Caballos domésticos
Desciende lentamente, olisqueando
con el amoratado hocico duros tallos quebrados
por el granizo y el hielo de la noche,
hacia gargantas y llanuras fértiles
cuando despunta un sol primaveral,
bituminoso y aún con defectos,
sobre las fluorescentes cumbres trapeadas a intervalos.
Protegida del viento por un muro
de follaje, de bardas enrolladas al alambre de espino,
la manada parece ciega. El único
horizonte que sus ojos vislumbran
es un cielo interior, encapotado
y sucio que desoye a sus instintos.
No ansía mansedumbre
ni prisión el deseo.
Dentro de ti, ese mismo cielo gris
cobija grandes playas, lejanías
del alma que en la adversidad se crece.
A la intemperie, el corazón salvaje
se hace más fuerte, aunque desde el seno
materno se construyan los primeros
contornos de la identidad futura,
esa que se acomoda a la memoria
de la raza y te amansa con los otros.
Tener conciencia de las cosas te hace
sublevarte, cruzar la raya, amar
el riesgo, no asustarte de los lobos
y las aves rapaces. Eres un cimarrón,
trotas por las praderas libremente.
La vida no es un juego. Si alguien debe
pagar por sus errores, ha llegado el momento
de exigirlo. No temas al dolor,
la sangre se desliza por tu piel,
pero pronto la llaga se hace costra.
Un látigo o una valla no te sujetarán.
Relampaguean tus sentidos. Cambias
de escenario. Es ahora el horizonte
una incógnita por esclarecer,
la posibilidad de poner fin al miedo,
manumitido y dueño ya de tu propia historia.
Cama deshecha
(Adolf Menzel)
La luz crea en los pliegues de las sábanas
innumerable sombras. Aún arde
la brasa de los cuerpos que se han ido
en la cama vacía, aún se intuyen
restos de la aplacada agitación
que precedía al sueño, sostenida
por la cautela, por la inexistencia
de espinosas revelaciones.
Hubo mucho voluntarismo mutuo
para que se impusieran los fines del deseo
en esta noche que termina.
Esa pasión que propició la alianza
es la misma que pude malograrla.
Luz Nocturna
¡Qué
poco sé de mí! Reconstruyo el instante
Consumido
con frágiles recuerdos,
Adulterados
por lo que otros cuentan
De modo
tan infiel a la verdad
Como
cuando hablan de sus propios méritos,
Porque mi
pensamiento se distancia
De mi
yo de antes, como el asesino
A sueldo
de sus víctimas.
(…)
Hice,
para engañarme, para encontrar sentido
Al desorden,
de la literatura
Razón de
mi existencia desde la época
Escolar
– sólo gracias a ella pude entender
Ciertos
enemigos astronómicos,
Que el
cielo sea al mismo tiempo límpido
Y oscuro
en su alta hondura ciega-
Sin saber
que se escribe
A la
desesperada, tratando de olvidar
La vida
que se vive, huyendo de una muerte
Con la
que aún no estaba familiarizado,
Jugando
con palabras que no alivian
Pena alguna,
ni aún las del pasado,
Palabras
que persiguen lo inefable,
Otra luz
más constante y duradera,
Esa que
a mi antojo perfila
Quien
era entonces, visto desde un hoy
Que avanza
hacia la nada o hacia el desastre.
Estupor Mundi
(…)
Cuando acaba
la infancia se revela
El mundo
como una insalubre ciénaga,
Un laberinto
lleno de trampas, sin salida.
Pese a
todo, en mi memoria -menguante ya,
Aunque provoquen
chispazos algunas
Sutiles
conexiones y se escuchen frecuencias
Del pasado
en las que una voz me advierte
De que
lo piense bien y no me deje
Llevar por
los instintos – aquellas decisiones
Que cambiaron
mi vida, resuenan como un eco
En la
mente, resuena su verdad
Como el
mazo del juez ratificando
Un veredicto.
Estoy lejos de aquello
Que intenté
ser, por eso ahora quiero volver
Atrás y
corregir la dirección
Equivocada,
ser como el salmón
Enardecido
que remota el río
Y descubre
en su fin otro principio
Marsupial
(…)
Para un
enfermo ya desahuciado
Vivir un
día más no es sólo ganar tiempo.
Es la
forma concisa y primordial
De desdoblarse,
de sentir el éxtasis.