jueves, 17 de agosto de 2017

Grandes pensadores cristianos. Una pequeña introducción a la teología - Hans Küng

Pablo de Tarso

En todo ello no pasa inadvertido que, incluso en su crítica de la ley, Pablo está meditando sobre la actitud de Cristo. También Jesús, en casos muy concretos -el sábado, los preceptos relativos a la comida y a la purificación- se había pronunciado a favor del “mandamiento de Dios” y contra la aplicación de la Halaká, la “tradición de los hombres” o la “tradición de los patriarcas” exigiendo, en lugar de la pureza cultual-ritual (lavado de manos), la pureza, basada en la ética, del corazón.

Nadie sabía mejor que el propio Pablo que él no era un super-hombre. Nadie tuvo mayor conciencia de la propia humanidad y fragilidad, contrarias a toda pretensión de infalibilidad. Fue un apóstol que siempre vio claramente que él quedaba muy por detrás de la causa de Jesucristo, pero que jamás cayó en la desesperación ni en la resignación, que no renunció jamás a la alegría: “No es que lo tenga ya conseguido -escribe a los filipenses, su comunidad preferida-, ni que yo ya sea perfecto. Sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, porque yo mismo he sido alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante. Corriendo hacia la meta, intento conseguir el premio: la vocación celestial que Dios nos ofrece en Cristo Jesús”

Orígenes
Orígenes fue un cristiano convencido, pero siguió siendo total- mente heleno, como lo atestigua, con admiración e irritación a un tiempo, Porfirio, el biógrafo de Plotino: heleno y cristiano, cristiano y heleno. Era pacifista y rechazaba para los cristianos el servicio militar, pero guardaba fidelidad (excepto en materia de fe) a la autoridad estatal. Él fue quien creó, quien encarnó incluso, el primer modelo de una teología científica, que tendría en todo el mundo antiguo, tanto en Oriente como en Occidente, inmensa repercusión. Se puede incluso decir con plena justificación que Orígenes fue el único auténtico genio entre los Padres de la Iglesia griega.

Los seres que habían pecado levemente, a un cuerpo etéreo: son los ángeles. Quienes pecaron gravemente, al cuerpo más denso: son los demonios. Los intermedios, a un cuerpo terrenal: son los hombres. Responsable de todo lo malo y maligno que hay en el mundo no es, como en muchas mitologías, un ser divino inferior, sino el mal uso de la libertad por parte de las propias criaturas.

Así, hasta la historia de la humanidad puede ser entendida como un grandioso proceso educativo, que a través de las muchas rupturas conduce continuamente hacia arriba: como pedagogía (paideia) de Dios con los hombres. Es decir: la imagen de Dios, que en el hombre había quedado sepultada bajo la culpa y el pecado, resurge, por la providencia y el arte educativa del mismo Dios, en Cristo. Así, según un muy determinado plan de salvación el hombre es llevado a la perfección. En Cristo “ha empezado la unión de la naturaleza divina con la humana, para que la humana, uniéndose íntimamente a lo divino, se vuelva ella misma divina”. Según tal oikonomia, el hecho de que Dios tome carne humana es la condición previa para que el hombre se convierta en Dios.
Pero la pregunta de Harnack acerca del primitivo evangelio está justificada, y hoy tiene que plantearse más urgentemente ante el horizonte, mucho más amplio, de las religiones comparadas; pues la teología cristiana tiene más responsabilidad que nunca en cuanto a la coexistencia ecuménica con otras religiones. ¿Qué preguntas se plantean?
En primer lugar, sobre el propio cristianismo: ¿no se deformará el primitivo mensaje de Jesús y la predicación del Nuevo Testamento de Jesús, el Cristo de Dios, crucificado, resucitado y presente en el Espíritu, si en la teología cristiana, en la literatura y en la vida religiosa el centro de interés se desplaza de la cruz y la resurrección a la concepción, el nacimiento y la “aparición” (epifanía), o incluso a la preexistencia del Hijo de Dios y a su vida divina antes de todos los tiempos? ¿No se ha convertido así el primitivo evangelio, la “palabra de la cruz” paulina, en una doctrina metafísica, triunfalista a priori, en una “teología de la gloria?
Después, de cara al judaísmo: ¿está en consonancia con la Biblia hebrea el hecho de que teólogos cristianos, llevando al extremo la inspiración divina de la Biblia, la vean como un libro de pro- fundos misterios cristianos que ellos intentan dilucidar con ayuda del método alegórico, metafórico, de manera que hasta creen des- cubrir en la Biblia hebrea, en el “Antiguo Testamento”, una trinidad formada por Padre, Hijo y Espíritu?
Finalmente, con la mirada puesta en el islam:¿está en conformidad con la Biblia hebrea, con el Antiguo Testamento, ese acopla- miento, cada vez más riguroso, de la historia de la salvación que narran los libros bíblicos, a un sistema dogmático de creciente complicación, un sistema que ya en el siglo posterior a Orígenes divide a la Iglesia y la involucra en discusiones cada vez más complejas, de tal modo que posteriormente el islam, con su sencillo mensaje -cercano al cristianismo de origen judío- del Dios único, del profeta y Mesías Jesús, y del “sello” de los profetas, Mahoma, tendría tan rotundo éxito?

¿Cuál es ese centro permanente? Lo que creyó desde el principio la comunidad cristiana; lo que da unidad a Pablo y a Juan, Marcos, Mateo y Lucas y a todos los otros testigos del Nuevo Testamento:
-          El hombre Jesús de Nazaret, el crucificado, fue resucitado por Dios a nueva vida y, constituido como Mesías e Hijo, reina como Señor glorificado.
-          Dios, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, es también el mismo Dios al que Jesús llamó su Padre y vuestro Padre.
-          El poder del Espíritu, que alcanzó ese poder en Jesús y por Jesús, es el Espíritu de Dios mismo, que sólo está presente en toda la creación, sino que también da fuerza, consuelo y alegría a todos los que creen en Jesús, el Cristo.

Agustín de Hipona
Como Orígenes, Aurelio Agustín fue un hombre de inmensas dotes, de apasionada entrega a una causa, de coincidencia entre doctrina y vida; Agustín intentó conciliar la fe cristiana y el pensamiento neo-platónico, la idea de Dios según la Biblia y según el neoplatonismo; entendió la teología como reflexión metódica sobre la fe cristiana, una reflexión que no permite la contradicción entre fe y razón: teología como discurso o información especulativa sobre Dios. Como Orígenes, Aurelio Agustín reelaboró, de un modo con- servador e innovador a la vez, todas las tendencias y todos los materiales filosóficos; se consagró a la apologética cristiana y a la exégesis bíblica, a la profundización sistemática y a la predicación práctica del mensaje cristiano; practicó la interpretación alegórica de la Escritura, que en muchos pasajes prefiere el sentido espiritual al literal. Como para Orígenes, también para Aurelio Agustín estuvo Dios, tal y como se reveló en su Logos e Hijo, en el centro de la teología; el alma espiritual, que está en poder del cuerpo, ha de encontrar a través de Cristo el camino de ascenso a Dios; la religión debe ser, en lugar de un fenómeno comunitario y cultual, asunto del corazón. Una de las muchas frases célebres de Agustín reza así: “Nos has creado para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”

El Estado sólo reconocía a la Iglesia católica, cuya autoridad tanto admiraba Agustín desde su conversión; él no creería en el evangelio, había declarado, si la autoridad de la Iglesia católica no le indujera a ello. La subordinación del individuo a la Iglesia como institución, como entidad que administra la salvación, los medios de la gracia: éste sería un elemento característico del cristianismo latino.

Pero el precio de esa “victoria” sería, a largo plazo, elevado, demasiado elevado. Los historiadores opinan hoy que la conversión forzosa de los donatistas fue el inicio de la decadencia de la tan orgullosa Iglesia africana: que los antiguos donatistas, cuyos descendientes, a finales del siglo vi, aún causaban preocupación al papa Gregorio Magno, no tuvieron interés en defender la fe católica. Por eso las Iglesias africanas, incluidas las de Cartago e Hipona, fueron arrolladas por el islam en el siglo VII y desaparecieron de la historia sin dejar huella... (…) Pero Agustín, obispo, varón religioso, que tan convincentemente sabía hablar del amor divino y humano, se ha visto convertido, con su fatal argumentación en la crisis donatista, en el principal testigo de descargo al que se ha recurrido a lo largo de los siglos: testigo en pro de la justificación teológica de conversiones forzosas, inquisiciones y guerras santas contra disidentes de todo tipo, una justificación que se convertiría en un rasgo característico del paradigma medieval y que jamás tuvo el apoyo de los Padres de la Iglesia griega.

La lógica consecuencia de todo ello fue que Pelagio, al contrario que Agustín, rechazó la idea de un “pecado original”, trasmitido por Adán a todos los hombres, idea que ya había sido expuesta en un comentario a Pablo atribuido erróneamente a Ambrosio.

El mal no es la sexualidad en sí misma (dicen los maniqueos), pero sí la pérdida del control (dice Agustín). (…) Que quede bien claro: hasta entonces, ningún autor de la Antigüedad había sacado de tal manera la sexualidad a la luz del frío análisis psicológico...

Contra el moralismo, tan extendido en la antigua Iglesia latina, que tiene excesivamente en cuenta las obras del hombre, él muestra que todo está basado en la gracia de Dios: “¿Qué tienes tú que no hayas recibido?”. Según Agustín, por tanto, el cristianismo tenía que presentarse, no como una religión de las obras y de la ley sino como una religión de la gracia.

Y entonces no puede ponerse en duda que ese mismo Agustín que defendía con razón, contra el primado griego del intelecto, el primado de la voluntad y del amor, que escribió una frase tan grandiosa como “dilige et quod vis fac” (“ama y haz lo que quieras”), que sabía hablar tan maravillosamente de la gracia de Dios, fue también responsable de trayectorias enormemente problemáticas, dentro de la Iglesia latina, y ello en tres puntos determinantes: 1. La represión de la sexualidad en la teología y la Iglesia occidental. 2. La cosificación de la gracia. 3. El miedo a la predestinación en la religiosidad occidental: mientras que los Padres de la Iglesia griega siguen convencidos de que el hombre tiene una capacidad de decisión antes y después de la caída y no saben nada de una forzosa predestinación divina a la salvación o la condenación, y en parte tienden incluso, como Orígenes y los origenistas, a la reconciliación universal al final de los tiempos, Agustín adoptó en su vejez, reaccionando exageradamente contra el pelagianismo, una concepción mitológica maniquea, neutralizó, además, la significación universal de Cristo y redujo a un plano individual, de modo totalmente antipaulino, las afirmaciones de la epístola a los Romanos relativas a Israel y a la Iglesia.

Tomás de Aquino
Para los teólogos anteriores era más fácil; ellos mostraban, por así decir, la legitimidad de la razón, al lado de la fe. Tomás, sin embargo, se veía obligado, como explica en las introducciones a las dos Sumas, a mostrar la legitimidad de la fe al lado de la razón. Un reto totalmente nuevo que obligaba a reflexionar, de un modo nuevo y profundo, sobre la relación entre razón y fe. ¿Cuál era ese modo? (…) Si se acepta esto, la consecuencia es un liberador giro de la totalidad de la teología: un giro hacia lo creado y lo empírico, un giró hacia el análisis racional, un giro hacia la investigación científica.

Frente al agustiniano “credo ut intelligam” (“creo para entender”), en esta teología se halla en primer plano el “intelligo ut credam” (“entiendo para creer”).


Martín Lutero
El punto de partida de la empresa reformadora de Lutero no fue, por tanto, determinados abusos dentro de la Iglesia, ni fue en absoluto el tema de la Iglesia, sino el tema de la salvación: ¿Cómo es la relación del hombre con Dios? ¿Y la de Dios con el hombre? ¿Cómo puede estar el hombre seguro de salvarse por obra de Dios? ¿Cómo puede el hombre pecador enderezar su relación con el Dios justo? ¿Cuándo está justificado ante Dios? Lutero había encontrado la respuesta sobre todo en la epístola a los Romanos del apóstol Pablo: el hombre no puede en absoluto por sí mismo, por muy piadoso que sea, aparecer como justo ante Dios, estar justificado ante él. Dios es quien, con la libertad de su gracia, en su calidad de Dios misericordioso, justifica al pecador, sin que éste lo merezca. Y esa gracia, el hombre sólo puede acogerla si confía lleno de fe. Para Lutero, la fe pasa a ser la más importante de las tres virtudes teologales, con la fe recibe el hombre injusto y pecador la justicia de Dios.

No: la Reforma luterana no preparó el terreno (como se afirma tantas veces en las historias de la Iglesia de autoría protestante) a la Modernidad, a la libertad de religión y a la Revolución Francesa (para ello hará falta otro esencial cambio de paradigma) sino, por lo pronto, al absolutismo y despotismo de los príncipes. Visto en su conjunto, en la Alemania luterana –con Calvino fue distinto- no tomó cuerpo la Iglesia libre cristiana, sino la hegemonía –dudosa desde un punto de vista cristiano- de los príncipes de la Iglesia, una situación que en Alemania tocaría a su fin solo con la revolución que siguió a la Primera Guerra Mundial. Pero todavía en el periodo nacionalsocialista, la resistencia de la Iglesias luteranas a un régimen totalitario de terror como el de Hitler se vio fuertemente reducida por la “doctrina de los dos reinos”, por el sometimiento, normal desde Lutero, de las Iglesias a la autoridad estatal y por la insistencia en la obediencia civil en cosas profanas. Solo de paso podemos mencionar aquí que ya Martín Lutero, en los sermones anteriores a su muerte, habló sobre los judíos de una manera tan repugnante y a-cristiana que a los nacionalsocialistas no les resultó nada difícil hallar en él un testigo de excepción para justificar su odio a los judíos y su agitación antisemita.

Y, finalmente, la última anotación de Lutero: “A Virgilio, con sus poemas de pastores y campesinos, nadie puede comprenderle si no ha sido cinco años pastor o campesino. A Cicerón, con sus cartas, eso me imagino yo, nadie puede comprender le si no ha actuado veinte años en un Estado excelente. La sagrada Escritura que nadie piense haberla comprendido lo suficiente si no ha gobernado las Iglesias cien años con los profetas. No se te ocurra poner la mano en la divina Eneida, antes bien, en profunda adoración sigue sus huellas. Mendigos somos. Es verdad”


Friedrich Schleiermacher
Religión no es ciencia, no es un pensar con la meta de “definir y explicar el universo en consonancia con su naturaleza, como hace la metafísica”. Objeto de la religión no es tampoco la moral, ni el obrar: obrando conforme a la moral influir en el universo, “continuar formándolo en virtud de la libertad y de la libre voluntad divina del hombre, y perfeccionarlo como la moral”. No es que la religión no tenga nada que ver con entendimiento y moral. Pero el objeto de la “religión” es algo autónomo, primigenio, indeducible, inmediato. Lo propio de la religión es una misteriosa vivencia, es un estar movido por el mundo de lo eterno. (…) Dicho más exactamente: la religión pretende vivir con recogimiento el universo, la totalidad de lo que es y de lo que sucede, en -estas categorías son de Fichte- un inmediato contemplar y sentir. (…) Religión no es ni teoría ni práctica,  es ni arte ni ciencia, sino “sentido y gusto de lo infinito”.

Schleiermacher (…) en su “doctrina de la fe” hablará más exactamente de religión como del sentimiento de dependencia por excelencia del hombre.

La cristología de la conciencia de Schleiermacher ha entrañado siempre una dificultad: la conciencia religiosa sólo gira en torno a sí misma, sin tener un objeto propiamente dicho.

Karl Barth.
El f rente por la derecha: Barth protesta en primer lugar contra un catolicismo romano que, como consecuencia de la Escolástica y primer concilio Vaticano, puso a la misma altura a Dios y al hombre, estableciendo así una reciprocidad entre Dios y hombre , naturaleza y gracia, razón y fe, filosofía y teología. Lo extraordinaria- mente pernicioso de ese “condenado y católico” se puso de manifiesto para Barth sobre todo en los dogmas marianos católicos (Jesús y María) y en el modo católico de entender la Escritura y la tradición, Cristo y el papa infalible.
El frente por la izquierda: Barth lucha al mismo tiempo, y no menos, contra el neoprotestantismo liberal que, tras las huellas de Schleiermacher, tomaba como pun to de orientación solamente al hombre religioso, al hombre piadoso, y no a Dios y su revelación.

Mas he aquí la ironía de la historia: el más importante resultado teológico del libro de Balthasar fue que toda aquella diástasis, en la que tanto insistía Barth, de analogía entis o analogía fidei, resultó ser un falso planteamiento. Cualesquiera que sean las prácticas de la religiosidad popular católica, la teología y la Iglesia católicas no quieren meramente nivelar la diferencia entre Dios y hombre, no quieren ni pueden apropiarse de la Revelación, de la gracia de Dios. Atenazado teológicamente con difíciles matices del concepto de naturaleza, Barth, finalmente, tuvo que admitirlo.

Lo admito sin reparos: sin el libro de Balthasar mi propio trabajo sobre Barth no hubiese sido posible. Aprendí de Balthasar que lo católico y lo evangélico son conciliables justamente allí donde ambos son ellos mismos con la mayor lógica interna. De él aprendí sobre todo que Karl Barth, precisamente por representar la más consecuente encarnación de la teología evangélica, es el que más cerca está de la teología católica: evangélicamente centrado en Cristo y precisamente por eso abarcando católicamente lo universal: la posibilidad de una nueva teología ecuménica.
Lo hemos visto al hacer nuestra semblanza de Lutero: desde los tiempos de la Reforma y del concilio de Tren to se ha considerado como el impedimento básico para un acercamiento entre protestantes y católicos la doctrina de la justificación del pecador. Si en este punto se conseguía mostrar una convergencia, o incluso un consenso, eso supondría un logro extraordinario para la superación del cisma de la Iglesia.

¿Qué significa el “credo ut intelligam” de Anselmo? Para Karl Barth, no cabe la menor duda: “Creo para entender”. La “fe” tiene prioridad en todo. Según Barth, el cristiano, desde el principio, tiene que dar un salto a la cosa misma. No ha de tratar de comprender primero (los condicionamientos históricos, filosóficos, antropológicos, psicológicos de la fe), para creer después, como opina Schleiermacher. Sino justamente al revés: primero creer para, indagando después en las “posibilidades” de esa fe, comprenderla. La fe es definida por Barth como conocimiento y aceptación de la palabra de Cristo, la cual sin embargo -y aquí surge la problemática- es identificada muy pronto con el credo cristiano, con la profesión de fe devenida históricamente en el curso de una larga historia.

Cuando se ha dedicado casi toda una vida a estudiar a esos grandes pensadores cristianos (y a algunos más), cuando se ha intentado aprender, renovadamente , de todos ellos sin querer suscribirse to- talmente a ninguno en particular, se plantea uno la pregunta: ¿qué teología es deseable hoy, qué teología tendría que realizar hoy uno mismo? Voy a l imitarme a tres puntos de vista -conciencia ética, estilo y programa de la teología- que en el transcurso de las pasadas décadas han sido importantes para mi propia actividad teológica. En lo tocante a la conciencia ética de toda actividad teológica, hoy, en mi opinión, hace falta lo siguiente:
-          una teología, no oportunista-conformista , sino auténtica
-          una teología, no autoritaria sino libre
-          una teología no tradicionalista sino crítica; una teología que, con libertad y autenticidad, se ha suscrito a la ética científica de la verdad, a la disciplina metodológica y al examen crítico de todos sus planteamientos de problemas, métodos y resultados

-          una teología no confesionalista sino ecuménica; una teología que en la otra teología no ve al adversario sino al interlocutor y que, en lugar de la separación, lo que busca es el mutuo entendimiento, y esto en dos direcciones: ad intra, para la esfera del ecumene intraeclesiástico, intracristiano, y ad extra, para la esfera del ecumene universal extraeclesiástico, extracristiano, con sus diferentes regiones, religiones, ideologías y ciencias.

Migajas filosóficas o un poco de filosofía - Soren Kierkegaard

(…) a un hombre le resulta imposible buscar lo que sabe y le es igualmente imposible buscar lo que no sabe, porque lo que sabe no puede buscarlo, pues ya lo sabe, y lo que no sabe tampoco puede buscarlo, pues ni siquiera sabe qué debe buscar. Sócrates resuelve la dificultad a través de la idea de que todo aprender y todo buscar es sólo recordar, de tal modo que el ignorante no necesita más que rememorar para llegar a ser consciente de lo que sabe. Así pues, la verdad no le es inculcada, pues estaba en él. Más adelante Sócrates desarrolla esta idea. En ella se concentra realmente el pathos griego, ya que se convierte en una prueba de la inmortalidad del alma nótese bien el sentido retrógrado o en una prueba de la preexistencia del alma

Si pudiera soñar en toparme en la otra vida con Sócrates, con Prodikos o con la sirvienta, ni siquiera allí sería ninguno de ellos más que una ocasión. Sócrates lo expresa con intrepidez, afirmando de sí mismo que en los infiernos sólo desearía preguntar, porque la intención final de todo preguntar es que el propio interrogado posee la verdad y ha de alcanzarla por sí solo. El punto de partida temporal es una nada, pues en el instante mismo de descubrir que desde la eternidad había conocido la verdad sin saberlo, en ese mismo ahora el instante se oculta en lo eterno, de tal modo oculto allí dentro que, por así decirlo, tan poco podría hallarlo yo aunque lo buscara, porque no existe ningún Aquí o Allí, sino solamente un ubique et nusquama.

El maestro es Dios, que da la condición y da la verdad.

El hombre necesita de Dios sólo para llegar a saber que Dios es diferente y es entonces cuando consigue saber que Dios es absolutamente diferente de él. Pero que Dios haya de ser absolutamente diferente del hombre no puede tener su fundamento en lo que el hombre debe a Dios (pues  es de ese punto de vista está emparentado con él), sino en lo que se debe a sí mismo o en aquello que le ha hecho culpable. ¿Dónde está, entonces, la diferencia? ¿Dónde sino en el pecado, puesto que la diferencia, la absoluta, ha de ser responsabilidad del hombre mismo?

Si la paradoja y la razón se chocan en la común comprensión de su diferencia, el choque será tan feliz como la comprensión del amor, feliz en la pasión a la que todavía no hemos dado nombre alguno, aunque más tarde vamos a dárselo. Si el choque no se realiza en la comprensión, entonces la relación es infeliz y si puedo atreverme a decirlo a este amor infeliz de la razón

Fácilmente se ve en contraste con esto que !a fe no es un conocimiento, sino un acto de libertad, una manifestación de la voluntad. Cree en el devenir y por ello suprime en sí la incertidumbre que corresponde a la nada de lo no-existente.


El llano en llamas - Juan Rulfo

Pedro Páramo - Juan Rulfo

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo.

Sí, Dorotea. Me mataron los murmullos. Aunque ya traía retrasado el miedo. Se me había venido juntando, hasta que ya no pude soportarlo. Y cuando me encontré con los murmullos se me reventaron las cuerdas.

Ya déjate de miedos. Nadie te puede dar ya miedo. Haz por pensar en cosas agradables porque vamos a estar mucho tiempo enterrados.

Hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo. Y aunque lo hubiera hecho, ¿qué habría ganado? El cielo está tan alto, y mis ojos tan sin mirada, que vivía contenta con saber dónde quedaba la tierra.

Esperaba que alguna vez. Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague.

Dice que ella escondía sus pies entre las piernas de él. Sus pies helados como piedras frías y que allí se calentaban como en un horno donde se dora el pan. Dice que él le mordía los pies diciéndole que eran como pan dorado en el horno. Que dormía acurrucada, metiéndose dentro de él, perdida en la nada al sentir que se quebraba su carne, que se abría como un surco abierto por un clavo ardoroso, luego 97 tibio, luego dulce, dando golpes duros contra su carne blanda; sumiéndose, sumiéndose más, hasta el gemido. Pero que le había dolido más su muerte.

¡Señor, tú no existes! Te pedí tu protección para él. Que me lo cuidaras. Eso te pedí. Pero tú te ocupas nada más de las almas. Y lo que yo quiero de él es su cuerpo. Desnudo y caliente de amor; hirviendo de deseos; estrujando el temblor de mis senos y de mis brazos. Mi 98 cuerpo transparente suspendido del suyo. Mi cuerpo liviano sostenido y suelto a sus fuerzas. ¿Qué haré ahora con mis labios sin su boca para llenarlos? ¿Qué haré de mis adoloridos labios?

Faltaba mucho para el amanecer. El cielo estaba lleno de estrellas, gordas, hinchadas de tanta noche.

¿Y por qué no te juntas con ellos? Ya te he dicho que hay que estar con el que vaya ganando.

En el comienzo del amanecer, el día va dándose vuelta, a pausas; casi se oyen los goznes de la tierra que giran enmohecidos; la vibración de esta tierra vieja que vuelca su oscuridad.


Mientras agonizo - Faulkner

De vez en cuando se piensan cosas. No con demasiada frecuencia, sin embargo. Lo que es buena cosa. Pues el Señor quiere que obremos y no perdamos demasiado tiempo pensando, porque nuestro cerebro es como una pieza de relojería: no aguanta siempre en marcha. Es mejor cuando funciona siempre igual, cuando hace su tarea diaria y no usa ninguna de sus partes más de lo necesario.

Entonces sólo recordaba que mi padre decía que el sentido de la vida era prepararse para estar muerto mucho tiempo.

domingo, 9 de julio de 2017

Desaprendizajes - J.M. Caballero Bonald

Contra lo unitario
Las pausas, intervalos, paréntesis que jalonan las fases del recuerdo se confabulan contra lo unitario, quebrantan esa frágil correlación de semejanzas entre los que sucesivamente he sido.
El que fui y el que soy, ¿continuarán en todo caso estando juntos?

Sobre la eficacia de la duda
Qué palabra inhumana la palabra certeza, dije en difusos días discordantes.

Y quedeme no sabiendo
La explícita, apremiante realidad me desconsuela como los desperdicios que devuelve la marea, como un ramo de flores marchitas sobre el mármol lunar, como una alacena que ha sido desposeída al amanecer por la desesperación.

Miraba la mar
Hay quien pretende dilapidar la vida cuando ya solo quedan rastros de haber vivido.

El pasado comienza en este mismo instante.

Fin de ciclo
Llegó la desventura por la parte del sur y procuré atajarla, la negué setenta veces siete antes de que alcanzase el tamaño oneroso de la frustración. Entró como un navío a la deriva, sin luz ni gobernalle, y acabó encallando en la desapacible habitación donde ciertos olvidos encuentran acomodo.

Volver adonde nunca
Una tenaz gama de blancos fundidos bruscamente en negro se estampa entre las lindes no visibles del día. Ya no eres quien eras hace solo un instante ni vas de no se sabe dónde a sitio alguno...

Corazón tan blanco - Javier Marías

No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. 

Así, lo que vemos y oímos acaba por asemejarse y aun igualarse con lo que no vimos ni oímos, es sólo cuestión de tiempo, o de que desaparezcamos. Y a pesar de todo no podemos dejar de encaminar nuestras vidas hacia el oír y el ver y el presenciar y el saber, con el convencimiento de que esas vidas nuestras dependen de estar juntos un día o responder a una llamada, o de atrevernos, o de cometer un crimen o causar una muerte y saber que fue así.

Me di cuenta de que no lo sabía por la imposibilidad de saber la verdad, la cual, sin embargo, no siempre me ha parecido determinante a la hora de tomar partido por las cosas o por las personas.

No era desconfianza ni falta de compañerismo ni ganas de ocultamiento. Era simplemente instalarse en el convencimiento o superstición de que no existe lo que no se dice. Y es verdad que sólo lo que no se dice ni se expresa es lo que no traducimos nunca.

Escuchar es lo más peligroso. Es saber, estar al tanto. Los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado tarde

 'La gente quiere en buena medida porque se la obliga a querer', había dicho la adalid inglesa. Y luego había añadido: 'Cualquier relación entre las personas es siempre un cúmulo de problemas, de forcejeos, también de ofensas y humillaciones'. Y un poco más tarde: 'Todo el mundo obliga a todo el mundo, no tanto a hacer lo que no quiere, sino más bien lo que no sabe si quiere, porque casi nadie sabe lo que no quiere, y menos aun lo que quiere, no hay forma de saber esto último'. Y aún había continuado, mientras nuestro muy alto cargo guardaba silencio, quizá ya cansado de aquel discurso o como si estuviera aprendiendo algo: 'A veces los obliga algo externo o quien ya ha dejado de estar en sus vidas, los obliga el pasado, su desconcierto, su propia historia, su desdichada biografía. O incluso cosas que ignoran y no están a su alcance, la parte de nuestra herencia que llevamos todos y desconocemos, quién sabe cuándo se inició ese proceso...'

Todo el mundo obliga a todo el mundo, no tanto a hacer lo que no quiere, sino más bien lo que no sabe si quiere, porque casi nadie sabe lo que no quiere, y menos aun lo que quiere, no hay forma de saber esto último. Si nadie fuera nunca obligado a nada el mundo se detendrá, todo permanecerá flotando en una vacilación global y continua, indefinidamente. La gente solo quiere dormir, los arrepentimientos anticipados nos paralizarían, imaginar lo que viene después de los actos aun no cometidos es siempre horrible, por eso los gobernantes somos tan imprescindibles, estamos aquí para tomar las decisiones que los demás nunca tomarán, inmovilizados por sus dudas y por la falta de voluntad.

(…) La vida o los venideros años no dependen de lo que se hace, sino de lo que se sabe de uno, de lo que se sabe que ha hecho y de lo que no se sabe porque no hubo testigos y se ha callado. Quizás hay que aceptar el engaño, que es parte de la verdad, como la verdad del engaño, nuestro pensamiento es oscilante y ambiguo y no tolera que no haya recelos, para él habrá siempre zonas de sombra (…).

Cuántas cosas se van no diciendo a lo largo de una vida o historia o relato, a veces sin querer o sin proponérselo.

Guarda silencio quien ya tiene algo y puede perderlo, no quien ya lo perdió o está a punto de ganarlo.

(…) tal vez Berta le habría contado toda mi historia por hablar de algo, sobre la almohada se traiciona y denigra a los otros, se revelan sus mayores secretos y se dice la única opinión que halaga al que escucha, y que es la desestimación del resto: todo lo ajeno a ese territorio se convierte en prescindible y secundario si no en desdeñable, es allí donde más se abjura de las amistades y de los pasados amores y también de los presentes (…)

Era una voz vacilante, como si estuviera  hablando sin estar convencido de querer hacerlo, como si se diera cuenta de que las cosas se dicen muy fácilmente (basta con empezar, una palabra tras otra) pero una vez oídas ya no se olvidan, se saben. Como si recordara eso.

Pude callar y callar para siempre, pero uno cree que quiere más porque cuenta secretos, contar parece tantas veces un obsequio, el mayor obsequio que puede hacerse, la mayor lealtad, la mayor prueba de amor y entrega. Y se hacen méritos contando. De repente a uno no le basta con decir tan sólo encendidas palabras que se gastan pronto o se hacen repetitivas. Tampoco le basta a quien las escucha. El que dice es insaciable y es insaciable el que escucha, el que dice quiere mantener la atención del otro infinitamente, quiere penetrar con su lengua hasta el fondo (»la lengua como gota de lluvia, la lengua al oído«, pensé), y el que escucha quiere ser distraído infinitamente, quiere oír y saber más y más, aunque sean cosas inventadas o falsas.

Ella me obligo a quererla al principio, luego quiso casarse y yo no me opuse, su madre, las madres quieren que las hijas se casen, o lo querían entonces (»Todo el mundo obliga a todo el mundo«, pensé» y si no el mundo se detendría, todo permanecería flotando en una vacilación global y continua, indefinidamente. La gente solo quiere dormir, los arrepentimientos anticipados nos paralizarían«).

Se, o creo, que lo que haya sucedido o suceda entre Luisa y yo no lo sabré tal vez hasta dentro de mucho tiempo, o quizá no me toque saberlo a mí sino a mis descendientes, si tenemos alguno, o a alguien desconocido y ajeno y que acaso tampoco se encuentre aun en el codiciado mundo, nacer depende de un movimiento, de un gesto, de una frase pronunciada en el otro extremo de ese mismo mundo.

A veces tengo la sensación de que nada de lo que sucede sucede, de que todo ocurrió y a la vez no ha ocurrido, porque nada sucede sin interrupción, nada perdura ni persevera ni se recuerda incesantemente, y hasta la más monótona y rutinaria de las existencias se va anulando y negando a sí misma en su aparente repetición hasta que nada es nada ni nadie es nadie que fueran antes, y la débil rueda del mundo es empujada por desmemoriados que oyen y ven y saben lo que no se dice ni tiene lugar ni es cognoscible ni comprobable. A veces tengo la sensación de que lo que se da es idéntico a lo que no se da, lo que descartamos o dejamos pasar idéntico a lo que tomamos y asimos, lo que experimentamos idéntico a lo que no probamos, y sin embargo nos va la vida y se nos va la vida en escoger y rechazar y seleccionar, en trazar una línea que separe esas cosas que son idénticas y haga de nuestra historia una historia única que recordemos y pueda contarse, sea al instante o al cabo del tiempo, y así ser borrada o difuminada, la anulación de lo que vamos siendo y vamos haciendo. Volcamos toda nuestra inteligencia y nuestros sentidos y nuestro afán en la tarea de discernir lo que será nivelado, o ya lo está, y por eso estamos llenos de arrepentimientos y de ocasiones perdidas, de confirmaciones y reafirmaciones y ocasiones aprovechadas, cuando lo cierto es que nada se afirma y todo se va perdiendo. Jamás hay conjunto, o acaso es que nunca hubo nada. Solo que también es verdad que a nada se le pasa el tiempo y todo esta ahí, esperando a que se lo haga volver, como dijo Luisa.


sábado, 3 de junio de 2017

La inmortalidad – Milan Kundera

Era el encanto del gesto, ahogado en la falta de encanto del cuerpo. Pero aquella mujer, aunque naturalmente tenía que saber que ya no era hermosa, lo había olvidado en aquel momento. Con cierta parte de nuestro ser vivimos todos fuera del tiempo. Puede que sólo en circunstancias excepcionales seamos conscientes de nuestra edad y que la mayor parte del tiempo carezcamos de edad. 

El peligro del odio consiste en que nos ata al adversario en un estrecho abrazo.

Yo fui derrotada. Tú te rendiste.

Nunca sabremos por qué irritamos a la gente, qué es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen es para nosotros nuestro mayor misterio.

Es una ilusión ingenua creer que nuestra imagen no es más que una apariencia tras la cual está escondido nuestro yo como la única esencia verdadera, independientemente de los ojos del mundo. Los imagólogos han descubierto con cínico radicalismo que es precisamente todo lo contrario: nuestro yo es una mera apariencia, inaprehensible, nebulosa, mientras que la única realidad, demasiado aprehensible y descriptible, es nuestra imagen a los ojos de los demás. Y lo peor es que no eres su dueño. Primero intentas dibujarla tú mismo, después quieres al menos influir en ella y controlarla, pero en vano: basta con una frase malintencionada y te conviertes para siempre en una caricatura tristemente simple.

Pero lo que Bettina denomina “wahre Liebe” (amor verdadero), no es un amor-relación, sino un amor-sentimiento; un fuego encendido por una mano celestial en el alma del hombre, una antorcha bajo cuya luz el que ama “busca al amado en cada encarnación”. Un amor semejante (amor-sentimiento) no sabe lo que es la infidelidad, porque, aunque cambie el objeto del amor, el amor en sí sigue siendo siempre la misma llama encendida por la misma mano celestial.
(…) el motivo y el sentido de su amor no era Goethe, sino el amor.

El homo sentimentalis no puede ser definido como un hombre que siente (porque todos sentimos), sino como un hombre que ha hecho un valor del sentimiento. A partir del momento en que el sentimiento se considera un valor, todo el mundo quiere sentir; y como a todos nos gusta jactarnos de nuestros valores, tenemos tendencia a mostrar nuestros valores […]. Es parte de la definición de sentimiento el que nazca en nosotros sin la intervención de nuestra voluntad, frecuentemente contra nuestra voluntad. En cuanto queremos sentir (decidimos sentir, tal como Don Quijote decidió amar a Dulcinea) el sentimiento ya no es sentimiento, sino una imitación del sentimiento, su exhibición. A lo cual suele denominarse histeria. Por eso, el homo sentimentalis (es decir, el hombre que ha hecho del sentimiento un valor) es en realidad lo mismo que el homo hystericus.

Pienso luego existo, es el comentario de un intelectual que subestima el dolor de muelas. Siento luego existo es una verdad que posee una validez mucho más general y se refiere a todo lo vivo. Mi yo no se diferencia esencialmente del de ustedes por lo que piensa. Gente hay muchas, ideas pocas: todos pensamos aproximadamente lo mismo y las ideas nos las traspasamos, las pedimos prestadas, las robamos. Pero cuando alguien me pisa el pie, el dolor sólo lo siento yo. La base del yo no es el pensamiento, sino el sufrimiento, que es el más básico de todos los sentimientos. En el sufrimiento, ni siquiera un gato puede dudar de su insufrible yo. En un sufrimiento fuerte, el mundo desaparece y cada uno de nosotros está a solas consigo mismo. El sufrimiento es la universalidad del egocentrismo. (…) No soy digno de mi sufrimiento, una gran frase. De ella se deriva que el sufrimiento que el sufrimiento no sólo es la base del yo, su única prueba ontológica indudable, sino que es también de todos los sentimientos el que merece mayor respeto: el valor de todos los valores.

El gesto de ansia de inmortalidad sólo conoce dos sitios en el espacio: yo aquí y el horizonte allá a lo lejos; sólo dos conceptos: el absoluto que es el yo y el absoluto del mundo. Ese gesto nada tiene que ver con el amor, porque el otro hombre, el prójimo, quienquiera que se encuentre entre esos dos polos extremos (yo y el mundo), queda de antemano eliminado del juego, apartado, inadvertido. (…) En el origen de su lucha hay un amor excitado e insatisfecho por su yo, al que desea dar rasgos expresivos para enviarlo luego (mediante el gesto de ansia de inmortalidad que hemos descrito) al gran escenario de la historia, en el que están fijos miles de ojos; y nosotros sabemos, como lo demuestra el ejemplo de Míshkin y Nastasia Filíppovna, que bajo el efecto de miradas intensas el alma crece, se hincha, es cada vez mayor, y finalmente se eleva hacia el cielo como una magnífica aeronave iluminada. Lo que hace que la gente levante el puño, lo que le pone fusiles en la mano, lo que la impulsa a la lucha común por causas justas e injustas, no es la razón, sino el alma hipertrofiada. Ella es la gasolina sin la cual el motor de la historia no giraría y sin la cual Europa estaría tumbada en la hierba viendo pasar perezosamente las nubes en el cielo.

“Depuis huit jours, j'avais déchiré mes bottines aux cailloux des chemins ...”, escribe Rimbaud. Camino: franja de tierra por la que se va a pie. La carretera se diferencia del camino no sólo porque por ella se va en coche, sino porque no es más que una línea que une un punto a otro. La carretera, no tiene su sentido en sí misma; el sentido sólo lo tienen los dos puntos que une. El camino es un elogio del espacio. Cada tramo del camino tiene sentido en sí mismo y nos invita a detenernos. La carretera es la victoriosa desvalorización del espacio, que gracias a ella no es hoy más que un simple obstáculo para el movimiento humano y una pérdida de tiempo. Antes de que los caminos desaparecieran del paisaje, desaparecieron del alma humana: el hombre perdió el deseo de andar, de caminar con sus propias piernas y disfrutar de ello. Ya ni siquiera veía su vida como un camino, sino como una carretera: como una línea que va de un punto a otro punto, del grado de capitán al grado de general, de la función de esposa a la función de viuda. El tiempo de la vida se convirtió para él en un simple obstáculo que hay que superar a velocidades cada vez mayores. El camino y la carretera son también dos concepciones diferentes de la belleza. Cuando Paul dice que en tal o cual lugar hay un paisaje hermoso, eso significa: si paras el coche verás un hermoso castillo del siglo xv y junto a él un parque; o: hay allí un lago y, por su brillante superficie, que se extiende a lo lejos, navegan los cisnes. En el mundo de las carreteras un paisaje hermoso significa: una isla de belleza unida por una larga línea a otras islas de belleza. En el mundo de los caminos la belleza es ininterrumpida y constantemente cambiante; a cada paso nos dice: “¡Detente!”.

Es más fuerte porque convirtió su debilidad en arma y en superioridad moral: es víctima de una injusticia, la ha abandonado su amante, sufre, intenta suicidarse

La base del pudor no es un error nuestro, sino el oprobio, la humillación que sentimos por tener que ser lo que somos sin haberlo elegido y la insoportable sensación de que esa humillación se ve desde todas partes. (…) Cuando su padre se estaba muriendo, ella estaba sentada al borde de su cama. Antes de entrar en la última fase de la agonía, le dijo: «Ya no me mires», y ésas fueron las últimas palabras que oyó de su boca, su último mensaje. Le obedeció; inclinó la cabeza hacia el suelo, cerró los ojos, pero le cogió la mano y no se la soltó; dejó que lentamente y sin ser visto se fuese al mundo en el que ya no hay rostros.

Una persona que se encuentra fuera del mundo no es sensible al dolor del mundo.

¿Cómo vivir en un mundo con el que uno no está de acuerdo? ¿Cómo vivir con la gente si uno no considera suyas ni sus penas ni sus alegrías? Si sabe que no es parte de ellos. El amor o el convento, pensaba Agnes. El amor o el convento: dos modos en que el hombre puede rechazar la computadora divina, dos modos de escapar de ella.

Biografía: cadena de acontecimientos que consideramos importantes para nuestra vida. Pero ¿qué es importante y qué no lo es? En vista de que no lo sabemos (y de que ni siquiera se nos ocurre plantearnos una pregunta tan estúpidamente sencilla) aceptamos como importante lo que consideran importante los demás, por ejemplo el empresario que nos obliga a rellenar unos formularios: fecha de nacimiento, profesión de los padres, estudios, cambios de empleo y lugar de residencia (en mi antigua patria añadían: pertenencia al partido comunista), bodas, divorcios, nacimiento de los hijos, enfermedades graves, éxitos, fracasos. Es terrible pero es así: hemos aprendido a ver nuestra propia vida según la visión que de ella nos dan los formularios burocráticos o policiales.


De muy joven, era pudoroso y trataba de estar a oscuras al hacer el amor. Pero en la oscuridad tenía los ojos abiertos de par en par para ver al menos algo, gracias al débil rayo que se filtraba por la persiana. Después no sólo se acostumbró a la luz, sino que la requería. Cuando comprobaba que su acompañante tenía los ojos cerrados, la obligaba a abrirlos. Y un día comprobó con sorpresa que hacía el amor con la luz encendida pero que cerraba los ojos. Hacía el amor y recordaba. Oscuridad con los ojos abiertos. Luz con los ojos abiertos. Luz con los ojos cerrados. El cuadrante de la vida.

Bartleby y compañía – Enrique Vila-Matas

Mi epigrama favorito de Dufoo (hijo): “en su trágica desesperación arranca, brutalmente, los pelos de su peluca”.

“La dignidad de la inteligencia reside en reconocer que está limitada y que el universo se encuentra fuera de ella” Pessoa La educación del estoico

El caso de Hofmannsthal es uno de los más singulares y polémicos del arte de la negativa, por su fulgurante ascenso de niño prodigio de las letras, por la crisis de escritura que posteriormente le sobreviene (y que refleja en su Carta de Lord Chandos, pieza emblemática del arte de la negativa) y por su sucesiva y prudente corrección de rumbo.

Hablar – parecen indicarnos tanto Wakefield como Bartleby- es pactar con el sinsentido del existir.

Siempre fue una vieja aspiración de Oscar Wilde, expresada en El crítico como artista, “no hacer absolutamente nada, que es la cosa más difícil del mundo, la más difícil y la más intelectual” (…) El hombre que había dicho que “el trabajo es la maldición de las clases bebedoras” huyo de la literatura como de la peste y se dedicó a pasear, beber y en muchas ocasiones, a la contemplación dura y pura. (…) A su muerte, un periódico parisino recordó muy oportunamente unas palabras de Wilde “Cuando no conocía la vida, escribía; ahora que conozco su significado, no tengo nada más que escribir”.

Los talentos de primer orden –escribe Schopenhauer- jamás serán especialistas.

¿Te da miedo el silencio?

Ahora creo observarlo con perfecta visibilidad: dadas las feroces reacciones que no callar provoca en algunos enclaves controlados por ágrafos, ¿cómo no va a estar profundamente arraigada en mí “la pulsión negativa, la atracción por no hacer nada”?  Lo está, pero no cedí nunca a esa atracción, precisamente por el miedo que me produce el silencio. 

viernes, 17 de marzo de 2017

De senectute – Cicerón

Pues bien, cuando lo medito en mi interior, encuentro cuatro motivos por los que la vejez puede parecer miserable. La primera, porque aparta de las actividades; la segunda, porque debilita el cuerpo; la tercera, porque priva de casi todos los placeres; la cuarta, porque no está lejos de la muerte. Si os parece bien, veamos qué entidad tiene y lo justa que es cada una de estas razones.

La vejez aparta de las actividades. ¿De cuáles? ¿Acaso de las que se llevan a cabo mediante la juventud y las fuerzas? ¿Es que no hay actividades propias de la ancianidad que se realizan con la mente, a pesar de estar débiles los cuerpos?

Ahora no deseo yo las fuerzas de un joven más de lo que, siendo joven, deseaba las de un toro o un elefante. Hay que aprovecharse de lo que hay y, hagas lo que hagas, hacerlo según tus fuerzas. (...) utiliza ese don mientras lo tengas; cuando lo pierdas, no lo eches de menos. 

Queda la cuarta causa, la que más parece angustiar y tener en vilo a los de nuestra edad, la cercanía de la muerte, que ciertamente no puede estar lejos de la vejez. (…) ¿De qué tengo que tener miedo si después de la muerte no voy a ser desgraciado y puede que hasta sea feliz?

Pero el joven espera que va a vivir mucho tiempo, y esto un anciano no puede esperarlo. (...) Esta esperanza no la tiene el viejo y por ello está en mejor condición que el joven, puesto que lo que éste espera aquél lo ha conseguido ya: éste quiere vivir mucho, aquél ya vivió mucho


No hay ningún término cierto de la vejez y se vive bien en ella mientras puedas desempeñar y cumplir con las obligaciones de tu trabajo y despreciar a la muerte. De lo cual se deduce que la vejez es incluso más animosa y fuerte que la juventud.

La mancha humana – Philip Roth

Vio el destino que le aguardaba, y no estuvo dispuesto a aceptarlo. Lo comprendió intuitivamente y se replegó de una manera espontánea. No puedes permitir que los grandes te impongan su intolerancia, del mismo modo que no puedes permitir que los pequeños se conviertan en un nosotros y te impongan su ética. No aceptaría la tiranía del nosotros, la cháchara del nosotros y todo lo que el nosotros quiere volcarte encima. Jamás se doblegaría ante la tiranía del nosotros que se muere por absorberte, el nosotros coactivo, inclusivo, histórico, ineludiblemente moral con su insidioso E pluribus unum. Ni el ellos de Woolworth's ni el nosotros de Howard, sino el puro yo con toda su agilidad. El conocimiento de sí mismo: ese era el puñetazo en la boca del estómago. La singularidad. La lucha apasionada por la singularidad. El animal singular. La deslizante relación con todo. No estática sino deslizante. Conocimiento de sí mismo, pero oculto. ¿Qué es más potente que eso?

A cierta edad, uno debería vivir sin hacer mucho caso de los agravios pasados ni invitar a la resistencia en el presente al presentar un desafío a la mojigatería existente. Sin embargo, renunciar a cualquier papel que no sea el asignado por la sociedad, en este caso el papel asignado al respetable jubilado, a los setenta y un años, es sin duda lo adecuado, y por ello, para Coleman Silk, como ya hace largo tiempo le demostró con la imprescindible crueldad a su propia madre, es lo inaceptable.

Así que voy a ti. Eso es mucho, pero es lo único que hay. Bailo delante de ti desnuda con las luces encendidas, y tú también estás desnudo, y todo lo demás no importa. Es lo más sencillo que hemos hecho jamás..., es lo que nos conviene. No lo estropees pensando que es algo más. No hagas eso, y yo tampoco lo haré. No tiene que ser nada más que esto. ¿Sabes una cosa? Te veo, Coleman.»

Y recordó lo que las furcias le habían dicho, la gran sabiduría de las putas: «Los hombres no te pagan para que te acuestes con ellos. Te pagan para que te vayas a casa».

—Eso es lo que pasa cuando a uno lo crían a mano —dijo Faunia—, es lo que ocurre por haber estado toda su vida con gente como nosotros. La mancha humana. Lo dijo sin repulsión ni desprecio ni condena, ni siquiera con tristeza. Esa es la realidad..., a su manera lacónica eso era todo lo que Faunia le estaba diciendo a la chica que daba de comer a la serpiente: dejamos una mancha, dejamos un rastro, dejamos nuestra huella. Impureza, crueldad, abuso, error, excremento, semen..., no hay otra manera de estar aquí. No tiene nada que ver con la desobediencia. No tiene nada que ver con la indulgencia, la salvación o la redención. Está en todo el mundo, nos habita, es inherente, definitoria. La mancha que está ahí antes que su marca. Está ahí sin la señal. La mancha tan intrínseca que no requiere una señal. La mancha que precede a la desobediencia, que abarca la desobediencia y embrolla toda explicación y comprensión. Por ese motivo toda purificación es una broma, y una broma bárbara, por cierto. La fantasía de la pureza es detestable. Es demencial. ¿Qué es el empeño en purificar sino más impureza? Todo lo que ella decía acerca de la mancha era que es ineludible.


En tiempos de mis padres y hasta bien entrados en los de usted y los míos, la insuficiencia era cosa del alumno, pero lo es de la disciplina. Leer a los clásicos es demasiado difícil, por lo que la culpa la tienen los clásicos. Hoy el alumno hace valer su incapacidad como un privilegio. Si no puedo aprender una cosa es porque hay algo erróneo en ella, y especialmente en el mal profesor que quiere enseñarla. Ya no hay criterios, señor Zuckerman, sino solo opiniones

viernes, 3 de marzo de 2017

El ruido y la furia – William Faulkner

Te lo entrego no para que recuerdes el tiempo, sino para que de vez en cuando lo olvides durante un instante y no agotes tus fuerzas intentando someterlo. Porque nunca se gana una batalla, dijo. Ni si quiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre de su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles.

La mejor forma de tratar a la gente, blanca o negra, es tomándola por lo que creen ser, y luego dejarlos en paz

Se puede ignorar el sonido durante mucho tiempo, pero luego un tictac instantáneo puede recrear en la mente intacta el largo desfilar del tiempo que no se ha oído.

Un hombre es la suma de sus desgracias. Se puede creer que la desgracia acabará cansándose algún día, pero entonces tu desgracia es el tiempo.


No es cuando adviertes que nada sirve de ayuda -religión, orgullo, nada- es cuando adviertes que no necesitas ayuda

La resistencia íntima (Ensayo de una filosofía de la proximidad) – Josep Maria Esquirol

La diferencia entre Heráclito y los forasteros consiste en que, mientras que el primero es capaz de captar el calado de la cotidianidad porque ha asumido expresamente la propia finitud, los segundos, no. Buscan “fuera” y lejos lo que, por el momento, son incapaces de ver.

De la reflexión sobre el propio yo se han dicho muchas cosas muy diferentes. La tradición agustiniana sobresale por haber situado en el “interior” la verdad y el camino hacia Dios mismo “No salgas fuera, vuelve a ti mismo; la verdad está en el interior del hombre”.

Reconocemos que resistencia íntima es el nombre de una experiencia, propia de la comarca de la proximidad; comarca que no es visita de un día, sino habitual estancia. Pero hoy cuesta quedarse en ella. La proximidad no se mide en metros ni en centímetros. Su opuesto no es la lejanía sino, más bien, la ubicua monocronía del mundo tecnificado. Hemos visto cómo la cotidianidad y el gesto de la casa son importantísimas modalidades de la experiencia de la proximidad. Ahora le añadimos la cura del sí, que es la reflexión, y el pensar, vistos principalmente, como un camino de ida hacia la originalidad.

La resistencia al imperio de la actualidad viene de la memoria y de la imaginación. Una y otra se resisten a la cooperación de la actualidad consistente en abandonar el pasado, en borrarlo, y en hacer como si el—ahora flujo que brota del futuro— lo fuese todo. Que memoria e imaginación pasen por sus peores momentos no hace más que confirmar la eficacia del dominio. Pero ¿qué somos, nosotros, sin memoria? La gente sencilla «sabía», también, que hay algo precioso en el recuerdo de una vida. La memoria no es memoria del tiempo pasado, sino ampliación y enriquecimiento del presente. Sólo a causa de la memoria el tiempo pasado no está acabado y el presente (lo que nos es «presente») no se reduce y pervierte en la actualidad. La resistencia empieza inevitablemente cuando se mira hacia atrás. La ciencia es siempre una mirada hacia adelante, y la retórica política también. Pero el ademán más propio del pensamiento es volverse, mirar atrás. Y entonces las cosas se tambalean y amenaza el absurdo. El problema grave es mirar atrás. Y, aunque no tanto, comienza ya a ser problema, hoy, mirar a un lado. En cambio, estar pendiente de la actualidad es evasión, abstracción, huida. En este caso se produce un perfecto acoplamiento con la lógica científica. Mientras uno de los principales imperativos al que se ve confrontado el pensamiento es que nada de lo que ha sucedido puede anularse (irreversibilidad), la lógica tecnocientífica tiene otra manera de funcionar, más en la línea de la omnipotencia y de la continua apertura de posibilidades

Plutarco “la paciencia tiene más poder que la fuerza”

Hemos explicado por qué el sentido de la existencia humana en modo alguno puede ser ajeno a la experiencia nihilista, experiencia que nunca terminamos de superar y cuya sombra es inevitable. Trauma originario, aunque biográficamente precedido por el añorado tiempo de la ingenuidad. Por eso la existencia es siempre postraumática. Y por eso, también, adquiere todo su sentido el retorno a la normalidad, la distracción o incluso el duelo.  Retorno a la normalidad que hemos planteado como tarea de apropiación del día a día; distracción, siempre parcial, a modo de paréntesis y duelo (como esfuerzo de asunción de la pérdida) para no perderse en la pérdida y resistir a pesar de todo.

El prójimo, la casa, la cotidianidad, la cura son elementos de una filosofía de la proximidad que ha reconocido la experiencia del nihilismo y de la intemperie como fundadoras. Estos elementos de la proximidad se dejan integrar en el sentido de la resistencia. La gente sencilla lo ha sabido siempre: vale la pena resistir. La reflexión filosófica llega tarde –como siempre— pero llega.

La resistencia como oposición al dominio impuesto, al abuso de poder, a la homogeneidad de los discursos únicos que obstaculizan la diferencia, la circulación enriquecedora de ideas...


Que la actualidad no sea una losa, que su homogeneidad no nos ahogue, que su dogmatismo sea revisado y criticado. O resistimos, o la comunidad de hombres libres ya no será horizonte; ni la memoria será sentido. La actualidad promueve y pide fascinación. Pero la humildad también es una respuesta y no es casual que la humildad sea ajena a la fascinación; no se deslumbra fácilmente y se encuentra en un peregrinaje orientado hacia un lugar bajo el cielo, donde las horas y las estancias, nada faraónicas, parirán.

viernes, 24 de febrero de 2017

La sociedad del cansancio – Byung-Chul Han

El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo. Estas enfermedades no son infecciones, son infartos ocasionados no por la negatividad de lo otro inmunológico, sino por un exceso de positividad. De este modo, se sustraen de cualquier técnica inmunológica destinada a repeler la negatividad de lo extraño.

El objeto de la resistencia inmunológica es la extrañeza como tal. Aun cuando el extraño no tenga ninguna intención hostil, incluso cuando de él no parta ningún peligro, será eliminado a causa de su otredad.

La dialéctica de la negatividad constituye el rasgo fundamental de la inmunidad. Lo otro inmunológico es lo negativo que penetra en lo propio y trata de negarlo.

Ciertamente, las enfermedades neuronales del siglo XXI siguen a su vez una dialéctica, pero no de la negatividad, sino de la positividad. Consisten en estados patológicos atribuibles a un exceso de positividad. La violencia parte no solo de la negatividad, sino también de la positividad, no únicamente de lo otro o de lo extraño, sino también de lo idéntico.

Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley. A la sociedad disciplinaria todavía la rige el no. Su negatividad genera locos y criminales. La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados. El cambio de paradigma de una sociedad disciplinaria a una sociedad de rendimiento denota una continuidad en un nivel determinado. Según parece, al inconsciente social le es inherente el afán de maximizar la producción. A partir de cierto punto de productividad, la técnica disciplinaria, es decir, el esquema negativo de la prohibición, alcanza de pronto su límite. Con el fin de aumentar la productividad se sustituye el paradigma disciplinario por el de rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer (Können), pues a partir de un nivel determinado de producción, la negatividad de la prohibición tiene un efecto bloqueante e impide un crecimiento ulterior. La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber. De este modo, el inconsciente social pasa del deber al poder. El sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo que el de obediencia. Sin embargo, el poder no anula el deber.

Alain Ehrenberg sitúa la depresión en el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de rendimiento: El éxito de la depresión comienza en el instante en el que el modelo disciplinario de gestión de la conducta, que, de forma autoritaria y prohibitiva, otorgó sus respectivos papeles tanto a las clases sociales como a los dos sexos, es abandonado a favor de una norma que induce al individuo a la iniciativa personal: que lo obliga a devenir él mismo […]. El deprimido no está a la altura, está cansado del esfuerzo de devenir él mismo.  (…) En realidad, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento, como nuevo mandato de la sociedad del trabajo tardomoderna.

No-poder-podermás conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión.

La supresión de un dominio externo no conduce hacia la libertad; más bien hace que libertad y coacción coincidan. Así, el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento.

El exceso de positividad se manifiesta, asimismo, como un exceso de estímulos, informaciones e impulsos.

Los logros culturales de la humanidad, a los que pertenece la filosofía, se deben a una atención profunda y contemplativa. La cultura requiere un entorno en el que sea posible una atención profunda. Esta es reemplazada progresivamente por una forma de atención por completo distinta, la hiperatención. Esta atención dispersa se caracteriza por un acelerado cambio de foco entre diferentes tareas, fuentes de información y procesos.

Las descripciones de Arendt del animal laborans moderno no se corresponden con las observaciones que podemos hacer en la actual sociedad de rendimiento. El animal laborans tardomoderno no renuncia de ningún modo a su individualidad ni a su ego para consumarse trabajando en el proceso vital anónimo de la especie. La sociedad de trabajo se ha individualizado y convertido en la sociedad de rendimiento y actividad. El animal laborans tardomoderno está dotado de tanto ego que está por explotar, y es cualquier cosa menos pasivo. (…)

A las preguntas de por qué durante la modernidad tardía todas las actividades humanas se han reducido al nivel del trabajo y por qué, más allá de esta cuestión, se alcanza un nivel de agitación tan nerviosa hay que buscar otras respuestas. La moderna pérdida de creencias, que afecta no solo a Dios o al más allá, sino también a la realidad misma, hace que la vida humana se convierta en algo totalmente efímero. Nunca ha sido tan efímera como ahora. Pero no solo esta es efímera, sino también lo es el mundo en cuanto tal. Nada es constante y duradero. Ante esta falta de Ser surgen el nerviosismo y la intranquilidad. El hecho de pertenecer a la especie habría podido ayudar al animal que trabaja para ella a alcanzar el sosiego propio del animal. El Yo tardomoderno, sin embargo, está totalmente aislado.

En esta sociedad de obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados

Por ende, al final de su tratado La condición humana Arendt habla en favor de la vita contemplativa sin pretenderlo. No se percata de que precisamente la pérdida de la capacidad contemplativa, que, y no en último término, está vinculada a la absolutización de la vida activa, es corresponsable de la histeria y el nerviosismo de la moderna sociedad activa.

La vita contemplativa presupone una particular pedagogía del mirar. (…)Este aprender a mirar constituye la «primera enseñanza preliminar para la espiritualidad». Según Nietzsche, uno tiene que aprender a «no responder inmediatamente a un impulso, sino a controlar los instintos que inhiben y ponen término a las cosas».

Es una ilusión pensar que cuanto más activo uno se vuelva, más libre se es.

En el aforismo «El principal defecto de los hombres activos» escribe Nietzsche: A los activos les falta habitualmente una actividad superior […] en este respecto son holgazanes. […] Los activos ruedan, como rueda una piedra, conforme a la estupidez de la mecánica

La progresiva positivización de la sociedad mitiga, asimismo, sentimientos como el miedo o la tristeza, que se basan en una negatividad, es decir, que son sentimientos negativos.

La sociedad de rendimiento y actividad produce un cansancio y un agotamiento excesivos. Estos estados psíquicos son precisamente característicos de un mundo que es pobre en negatividad y que, en su lugar, está dominado por un exceso de positividad.

El cansancio del agotamiento es un cansancio de la potencia positiva. Incapacita para hacer algo. El cansancio que inspira es un cansancio de la potencia negativa, esto es, del «no-…» (nicht-zu).


Hasta Aquí – Wislawa Szymborska

Hay quienes
Hay quienes llevan a cabo la vida más hábilmente.
Tienen orden en su interior y en su alrededor.
Para todo la manera y la respuesta adecuada.
Adivinan inmediatamente quién a quién, quién con quién,
con qué objetivo, por dónde.
Ponen el sello en las verdades absolutas,
arrojan a la trituradora los hechos innecesarios,
y a las personas desconocidas
a las carpetas destinadas a ellas de antemano.
Piensan justo lo debido
ni un segundo más,
porque tras ese segundo acecha la duda.
Y cuando los dan de baja de la existencia,
dejan su puesto por la puerta señalada.
A veces los envidio;
afortunadamente se me pasa.

Cadenas
Un día sofocante, la casa de un perro y el perro encadenado.
Unos pasos más allá un platito lleno de agua.
Pero la cadena es demasiado corta y el perro no alcanza.
Añadamos a la imagen un detalle más:
nuestras mucho más largas
y menos visibles cadenas
gracias a las cuales podemos pasar de largo tranquilamente.

A todos alguna vez
A todos alguna vez se les muere alguien cercano,
entre ser y no ser
obligado a escoger lo segundo.

Nos cuesta reconocer que es un acto banal,
unido al transcurso de los hechos,
de acuerdo con los procedimientos;

antes o después a la orden del día,
de la tarde, de la noche o del pálido amanecer;

y evidente como un dato en un registro,
como un apartado en un código,
como una fecha cualquiera
en el calendario.

Pero así son las leyes y delitos naturales.
Así, al azar, su presagio y su naufragio.
Así su evidencia y su omnipresencia.

Y sólo en ocasiones,
cierta amabilidad de su parte:
a nuestros muertos cercanos
nos los pone en los sueños.

La mano
Veintisiete huesos,
treinta y cinco músculos,
unas dos mil células nerviosas
en cada una de las yemas de nuestros cinco dedos.
Es absolutamente suficiente
para escribir Mein Kampf

o Winnie the Pooh.