Rochefoucauld “Dans l’adversité de nos meilleurs amis, nous trouvons toujours quelque chose que ni nous deplâit pas ». Los que habitualmente se llaman amigos, apenas pueden en esas ocasiones reprimir el estremecimiento insignificante, la ligera sonrisa de la satisfacción. Hay pocas cosas que ponen a las personas tan de buen humor como el relato de alguna calamidad que a uno le ha sobrevenido poco ha, o la confesión sincera que se les hace de alguna debilidad personal.
  • Los amigos se dicen sinceros; los sinceros son los enemigos; así que para aprender a conocerse a sí mismo se debiera tomar su censura como se tomaría una medicina amarga
  • Gracián dijo con razón “para ser bien quisto, el único medio es vestirse la piel del más simple de los brutos”. Revelar talento y juicio ¿no es una manera desfigurada de acusar a los otros su incapacidad y necedad? Una naturaleza vulgar se rebela a la vista de una naturaleza opuesta: el fautor secreto de la rebeldía es la envidia.
  • La cortesía se funda en una convención tácita para no notar unos en otros la miseraia moral e intelectual de la condición humana y para no echársela en cara mutuamente, de donde resulta, en beneficio de ambas partes, que se revela con menor facilidad.
  • En general, vale más manifestar la razón por todo lo que se calla que por todo lo que se dice. Efecto de prudencia es en el primer caso, de vanidad en el segundo.
  • Máximas árabes “lo que enemigo no debe saber, no lo digas a tu amigo” “del árbol del silencio cuelga su fruto: la tranquilidad” “debo guardar mi secreto, es mi prisionero; en cuanto lo suelto, me convierto yo en su prisionero”
  • “Ni amar ni odiar”, esta regla encierra la mitad de toda sabiduría “no decir nada y no creer nada”, he ahí la otra mitad. En verdad debiéramos volver la espalda a un mundo que hace necesarias reglas como éstas y como las siguientes
  • Tres fuerzas dominan el mundo, ha dicho muy exactamente un antiguo: prudencia, fuerza y fortuna, esta última es a mi juicio la más influyente
  • Obrar en virtud de principios abstractos es difícil, y no se consigue sino después de un laborioso aprendizaje y aún entonces, no siempre, pero sí muchas veces son insuficientes estos principios. En cambio, cada cual posee ciertos principios innatos y concretos encerrados en su carne y en su sangre, porque son el resultado de todo su pensar, su sentir y su querer
  • No hay, quizá, ninguna noción para la cual sea tan indispensable la experiencia como para la exacta apreciación de la inconstancia y de la vicisitud de las cosas
  • Nada conserva ese derecho de actualidad/eternidad y sólo el cambio es la cosa inmutable. El hombre prudente es el que no abusa de la estabilidad aparente y prevé además la dirección en que se operará el próximo cambio.
  • El error proviene siempre de una conclusión de efecto a causa
  • Pero nada nos hará soportar con más calma las desgracias que convencernos bien de la verdad que he establecido firmemente en mi obra premiada sobre la libertad de la voluntad, enunciándola así “todo lo que ocurre, desde lo más grande a lo más pequeño, ocurre necesariamente”
  • El hombre de mundo perfecto sería aquel a quien la indecisión nunca le haga quedarse corto y a quien nada haga apurarse tampoco.
  • El valor es después de la prudencia una condición esencial a nuestra felicidad
  • Voltaire “qui n’a pas l’esprit de son âge, de son âge a tout le malheur »
  • La esencia de la poesía, como la de todas las artes, consiste en percibir en cada cosa aislada la idea platónica, es decir, lo esencial y lo que es común a la especie en general; cada objeto nos aparece representado todo su género, y un caso vale por mil.
  • Como lo expresa Spinoza, todas las cosas y las personas “bajo la forma de la eternidad”, cuanto más jóvenes somos, más cada cosa aisladamente representa para nosotros el género entero
  • En la edad madura sabe uno precaverse mejor contra la desgracia; en la juventud, soportarla
  • Sólo en una edad avanzada llega el hombre plenamente al nil admirari (no asombrarse de nada) de Horacio, es decir, a la convicción directa, sincera y firme de la vanidad de todas las cosas y de la inanidad de todas las pompas del mundo; las quimeras han desaparecido.