(…)
a un hombre le resulta imposible buscar lo que sabe y le es igualmente
imposible buscar lo que no sabe, porque lo que sabe no puede buscarlo, pues ya
lo sabe, y lo que no sabe tampoco puede buscarlo, pues ni siquiera sabe qué
debe buscar. Sócrates resuelve la dificultad a través de la idea de que todo
aprender y todo buscar es sólo recordar, de tal modo que el ignorante no
necesita más que rememorar para llegar a ser consciente de lo que sabe. Así
pues, la verdad no le es inculcada, pues estaba en él. Más adelante Sócrates
desarrolla esta idea. En ella se concentra realmente el pathos griego, ya que
se convierte en una prueba de la inmortalidad del alma nótese bien el sentido
retrógrado o en una prueba de la preexistencia del alma
Si pudiera soñar en toparme en la otra vida con
Sócrates, con Prodikos o con la sirvienta, ni siquiera allí sería ninguno de
ellos más que una ocasión. Sócrates lo expresa con intrepidez, afirmando de sí
mismo que en los infiernos sólo desearía preguntar, porque la intención final
de todo preguntar es que el propio interrogado posee la verdad y ha de
alcanzarla por sí solo. El punto de partida temporal es una nada, pues en el
instante mismo de descubrir que desde la eternidad había conocido la verdad sin
saberlo, en ese mismo ahora el instante se oculta en lo eterno, de tal modo
oculto allí dentro que, por así decirlo, tan poco podría hallarlo yo aunque lo
buscara, porque no existe ningún Aquí o Allí, sino solamente un ubique et
nusquama.
El maestro es Dios, que da la condición y da la
verdad.
El hombre necesita de Dios sólo para llegar a
saber que Dios es diferente y es entonces cuando consigue saber que Dios es
absolutamente diferente de él. Pero que Dios haya de ser absolutamente
diferente del hombre no puede tener su fundamento en lo que el hombre debe a
Dios (pues es de ese punto de vista está
emparentado con él), sino en lo que se debe a sí mismo o en aquello que le ha
hecho culpable. ¿Dónde está, entonces, la diferencia? ¿Dónde sino en el pecado,
puesto que la diferencia, la absoluta, ha de ser responsabilidad del hombre
mismo?
Si la paradoja y la razón se chocan en la común
comprensión de su diferencia, el choque será tan feliz como la comprensión del
amor, feliz en la pasión a la que todavía no hemos dado nombre alguno, aunque
más tarde vamos a dárselo. Si el choque no se realiza en la comprensión,
entonces la relación es infeliz y si puedo atreverme a decirlo a este amor
infeliz de la razón
Fácilmente se ve en contraste con esto que !a fe
no es un conocimiento, sino un acto de libertad, una manifestación de la
voluntad. Cree en el devenir y por ello suprime en sí la incertidumbre que
corresponde a la nada de lo no-existente.
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