La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella
Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de
repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya
de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial? (…)
Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces,
estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es
terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de
una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó
a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht). Pero
si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden
aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad. ¿Pero es de
verdad terrible el peso y maravillosa la levedad? (…) Entonces, ¿qué hemos de
elegir? ¿El peso o la levedad? Este fue el interrogante que se planteó
Parménides en el siglo sexto antes de Cristo. A su juicio todo el mundo estaba
dividido en principios contradictorios: luz-oscuridad; sutil-tosco; calor-frío;
ser-no ser. Uno de los polos de la contradicción era, según él, positivo (la
luz, el calor, lo fino, el ser), el otro negativo. Semejante división entre
polos positivos y negativos puede parecemos puerilmente simple. Con una
excepción: ¿qué es lo positivo, el peso o la levedad? Parménides respondió: la
levedad es positiva, el peso es negativo. ¿Tenía razón o no? Es una incógnita.
Sólo una cosa es segura: la contradicción entre peso y levedad es la más
misteriosa y equívoca de todas las contradicciones.
El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque
vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni
de enmendarla en sus vidas posteriores. ¿Es mejor estar con Teresa o quedarse
solo? No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la
mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera
y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de
ensayo. Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es
ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es
la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la
preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un
boceto para nada, un borrador sin cuadro. «Einmal ist keinmal», repite Tomás
para sí el proverbio alemán. Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera
nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en
absoluto.
Quería tener la seguridad de que la amistad erótica
nunca llegaría a convertirse en la agresividad del amor, y por eso mantenía
largas pausas entre los encuentros con cada una de sus amantes. Estaba
convencido de que éste era un método perfecto y lo propagaba entre sus amigos:
«Hay que mantener la regla del número tres. Es posible ver a una mujer varias
veces seguidas, pero en tal caso no más de tres veces. También es posible
mantener una relación durante años, pero con la condición de que entre cada
encuentro pasen al menos tres semanas».
La persona que desea abandonar el lugar en donde
vive no es feliz.
«Es muss sein. Es muss sein». Era una alusión. La
última frase del último cuarteto de Beethoven está escrita sobre estos dos motivos:
Para que el sentido de estas palabras quedase del todo claro, Beethoven
encabezó toda la frase final con las siguientes palabras: «Der schwer gefasste
Entschluss»: «Una decisión de peso». (…) A diferencia de Parménides, para
Beethoven el peso era evidentemente algo positivo. «Der Schwer gefasste
Entschluss», una decisión de peso, va unida a la voz del Destino («es muss
sein»); el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente
unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso,
vale.
Mientras las personas son jóvenes y la composición
musical de su vida está aún en sus primeros compases, pueden escribirla juntas
e intercambiarse motivos, pero cuando se encuentran y son ya mayores, sus
composiciones musicales están ya más o menos cerradas y cada palabra, cada
objeto, significa una cosa distinta en la composición de la una y en la de la
otra.
La misa era bella porque se le había aparecido, repentina
y secretamente, como un mundo traicionado. Desde entonces sabía que la belleza
es un mundo traicionado.
Hay cosas que sólo pueden hacerse con violencia. El
amor físico es impensable sin violencia.
— ¿Y por qué no utilizas nunca tu fuerza contra mí?
— Porque amar significa renunciar a la fuerza —dijo Franz con suavidad. Sabina
se dio cuenta de dos cosas: en primer lugar, de que aquella frase era hermosa y
cierta. En segundo lugar, de que, al pronunciarla, Franz quedaba descalificado
para su vida erótica.
Un drama vital siempre puede expresarse mediante
una metáfora referida al peso. Decimos que sobre la persona cae el peso de los
acontecimientos. La persona soporta esa carga o no la soporta, cae bajo su
peso, gana o pierde. (…) Su drama no era
el drama del peso, sino el de la levedad. Lo que había caído sobre Sabina no
era una carga, sino la insoportable levedad del ser.
Y es que las preguntas verdaderamente serias son
aquéllas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas más
ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una
pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho
de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que
determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras
de la existencia del hombre.
Y llegó a la conclusión de que la cuestión fundamental
no es: ¿sabían o no sabían?, sino: ¿es inocente el hombre cuando no sabe?, ¿un
idiota que ocupa el trono está libre de toda culpa sólo por ser idiota? (…) Y
fue entonces cuando Tomás recordó la historia de Edipo: Edipo no sabía que
dormía con su propia madre y, sin embargo, cuando comprendió de qué se trataba,
no se sintió inocente. Fue incapaz de soportar la visión de lo que había
causado con su desconocimiento, se perforó los ojos y se marchó de Tebas ciego.
¡Qué indefenso está el hombre frente a los elogios!
El kitsch elimina de su punto de vista todo lo que
en la existencia humana es esencialmente inaceptable. (…) En el imperio del
kitsch totalitario las respuestas están dadas de antemano y eliminan la
posibilidad de cualquier pregunta. De ello se desprende que el verdadero
enemigo del kitsch totalitario es el hombre que pregunta. (…) Así fue, por lo
demás, cómo Sabina le explicó una vez a Teresa el sentido de sus cuadros:
delante hay una mentira comprensible y tras ella reluce una verdad
incomprensible.
El tiempo humano no da vueltas en redondo, sino que
sigue una trayectoria recta. Ese es el motivo por el cual el hombre no puede
ser feliz, porque la felicidad es el deseo de repetir.
Teresa, la misión es una idiotez. No tengo ninguna
misión. Nadie tiene ninguna misión. Y es un gran alivio sentir que eres libre,
que no tienes una misión.