miércoles, 17 de septiembre de 2014

La utilidad de lo inútil. Manifiesto - Nuccio Ordine

Existen saberes que son fines por sí mismos y que-precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial-pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad. En este contexto, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores.
El saber constituye por sí mismo un obstáculo contra el delirio de la omnipotencia del dinero y del utilitarismo. Todo puede comprarse, es cierto. (…) Pero no el conocimiento: el precio que debe pagarse por conocer es de una naturaleza muy distinta.
“Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte” Eugène Ionesco
“El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe  ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.” Las ciudades invisibles, de Italo Calvino. Diálogo entre Marco Polo y Kublai Kan.
“La cul­tura, como el amor, no posee la capa­ci­dad de exi­gir. No ofrece garan­tías. Y, sin embargo, la única opor­tu­ni­dad para con­quis­tar y pro­te­ger nues­tra dig­ni­dad humana nos la ofrece la cul­tura, la edu­ca­ción libe­ral” Italo Calvino
“Había tenido que promover treinta y dos guerras, y había tenido que violar todos sus pactos con la muerte y revolcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con casi cuarenta años de retraso los privilegios de la simplicidad” Gabriel García Márquez
Siete veces el fuego me ha probado:
siete veces probada es la razón
que nunca se equivoca en su elección:
hay quien tan sólo sombras ha besado,
quien es feliz con sólo sombra al lado:
y hay tontos de preciosa tontería
plateada, y así pasa con este.
Da igual qué esposa contigo se acueste:
tu cabeza será siempre la mía:
así que vete: cesa en tu porfía
(II. 9, 63-72). Shakespeare

“¿Para qué sirve esto? Sirve para ser bello. ¿No es suficiente?: como las flores, como los perfumes, como los pájaros, como todo aquello que el hombre no ha podido desviar y depravar a su servicio. En general, tan pronto como una cosa se vuelve útil deja de ser bella.”  «El arte es lo que mejor consuela de vivir» Albertus. Gautier
“Yo os aconsejo oír con atención a este gran poeta y tratar de conmoveros con él cada uno a su manera. La poesía requiere una larga iniciación como cualquier deporte, pero hay en la verdadera poesía, un perfume, un acento, un rasgo luminoso que todas las criaturas pueden percibir. Y ojalá os sirva para nutrir ese grano de locura que todos llevamos dentro, que muchos matan para colocarse el odioso monóculo de la pedantería libresca y sin el cual es imprudente vivir.” García Lorca sobre Pablo Neruda
Cervantes, en definitiva, hace de la contradicción uno de los grandes temas de su novela: si la invectiva contra los libros de caballerías suena como una incitación al desengaño, en el Quijote encontramos también la exaltación de la ilusión que, a través de la pasión por los ideales, alcanza a dar sentido a la vida. (…). Lo inútil y gratuito de las aventuras del Caballero de la Triste Figura puede en todo caso dejar una impronta: revela la necesidad de afrontar con valentía también las empresas destinadas al fracaso. Existen derrotas gloriosas de las que, con el tiempo, pueden surgir grandes cosas («La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira, como el aceite sobre el agua»)
“El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende que algo pueda no ser útil; no comprende tampoco que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil, agobiante. Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Y un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu; donde no hay humorismo, donde no hay risa, hay cólera y odio.”  Eugène Ionesco
En una sociedad utilitarista, los hombres acaban amando las «bellezas fáciles» («beautés fáciles») que no requieren esfuerzos, ni excesivas pérdidas de tiempo («Les gustan los libros que se consiguen con facilidad, que se leen deprisa, que no exigen un detenido estudio para ser comprendidos» Tocqueville
Pensemos, por ejemplo, en lo que Estobeo nos cuenta sobre Euclides: para responder al interrogante de un alumno suyo —que, apenas hubo aprendido un primer teorema, le preguntó: «Pero ¿qué ganancia obtendré con esto?»— el famoso matemático hizo venir a un esclavo y le ordenó dar una moneda al estudiante «ya que [este] necesita sacar algún beneficio de lo que aprende».
Hace algún tiempo tuve ocasión de leer una frase simple, pero muy significativa, inscrita en el tablón de anuncios de una biblioteca de manuscritos en un perdido oasis del Sahara: «El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse».
Es el gozar, no el poseer,
lo que nos hace felices.
MONTAIGNE,

“Pero yo sólo me río del hombre, lleno de estupidez, desprovisto de acciones rectas, […] que con ansias desmesuradas recorre la tierra hasta sus confines y penetra en sus inmensas cavidades, funde el oro y la plata, los acumula sin descanso y se esfuerza por poseer cada vez más para ser cada vez menos”. Colección de cartas atribuida a Hipócrates
“Pues bien, cuando quieras calcular el auténtico valor de un hombre y conocer sus cualidades, examínalo desnudo: que se despoje de su patrimonio, que se despoje de sus cargos y demás dones engañosos de la fortuna, que desnude su propio cuerpo. Contempla su alma, la calidad y nobleza de ésta, si es ella grande por lo ajeno, o por lo suyo propio”. Séneca
Porque el amor implica despojarse de toda pretensión de poseer certezas. Sólo el creer ayuda a vivir una relación fundada en el respeto y la tolerancia
El dogmatismo produce intolerancia en cualquier campo del saber: en el dominio de la ética, de la religión, de la política, de la filosofía y de la ciencia, considerar la propia verdad como la única posible significa negar toda búsqueda de la verdad. En efecto, quien está seguro de poseer la verdad no necesita ya buscarla, no siente ya la necesidad de dialogar, de escuchar al otro, de confrontarse de manera auténtica con la variedad de lo múltiple. Sólo quien ama la verdad puede buscarla de continuo. Esta es la razón por la cual la duda no es enemiga de la verdad, sino un estímulo constante para buscarla. Sólo cuando se cree verdaderamente en la verdad, se sabe que el único modo de mantenerla siempre viva es ponerla continuamente en duda. Y sin la negación de la verdad absoluta no puede haber espacio para la tolerancia.

“He hablado de ciencia experimental; he hablado de matemáticas; pero lo que afirmo es igualmente cierto con respecto a la música, el arte y cualquier otra expresión del ilimitado espíritu humano. Ninguna de estas actividades necesita otra justificación que el simple hecho de que sean satisfactorias para el alma individual que persigue una vida más pura y elevada. Y al justificarlas sin referencia alguna, implícita o explícita, a la utilidad justificamos las escuelas, las universidades y los institutos de investigación.” ABRAHAM FLEXNER

El gen egoísta - Richard Dawkins


Antes de seguir adelante, necesitamos una definición. Un ser, como el mandril, se dice que es altruista si se comporta de tal manera que contribuya a aumentar el bienestar de otro ser semejante a expensas de su propio bienestar. Un comportamiento egoísta produce exactamente el efecto contrario. (...) Es importante tener en cuenta que las definiciones dadas anteriormente sobre el altruismo y el egoísmo son relativas al comportamiento, no son subjetivas. No estoy tratando, en este caso, de la psicología de los motivos. No voy a discutir si la gente que se comporta de manera altruista lo está haciendo «realmente» por motivos egoístas, secretos o subconscientes.
La confusión en la ética humana sobre el nivel en que el altruismo es deseable — familia, nación, raza, especie, o hacia todos los seres vivientes— se refleja en una confusión paralela en biología, en lo referente al nivel en el cual se puede esperar el altruismo de acuerdo a la teoría de la evolución. 
Defenderé la tesis de que la unidad fundamental de selección, y por tanto del egoísmo, no es la especie ni el grupo, ni siquiera, estrictamente hablando, el individuo. Es el gen, la unidad de la herencia.
Ahora, abundan en grandes colonias, a salvo dentro de gigantescos y lerdos robots, encerrados y protegidos del mundo exterior, comunicándose con él por medio de rutas indirectas y tortuosas, manipulándolo por control remoto. Se encuentran en ti y en mí; ellos nos crearon, cuerpo y mente; y su preservación es la razón última de nuestra existencia. Aquellos replicadores han recorrido un largo camino. Ahora se les conoce con el término de genes, y nosotros somos sus máquinas de supervivencia.
Un gen es definido como una porción de material cromosómico que, potencialmente, permanece durante suficientes generaciones para servir como una unidad de selección natural. Según lo explicado en capítulos anteriores, un gen es un replicador con una alta fidelidad de copia. 
Los genes compiten directamente con sus alelos por la supervivencia, ya que sus alelos en el acervo génico son rivales que podrán ocupar su puesto en los cromosomas de futuras generaciones. Cualquier gen que se comporte de tal manera que tienda a incrementar sus propias oportunidades de supervivencia en el acervo génico a expensas de sus alelos tenderá, por definición y tautológicamente, a sobrevivir. El gen es la unidad básica del egoísmo.
¿Por qué nosotros, al igual que la mayoría de las demás máquinas de supervivencia, practicamos la reproducción sexual?, ¿por qué nuestros cromosomas se entrecruzan? y ¿por qué no vivimos eternamente? (...)
Según señala Medawar, es un argumento viciado ya que asume lo que intenta probar, al decir que los animales viejos son demasiado decrépitos para reproducirse; y es también una explicación ingenua de la selección de grupos o de la selección de las especies, si bien esta parte podría ser expresada de otra forma más aceptable. La teoría de Medawar es poseedora de una hermosa lógica; (...)
Obviamente los genes letales tenderán a ser descartados del acervo génico. Pero es igualmente obvio que un gen letal que actúa en una etapa tardía será más estable en un acervo génico que uno que ejerce su influencia en una etapa temprana. Un gen que es letal en un cuerpo de edad avanzada aún puede tener éxito en un acervo génico, siempre que su efecto letal no se manifieste hasta después que el cuerpo haya tenido tiempo de reproducirse. Por ejemplo, un gen que hace que cuerpos viejos desarrollen un cáncer podrá ser transmitido a numerosos descendientes, ya que los individuos se reproducirán antes de contraer la enfermedad. (...)
El aspecto que el mismo Medawar destaca es que la selección favorecerá a los genes que tienen el efecto de retardar la operación de los otros; es decir, de los genes letales, y también favorecerá a los genes que tienen el efecto de apresurar el efecto de los genes buenos. Puede ser que la evolución consista, en gran medida, en cambios genéticamente controlados al principio de la actividad de los genes.
Los cuerpos pueden ser colonias de genes, pero en cuanto a su comportamiento se refiere han adquirido, indudablemente, una individualidad propia. Un animal se mueve como un conjunto coordenado, como una unidad. Subjetivamente, yo me siento como una unidad, no como una colonia. Ello era de esperar. La selección ha favorecido a los genes que cooperan unos con otros. En la feroz competencia por los recursos escasos, en la lucha implacable para devorar a otras máquinas de supervivencia y para evitar ser comidos, sin duda existiría un interés para la coordinación central más bien que una anarquía dentro del cuerpo comunal. 
Estoy tratando de intensificar la idea de que el comportamiento animal, ya sea altruista o egoísta, se encuentra bajo el control de los genes sólo de una manera indirecta, pero en un sentido muy poderoso. Al dictaminar la forma en que las máquinas de supervivencia y sus sistemas nerviosos son construidos, los genes ejercen un poder fundamental en el comportamiento. Pero las decisiones inmediatas y la continuidad de ellas son tomadas por el sistema nervioso. Los genes son los diseñadores de la política primaria; los cerebros, sus ejecutivos. A medida que los cerebros evolucionan y se tornan altamente desarrollados, se hacen cargo, cada vez en una mayor medida, de las decisiones respecto a la política a seguir y para ello utilizan trucos y simulación. La conclusión lógica de esta tendencia, aún no alcanzada en especie alguna, sería que los genes le dieran a la máquina de supervivencia una sola instrucción general de la política a seguir, que sería más o menos ésta: haz lo mejor que te parezca con el fin de mantenernos vivos.
Es perfectamente adecuado hablar de «un gen para un comportamiento determinado» aun si no tenemos la menor idea de la cadena química de causas embrionarias que relacionen el gen con el comportamiento. 
Resumiendo, lo que afirmo es que, además del índice de parentesco, debemos considerar un índice de «certeza». Aun cuando la relación entre padres e hijos no es más próxima, genéticamente, que la relación entre hermano y hermana, su certeza es mayor. Normalmente es posible estar más seguro de quienes son nuestros hijos que de quienes son nuestros hermanos. Y aún se puede estar más seguro de saber quién es uno mismo.
Cuando dos isogametos se fusionan, ambos contribuyen con igual número de genes para formar el nuevo individuo, y también aportan la misma cantidad de reservas alimenticias. Los espermatozoides y los óvulos contribuyen, de forma equitativa, en el número de genes, pero los óvulos otorgan mucho más en cuanto a reservas alimenticias: en realidad, los espermatozoides no cooperan en absoluto y sólo están interesados en transportar sus genes, lo más rápido posible, al óvulo. En el momento de la concepción, por lo tanto, el padre ha invertido menos de la cuota que le corresponde (es decir, el 50%) de sus recursos en su descendiente. Ya que cada espermatozoide es tan pequeño, un macho puede permitirse fabricar millones de ellos cada día. Ello significa que es, potencialmente, capaz de engendrar un número considerable de hijos en un período de tiempo muy breve, empleando con este fin a diferentes hembras; hecho sólo posible porque cada nuevo embrión es dotado por la madre, en cada caso, del alimento adecuado. Este último factor establece un límite al número de hijos que pueda tener una hembra, pero el número de hijos que pueda tener un macho es, virtualmente, ilimitado. Es aquí donde empieza la explotación femenina
Hemos considerado algunas de las posibilidades que tendría una hembra que ha sido abandonada por el macho. Pero todas ellas tienen el aspecto de buscar la mejor solución a un mal asunto. ¿Hay algo que la hembra pueda hacer para reducir, en primer lugar, el grado de su explotación por parte del macho? Tiene una poderosa carta en su mano. Puede negarse a copular. Ella se encuentra en demanda, en el mercado del vendedor. Ello se debe a que trae la dote de un óvulo grande y nutritivo. Un macho que copula con éxito gana una valiosa reserva de alimento para su descendiente. La hembra se encuentra, potencialmente, en condiciones de regatear duro antes de copular. Una vez que lo ha hecho ya ha jugado su as: su óvulo ha sido confiado al macho. No está mal hablar de duros regateos, pero sabemos muy bien que no es así. ¿Hay alguna forma realista en la cual algo equivalente a un duro regateo pueda desarrollarse en la selección natural? Consideraré dos posibilidades principales, denominadas la estrategia de la felicidad conyugal y la estrategia del macho viril.
Para resumir lo que hemos tratado hasta aquí en el presente capítulo, podemos establecer que los diferentes tipos de sistemas de procreación que encontramos entre los animales —monogamia, promiscuidad, harenes, etc.— pueden ser comprendidos en términos de conflicto de intereses entre los machos y las hembras. Los individuos de ambos sexos «desean» aumentar al máximo su producción reproductora total durante sus vidas. Debido a las diferencias fundamentales entre el tamaño y número de los espermatozoides y los óvulos, los machos, en general, tienden a ser propensos a la promiscuidad y a la carencia de solicitud paternal. Las hembras cuentan con dos posibilidades principales de contramaniobra, que yo he denominado estrategias del macho viril y de la felicidad doméstica. Las circunstancias ecológicas de una especie determinarán que las hembras se inclinen a adoptar una u otra de dichas contramaniobras, y también determinarán la forma en que responderán los machos. En la práctica, todos los tipos de situaciones intermedias entre las estrategias del macho viril y de la felicidad doméstica se dan en la naturaleza, y, según hemos visto, existen casos en que el padre dedica más atención y cuidados a los hijos que la madre. 
En el hombre está bien desarrollada la memoria y la capacidad de reconocimiento de los individuos. Podemos esperar, por consiguiente, que el altruismo recíproco haya jugado un papel importante en la evolución humana.
Trivers llega hasta el extremo de sugerir que muchas de nuestras características psicológicas tales como la envidia, sentimiento de culpa, gratitud, simpatía, etc., han sido planeadas por la selección natural como habilidades perfeccionadas de engañar, de detectar engaños y de evitar que otra gente piense que uno es un tramposo. De especial interés son los «engañosos sutiles» que parecen estar pagando un favor recibido pero que, sin cejar, devuelven levemente menos de lo que reciben. Es aun posible que el abultado cerebro del hombre y su predisposición a razonar matemáticamente haya desarrollado un mecanismo de engaño más tortuoso y de una detección más penetrante del engaño cometido por otros. El dinero constituye un signo formal de altruismo recíproco retardado.
No tiene fin la fascinante especulación que engendra la idea de altruismo recíproco cuando la aplicamos a nuestra propia especie. El tema es tentador, pero no soy mejor para tales especulaciones que cualquier otro hombre y dejo al lector que se entretenga en ello.
Los memes. La mayoría de las características que resultan inusitadas o extraordinarias en el hombre pueden resumirse en una palabra: «cultura». No empleo el término en su connotación presuntuosa sino como la emplearía un científico. La transmisión cultural es análoga a la transmisión genética en cuanto, a pesar de ser básicamente conservadora, puede dar origen a una forma de evolución. Geoffrey Chaucer no podría mantener una conversación con un moderno ciudadano inglés, pese a que están unidos uno al otro por una cadena ininterrumpida de unas veinte generaciones de ingleses, cada uno de los cuales podía hablar con sus vecinos inmediatos de la cadena igual que un hijo habla a su padre. Parece ser que el lenguaje «evoluciona» por medios no genéticos y a una velocidad más rápida en órdenes de magnitud que la evolución genética. 
Cuando morimos, hay dos cosas que podemos dejar tras nuestro: los genes y los memes. Fuimos construidos como máquinas de genes, creados para transmitir nuestros genes. Pero tal aspecto nuestro será olvidado al cabo de tres generaciones. (...) No debemos buscar la inmortalidad en la reproducción.
Tenemos el poder de desafiar a los genes egoístas de nuestro nacimiento y, si es necesario, a los memes egoístas de nuestro adoctrinamiento. Incluso podemos discurrir medios para cultivar y fomentar deliberadamente un altruismo puro y desinteresado: algo que no tiene lugar en la naturaleza, algo que nunca ha existido en toda la historia del mundo. Somos construidos como máquinas de genes y educados como máquinas de memes, pero tenemos el poder de rebelarnos contra nuestros creadores. Nosotros, sólo nosotros en la Tierra, podemos rebelarnos contra la tiranía de los replicadores egoístas.
Bien, pero ¿por qué «dilema»? Para averiguarlo, contemplemos la matriz de ganancias e imaginemos las ideas que pueden pasar por mi cabeza cuando juego contra usted. Sé que sólo hay dos cartas con las que puede jugar, COOPERAR y DESERTAR. Considerémoslas por orden. Si ha jugado DESERTAR (esto significa que hemos de mirar a la columna de la derecha), la mejor carta a la que yo podría haber jugado sería también DESERTAR. He de admitir que he sufrido el castigo de la deserción mutua, pero si hubiera cooperado, habría obtenido la multa del Incauto, que es peor. Volvamos ahora a la otra cosa que usted podría haber hecho (miremos a la columna de la izquierda), jugar la carta de COOPERAR. De nuevo, DESERTAR es lo mejor que podría haber hecho. Si he cooperado, los dos habríamos obtenido la puntuación de 300 dólares. Pero si hubiera desertado, habría obtenido todavía más —500 dólares. La conclusión es que, sea cual sea la carta que usted juegue, mi mejor partida es Siempre Desertar.
He deducido así, mediante una lógica impecable, que haga usted lo que haga yo tengo que desertar. Y usted, con no menos impecable lógica, llegará exactamente a la misma conclusión. Así, cuando dos jugadores racionales se encuentran, los dos desertarán y ambos acabarán con una multa o unas ganancias bajas. Aun así, cada uno sabe perfectamente que si ambos hubieran jugado COOPERAR, ambos habrían obtenido una recompensa relativamente elevada por su mutua cooperación (300 dólares en nuestro ejemplo). Este es el motivo por el que al juego se le llama un dilema, por qué parece tan terriblemente paradójico y por qué se ha dicho que tendría que haber una ley contra él. (...)
El juego repetido es, simplemente, el normal que se repite un número indefinido de veces con los mismos jugadores. De nuevo nos enfrentamos usted y yo, con la banca sentada entre nosotros. De nuevo jugamos una mano de sólo dos cartas, etiquetadas COOPERAR y DESERTAR. De nuevo jugamos en cada juego una u otra de esas cartas y la banca paga o pone multas según las reglas citadas anteriormente. Pero ahora, el juego no termina aquí. Tomamos nuestras cartas y nos disponemos para otra partida. Las sucesivas partidas del mismo juego nos dan la oportunidad de confiar o desconfiar, de intercambiar o aplacar, de olvidar o vengar. En un juego indefinidamente largo, cuyo aspecto importante es que ambos podemos ganar a expensas de la banca más que a expensas uno del otro.



Maten al león - Jorge Ibargüengoitia

El día siguiente será histórico para la República Arepana. Los hacendados, los comerciantes, los profesionales, los artesanos, y los criados de casa buena, entierran al Doctor Saldaña, y con el, sus esperanzas de moderación. Los campesinos, los Pescadores, los cargadores, los vendedores de fritangas, y los pordioseros, llegan a Palacio, con gran griterío y bailando la conga, y piden, cantando, que Belaunzarán acepte, por quinta vez, y en contra de lo previsto en la Constitución, la candidatura a la presidencia.
Al encontrarse frente al Instituto Krauss el cortejo y la manifestación se detienen; los caballos están nerviosos, el cochero, inseguro, los ricos temerosos de que la turba gritona los llene de escupitajos. Los pobres, por su parte, al ver frente a ellos la carroza negra con el muerto adentro, se detienen también, se miran consternados, y se callan la boca y los instrumentos. Durante un momento nadie se mueve en la calle llena de gente. No se oyen más que los cascos de los caballos golpeando en el adoquín carcomido. Pereira asoma a una ventana del Instituto Krauss y mira a sus pies aquellas dos corrientes inmóviles. El sol cae como plomo, no hay una brizna de aire, las moscas reanudan sus cacerías microscópicas.
Al final vence la superstición. Los pobres se quitan los sombreros de palma, el cochero fustiga a los caballos y los hace avanzar, los pobres se separan y abren paso a la carroza, los ricos aprietan filas y echan a andar, convencidos de que van a pegárseles las liendres, los automóviles elegantes se ponen en marcha, con pedorrera espectacular.
El Doctor Saldaña, cabeza de sus huestes de medio pelo, cruza, como Moisés, un pestilente y dividido Mar Rojo para llegar al cementerio. Cuando el cortejo ha pasado, la turba se cubre, los tamborileros tocan, la gente grita y avanza dando brinquitos y cantando.
Pereira abre la puerta y, parado en el umbral, ve, desolado, como se estremecen las nalgas de su mujer con los sollozos. Entra en el cuarto, cierra la puerta, deja el violín sobre una silla y, con cara de tragedia, monta de un brinco sobre Esperanza y le muerde la nuca. Ella, llorosa, dice: "no, no, no", pero permite que le aprieten las tetas.
—Si llega en avión, ganamos las elecciones. Porque en Arepa nadie había visto un avión.

Canadá - Richard Ford

Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después. El atraco es la parte más importante, ya que nos puso a mi hermana y a mí en las sendas que acabarían tomando nuestras vidas. 
Recuerdo que hacia esa época me leyó un poema del gran poeta irlandés Yeats, en el que había un verso que decía: "Nada puede ser solo o entero que no haya sido desgarrado". He enseñado este poema muchas veces en toda una vida de enseñanza, y creo que era eso lo que ella pensaba de las cosas: que eran imperfectas, y a pesar de todo aceptables.
Y mi papel no era otro que el de encontrar una forma de ser normal. Los niños conocen lo normal mejor que nadie.
La mayoría de los perdedores son gente que se ha hecho a sí misma.
"Nuestras experiencias más profundas son acontecimientos físicos", solía decir mi padre cuando mi madre o a mí, nos preocupaba algo hasta el punto de sentirnos atormentados.
(...) no hay que buscar con demasiado denuedo sentidos opuestos u ocultos, sino mirar todo lo de frente que puedan a las cosas que pueden ver a la luz del día.
Mi mujer es una contable diplomada y tiende a ver el mundo de más allá de su pequeño círculo de íntimos y de su familia cercana como una voluntariosa negociación, pros frente a contras, ganancia frente a pérdida, dar frente a recibir; aunque no mal frente a bien. Tal concepción del mundo no ha hecho que se vuelva cínica, aunque sí escéptica. De corazón, es generosa.
¿Le estaba ofreciendo mi ser real, mi más genuino ser? ¿Era verdad lo que le había dicho sobre mi vida? No quería engañarla. Era todo lo que tenía para darle, y siempre había sido una preocupación mía, dado mi pasado, y dado que soy profesor y siempre tengo que estar actuando pero tratando de no hacerlo. La cosa nunca está clara, puesto que todos somos varios entre los que elegir.

Creo en que lo que uno ve es más o menos lo que hay, como les he enseñado a mis alumnos, y que la vida se nos entrega vacía. Así si bien la importancia pesa mucho, es lo máximo que hace. El sentido oculto casi no existe. Mi madre me dijo que tendría miles de mañanas para despertar y pensar en todo esto cuando ya no hubiera nadie para decirme cómo sentirme. He tenido ya varias miles. Lo que sé es que tendrás una oportunidad mejor en la vida -de sobrevivirla- si toleras bien la pérdida; si te las arreglas para no ser un cínico en todo aquello que ella implica; si te supeditas, como sugirió Ruskin, al mantenimiento de las proporciones, a enlazar las cosas desiguales en un todo capaz de preservar lo bueno, aun cuando haya que admitir que lo bueno no es a menudo fácil de encontrar. Lo intentamos, como mi hermana dijo. Lo intentamos. Todos nosotros. Lo intentamos.

lunes, 18 de agosto de 2014

La sociedad de la transparencia - Byung-Chul Han

Vivo de aquello que los otros no saben de mí. Peter Handke

El alma humana necesita esferas en las que pueda estar en sí misma sin la mirada del otro (...) Solo la máquina es transparente

El tiempo transparente es un tiempo carente de todo destino y evento. Las imágenes se hacen transparentes cuando, liberadas de toda dramaturgia, coreografía y escenografía, de toda profundidad hermenéutica, de todo sentido, se vuelven pornográficas. Pornografía es el contacto inmediato entre la imagen y el ojo. Las cosas se tornan transparentes cuando se despojan de singularidad y se expresan completamente en la dimensión del precio. El dinero, que todo lo hace comparable con todo, suprime cualquier rasgo de lo inconmensurable, cualquier singularidad de las cosas. La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual.

Georg Simmel escribe: "el mero hecho del conocer absoluto, del psicológico haber agotado, nos desencanta, incluso sin un entusiasmo precedente, paraliza la vitalidad de las relaciones. (...) incluso en la relación más estrecha, que abarca al hombre entero, respeta todavía la propiedad privada, que limita el derecho a preguntar en virtud del derecho al secreto".

Una relación transparente es una relación muerta, a la que le falta toda atracción, toda vitalidad. Solo lo muerto es totalmente transparente

Está demostrado que más información no conduce de manera necesaria a mejores decisiones. (...) La sociedad de la transparencia no permite lagunas de información ni de visión. Pero tanto el pensamiento como la inspiración requieren un vacío.

Más información o una acumulación de información por sí sola no es ninguna verdad, le falta dirección, a saber, el sentido

La sociedad positiva tampoco admite ningún sentimiento negativo. Se olvida de enfrentarse al sufrimiento y al dolor, de darles forma. Para Nietzsche, el alma humana agradece su profundidad, grandeza y fuerza precisamente, a la demora en lo negativo.

El sufrimiento y la pasión son figuras de la negatividad. Ceden por una parte, al disfrute sin negatividad. Y por otra parte, entran en su lugar las perturbaciones psíquicas, como el agotamiento, el cansancio y la depresión que han de atribuirse al exceso de positividad.

Es obscena la hipervisibilidad, a la que falta toda negatividad de lo oculto, lo inaccesible y lo misterioso. También son obscenos los torrentes lisos de la hipercomunicación, que está libre de toda negatividad de alteridad. Es obscena la coacción de entregar todo a la comunicación y al a visibilidad. Es obsceno el pornográfico poner el cuerpo y el alma ante la mirada.

Las imágenes llenas del valor de exposición no muestran ninguna complejidad. Son inequívocas, es decir, pornográficas. Les falta toda ruptura, que desataría una reflexión, una revisión, una meditación.La complejidad hace más lenta la comunicación. La hipercomunicación anestésica reduce la complejidad para acelerarse. Es esencialmente más rápida que la comunicación del sentido. 

La tensión erótica no brota de la exposición permanente de la desnudez, sino de la puesta en escena de una aparición-desaparición. (R.Barthes) Es la negatividad de la interrupción la que confiere un brillo a la desnudez. (...) Lo erótico presupone, además, la negatividad del misterio y de la reconditez. No hay ninguna erótica de la transparencia. Precisamente allí donde desaparece el misterio a favor de la total exposición y del pleno desnudamiento comienza la pornografía. La dibuja una penetrante e incisiva positividad.

Barthes cita a Kafka: Fotografiamos cosas para ahuyentarlas del espíritu. Mis historias son una forma de cerrar los ojos.

En contraposición al cálculo, el pensamiento no es transparente para sí mismo. El pensamiento no sigue rutas previsibles, sino que se entrega a lo abierto. Según Hegel, dentro del pensamiento mora una negatividad, la cual permite hacer experiencias que lo transforman. La negatividad del hacerse otro es constitutiva para el pensamiento. Ahí está la diferencia frente al cálculo, que permanece siempre igual a sí mismo. Esta igualdad es la condición de la posibilidad de la aceleración. La negatividad no solo marca la experiencia, sino también el conocimiento. Un único conocimiento puede cuestionar en conjunto y transformar lo ya existente. A la información le falta esa negatividad. También la experiencia tienen consecuencias, de las cuales surge la fuerza de la transformación. En esto se distingue de la vivencia, que deja intacto lo ya existente. 

La narración ejerce una selección. La ruta narrativa es estrecha, solo admite determinados sucesos. Con ello, impide la pululación y masificación de lo positivo. El exceso de positividad, que domina la sociedad actual, es un indicio de que ha perdido la narratividad. También la memoria queda afectada por ello. Su narratividad la distingue del acumulador, que trabaja de forma meramente aditiva y acumula. 

En contraposición al mundo de la verdad en Platón, a la actual sociedad de la transparencia le falta aquella luz divina que implica una tensión metafísica. La transparencia carece de trascendencia. 

Si lo se todo, sobra la confianza (...) Donde se da la transparencia no se da ningún espacio para la confianza". La transparencia deshace la confianza

El control total aniquila la libertad de acción y conduce, en definitiva, a una uniformidad. La confianza, que produce espacios libres de acción, no puede suplantarse simplemente por el control: "los hombres tienen que creer y confiar en su gobernante: con su confianza le conceden una cierta libertad de acción y renuncian a un constante examen y vigilancia. Sin esa autonomía, de hecho no podría dar ningún paso" R. Sennett

La sociedad de la transparencia es una sociedad de la desconfianza y de la sospecha, que a causa de la desaparición de la confianza, se apoya en el control. La potente exigencia de transparencia indica precisamente que el fundamento moral de la sociedad se ha hecho frágil, que los valores morales, como la honradez y la lealtad, pierden cada vez más su significación. 

En la orilla - Rafael Chirbes

F..tez comme des ânes débâtés ; mais permettez-moi que je dise f..tre ; je vous passe l’action, passez-moi le mot. Diderot Jacques le fataliste et son maître

La vida humana es el mayor derroche económico de la naturaleza: cuando parece que podrías empezar a sacarle provecho a lo que sabes, te mueres y los que vienen detrás vuelven a empezar de cero. 

Su vida, en cambio, ha sido propiedad nada más que suya. Se ha comportado de la manera en que, según la constitución, lo hace el rey, sin responsabilidad, o como lo hacen ciertos artistas, hoy protesto, mañana no hablo, pasado reclamo atención, al otro no soporto que nadie me mire. Ahora que lo pienso: ha tenido mentalidad de artista

¿Dónde me llevas?, suelen preguntar con cierto temblor en la voz, mientras yo me pregunto por qué en esto del sexo siempre parece que lo del miedo es un condimento más: empiezas el rito como búsqueda de luz y acabas en laberinto de tinieblas, buscas el mármol de la carne y te enfangas en el barro de las secreciones.

En Misent, sin ir más lejos, hay urbanizaciones junto a la playa que se llaman La Laguna, Las Balsas, Saladar o El Marjal, y cuyos vecinos se quejan de que se les inundan las casas cada vez que llega la gota fría de otoño. Pero a quién se le ocurre comprarse un bungalow en un sitio que se llama así. Los nombres de los lugares guardan la memoria de lo que fueron. Barrizales.

Seis mil millones de humanos sobre el planeta y sólo seis o siete mil tigres de Bengala, tú me dirás quién necesita más protección.

Se ha venido abajo ese trampantojo en el que el hombre era el centro del universo. Es verdad que en el animal humano distinguimos los gestos, las caras y las voces, y eso estimula nuestra simpatía pero también distinguimos los rasgos, y los cargamos de sentimientos, en un gato doméstico, en un perro con el que convivimos.

Los poros de la piel destilan ese calor en el que uno se cuece durante la noche.

Me he movido en las rutas del pantano desde que soy capaz de establecer recuerdos. Me mostró mi tío el manejo de la escopeta cuando apenas tenía once o doce años: por entonces, los niños madurábamos temprano; con nueve o diez años ayudábamos en el campo, en la obra, en los talleres. El impacto que me produjo el primer disparo me dejó un moratón en el hombro y casi me tiró al suelo. Como es de suponer, erré el tiro, así que me volví muerto de vergüenza hacia él. Creía que iba a burlarse de mí, pero no, no se rió, como yo me temía, sino que me pasó la mano por la cabeza, me frotó el pelo y me dijo: acabas de adquirir el poder de lo que está vivo muera, un poder más bien miserable, porque el verdadero poder —y ése no lo tiene nadie, ni Dios, lo de Lázaro no se lo creyó nadie— es devolver a la vida lo que está muerto. Quitarla es fácil, eso lo hace cualquiera. Lo hacen a diario en medio mundo. Abre el periódico y lo verás. Incluso tú puedes hacerlo, lo de quitar la vida, siempre, claro está, que mejores un poco la puntería (ahí sí que sonrió y afiló, guasón, las comisuras de los ojos grises y vivos, el buen humor los rodeaba de una telaraña de pequeñas arrugas). El hombre que ha sido capaz de levantar edificios, de hacer desaparecer montañas enteras, de abrir canales y de cruzar puentes sobre el mar, no ha conseguido que vuelva a levantar los párpados un niño que acaba de morir. A veces lo más voluminoso y pesado es lo más fácil de mover. Piedras enormes en la caja de un camión, vagonetas cargadas de metales pesados. Y fíjate, lo que guardas dentro de ti, lo que piensas, lo que deseas, que, al parecer, no pesa nada, no hay forzudo que sea capaz de echárselo al hombro y cambiarlo de sitio. No hay un camión que lo mueva. Conseguir que te llegue a querer alguien que te desprecia o a quien eres indiferente es bastante más difícil que tumbarlo a porrazos. Los hombres pegan por impotencia. Creen que pueden conseguir por la fuerza lo que no son capaces de conseguir con la ternura, con la inteligencia.

(...) su mujer y sus hijos, a los que supongo que nos hizo desgraciados, si es que alguien puede regalar a los demás felicidad o desgracia.

Perdido el colchón, me ha tocado dormir en el suelo durante muchos años. Suele ocurrir, le pasa a mucha gente: cree que vive una situación provisional y lo que está es simplemente viviendo su vida, la que le ha caído o la que se ha buscado.

Falta de aspiración, condicionantes del medio. Pensaba: soy propietario de mis carencias. Mi única propiedad es lo que me falta. Lo que no soy capaz de alcanzar, lo que he perdido, eso es lo que tengo, lo que es de verdad mío, ése es el vacío que soy. Tengo lo que carezco.

Lo importante no es cómo has venido o cómo te vayas a ir, sino cómo estás; si tienes que pensar o no en lo necesario, o te llega con naturalidad, si las cosas te vienen a las manos o se te escapan entre los dedos, o peor aún, si no las alcanzas. Si tu vida es pelear para alcanzar lo que sabes que no puedes tener. Ése es el veneno. te persigue lo que no alcanzas. No se trata del principio y el final de la obra de teatro, se-alza-el-telón-cae-el-telón, sino de la obra misma, su desarrollo, eso es lo que importa: eso es la vida.

Cuando el viaje acabe, claro que moriremos los dos, cada uno en su día y en su hora, pero tú te irás sin vivir y yo después de haber vivido lo mío: eso es lo que nos diferencia; polvo seremos, pero yo seré polvo -como el del poeta- enamorado: polvo comido, bebido y bien follado, un polvo rico en nutrientes, opulenta concentración de restos de lo mejor que el ser humano ha producido.

Esto es el Mediterráneo, el exceso de luz agosta los misterios. Bajo este cielo no hay metafísica romántica que se sostenga.

El miedo a la libertad - Erich Fromm

Si yo no soy para mi mismo, ¿quién será para mi?
Si yo soy para mi solamente, ¿quién soy yo?
Y si no ahora, ¿cuándo?
-Refranes del Talmud.

Nothing then is unchangeable but the inherent and inalienable rigths of man.. Thomas Jefferson

La tesis de este libro es la de que el hombre moderno, liberado de los lazos de la sociedad preindividualista —lazos que a la vez lo limitaban y le otorgaban seguridad—, no ha ganado la libertad en el sentido positivo de la realización de su ser individual, esto es, la expresión de su potencialidad intelectual, emocional y sensitiva. Aun cuando la libertad le ha proporcionado independencia y racionalidad, lo ha aislado y, por lo tanto, lo ha tornado ansioso e impotente. Tal aislamiento le resulta insoportable, y las alternativas que se le ofrecen son, o bien rehuir la responsabilidad de esta libertad, precipitándose en nuevas formas de dependencia y sumisión, o bien progresar hasta la completa realización de la libertad positiva, la cual se funda en la unicidad e individualidad del hombre.

Aunque el grado de autoconciencia varía, su existencia le plantea al hombre un problema que es esencialmente humano: al tener conciencia de sí mismos como de algo distinto a la naturaleza y a los demás individuos, al tener conciencia - aún oscuramente - de la muerte, la enfermedad y la vejez, el individuo debe sentir necesariamente su insignificancia y pequeñez en comparación con el universo y con todos los demás que no sean "él". A menos que pertenezca a algo, a menos que su vida posea algún significado y dirección, se sentirá como una partícula de polvo y se verá aplastado por la insignificancia de su individualidad. No será capaz de relacionarse con algún sistema que proporcione significado y dirección a su vida, estará henchido de duda, y ésta, con el tiempo, llegará a paralizar su capacidad de obrar, es decir su vida.

La "conciencia"es un negrero que el hombre se a colocado dentro de si mismo y que lo obliga a obrar de acuerdo con los deseos y fines que él cree suyos propios, mientras que en realidad no son otra cosa que la exigencia social externas que se ha echo interna. lo manda con crueldad y rigor, prendiéndole el placer y la felicidad, y haciendo de toda su vida la expiación de algún pecado misterioso.

Especialmente para aquellos que aman la libertad, es arduo darse cuenta de su lado negativo, de la carga que ella impone al hombre. Como en la lucha por la libertad, durante la época moderna, toda la atención se dirigió a combatir las viejas formas de autoridad y de limitación, era natural que se pensara que cuanto más se eliminaran estos lazos tradicionales, tanto más se ganaría en libertad. Sin embargo, al creer así dejamos de prestar atención debida al hecho de que, si bien el hombre se ha liberado de los antiguos enemigos de la libertad, han surgido otros de distinta naturaleza: un tipo de enemigo que no consiste necesariamente en alguna forma de restricción exterior, sino que está constituido por factores internos que obstruyen la realización plena de la personalidad. Estamos convencidos de que la libertad religiosa constituye una de las victorias definitivas del espíritu de libertad. Pero no nos damos cuenta de que, si bien se trata de un triunfo sobre aquellos poderes eclesiásticos y estatales que prohíben al hombre expresar su religiosidad de acuerdo con su conciencia, el individuo moderno ha perdido en gran medida la capacidad íntima de tener fe en algo que no sea comprobable según los métodos de las ciencias naturales. O, para escoger otro ejemplo, creemos que la libertad de palabra es la última etapa en la victoriosa marcha de la libertad. Y, sin embargo, olvidamos que, aun cuando ese derecho constituye una victoria importante en la batalla librada en contra de las viejas cadenas, el hombre moderno se halla en una posición en la que mucho de lo que él piensa y dice no es otra cosa que lo que todo el mundo igualmente piensa y dice; olvidamos que no ha adquirido la capacidad de pensar de una manera original —es decir por sí mismo—, capacidad que es lo único capaz de otorgar algún significado a su pretensión de que nadie interfiera con la expresión de sus pensamientos.
Aún más, nos sentimos orgullosos de que el hombre, en el desarrollo de su vida, se haya liberado de las trabas de las autoridades externas que le indicaban lo que debía hacer o dejar de hacer, olvidando de ese modo la importancia de autoridades anónimas, como la opinión pública y el "sentido común", tan poderosas a causa de nuestra profunda disposición a ajustarnos a los requerimientos de todo el mundo, y de nuestro no menos profundo terror de parecer distintos de los demás. En otras palabras, nos sentimos fascinados por la libertad creciente que adquirimos a expensas de poderes exteriores a nosotros, y nos cegamos frente al hecho de la restricción, angustia y miedo interiores, que tienden a destruir el significado de las victorias que la libertad ha logrado sobre sus enemigos tradicionales. Por ello estamos dispuestos a pensar que el problema de la libertad se reduce exclusivamente al de lograr un grado aún mayor que aquellas libertades que hemos ido consiguiendo en el curso de la historia moderna, y creemos que la defensa de nuestros derechos contra los poderes que se les oponen constituye todo cuanto es necesario para mantener nuestras conquistas. Olvidamos que, aun cuando debemos defender con el máximo vigor cada una de las libertades obtenidas, el problema de que se trata no es solamente cuantitativo, sino también cualitativo; que no sólo debemos preservar y aumentar las libertades tradicionales, sino que, además, debemos lograr un nuevo tipo de libertad, capaz de permitirnos la realización plena de nuestro propio yo individual, de tener fe en él y en la vida.

Desde el punto de vista teórico nos encontramos aquí con un error sobre la naturaleza del amor. El amor, en primer lugar, no es algo “causado” por un objeto específico, sino una cualidad que se halla en potencia en una persona y que se actualiza tan sólo cuando es movida por determinado objeto. (...) El amor exclusivo es una contradicción en sí.(...) no ocurre, como lo pide la concepción romántica del amor, que exista tan sólo una única persona en el mundo a quien se pueda querer, que la gran oportunidad de la vida es poder hallarla, que el amor hacia ella conduzca a negar el amor a todos los demás. Este tipo de amor, que tan sólo puede ser sentido con relación a una única persona, se revela, en virtud de ese mismo hecho, no ya como amor sino como una unión sadomasoquista. (...) La afirmación de mi propia vida, felicidad, expansión y libertad están arraigadas en la existencia de la disposición básica y de la capacidad de lograr tal afirmación. Si el individuo la posee, también la posee con respecto a sí mismo; si tan sólo puede amar a los otros, es simplemente incapaz de amar.

El egoísmo no es idéntico al amor a sí mismo, sino a su opuesto. El egoísmo es una forma de codicia. Como toda codicia, es insaciable y, por consiguiente, nunca puede alcanzar una satisfacción real. Es un pozo sin fondo que agota al individuo en un esfuerzo interminable para satisfacer la necesidad sin alcanzar nunca la satisfacción. La observación atenta descubre que si bien el egoísta nunca deja de estar angustiosamente preocupado de sí mismo, se halla siempre insatisfecho, inquieto, torturado por el miedo de no tener bastante, de perder algo, de ser despojado de alguna cosa. Se consume de envidia por todos aquellos que logran algo más. Y si observamos aún más de cerca este proceso, especialmente su dinámica inconsciente, hallaremos que el egoísta, en esencia, no se quiere a sí mismo sino que se tiene una profunda aversión.

En tal situación, para citar una descripción significativa, debida a Dostoievsky en < Los hermanos Karamazov, > no tiene < necesidad más urgente que la de hallar a alguien al cual pueda entregar, tan pronto como le sea posible, ese don de la libertad con que él, pobre criatura, tuvo la desgracia de nacer >

La racionalización no representa un instrumento para penetrar en la realidad, sino que constituye un intento post factum destinado a armonizar los propios deseos con la realidad exterior.

De hecho, al observar el fenómeno de la decisión humana, es impresionante el grado en que la gente se equivoca al tomar por decisiones propias lo que en efecto constituye un simple sometimiento a las convenciones, al deber o a la presión social. Casi podría afirmarse que una decisión original es comparativamente, un fenómeno raro en una sociedad cuya existencia se supone basada en la decisión autónoma individual.

Una tergiversación idéntica a las de los sentimientos y emociones sufre el pensamiento original. Desde los comienzos mismos de la educación, el pensamiento original es desaprobado, llenándose la cabeza la gente con pensamientos preparados. (...) Si bien este trato ya desalienta profundamente de por sí el pensamiento independiente, hay también una dificultad mayor: la insinceridad —a menudo no intencional— tan típica de la conducta del adulto medio hacia el niño. (...) Los métodos educativos hoy en uso que dificultan el pensamiento original. El primero es la importancia concedida a los hechos o, deberíamos decir, a la información. Prevalece la superstición patética de que sabiendo más y más hechos es posible llegar a un conocimiento de la realidad. Otra manera de desalentar el pensamiento original, estrechamente ligada con la anterior, es la de considerar toda verdad como relativa. Se considera la verdad como un concepto metafísico, y cuando alguien habla del deseo de descubrir la verdad, los pensadores "progresistas" de nuestra época lo tildan de reaccionario. Se declara que la verdad es algo enteramente subjetivo, casi un asunto de gustos. (...) Con respecto a todos los problemas básicos de la vida individual y social, a las cuestiones psicológicas, económicas, políticas y morales, un amplio sector de nuestra cultura ejerce una sola función: la de confundir las cosas. Un tipo de cortina de humo consiste en afirmar que los problemas son demasiado complejos para la comprensión del hombre común. Por el contrario, nos parecería que muchos de los problemas básicos de la vida individual y social son muy simples, tan simples que deberíamos suponer que todos se hallan en condiciones de comprenderlos. Hacerlos aparecer tan monstruosamente complicados que sólo un "especialista" puede entenderlos, y eso únicamente en su propia y limitada esfera, produce —a veces de manera intencional— desconfianza en los individuos con respecto a su propia capacidad para pensar sobre aquellos problemas que realmente les interesan. Los hombres se debaten impotentes frente a una masa caótica de datos y esperan con paciencia patética que el especialista halle lo que debe hacer y a dónde debe dirigirse. Este tipo de influencia produce un doble resultado: por un lado, escepticismo y cinismo frente a todo lo que se diga o escriba, y, por el otro, aceptación infantil de lo que se afirme con autoridad. Esta combinación de cinismo y de ingenuidad es muy típica del individuo moderno. Su consecuencia esencial es la de desalentar su propio pensamiento y decisión. Otro modo de paralizar la capacidad de pensar críticamente lo hallamos en la destrucción de toda imagen estructurada del mundo. Los hechos pierden aquella calidad que poseen tan sólo en cuanto constituyen partes de una estructura total, y conservan únicamente un significado abstracto y cuantitativo; cada hecho no es otra cosa que un hecho más, y todo lo que importa es si sabemos más o menos. (...) Lo que se ha dicho acerca de la carencia de originalidad en el pensamiento y la emoción, también vale para la voluntad. Darse cuenta de ello es especialmente difícil; en todo caso parecería que el hombre moderno tuviese demasiados deseos, y que justamente su único problema residiese en el hecho de que, si bien sabe lo que quiere, no puede conseguirlo. Empleamos toda nuestra energía con el fin de lograr nuestros deseos, y en su mayoría las personas nunca discuten las premisas de tal actividad; jamás se preguntan si saben realmente cuáles son sus verdaderos deseos. No se detienen a pensar si los fines perseguidos representan algo que ellos, ellos mismos, desean. (...) Y, sin embargo, todo esto apunta a una confusa revelación de la verdad: que el hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando, en realidad, desea únicamente lo que se supone (socialmente) ha de desear. Para aceptar esta afirmación es menester darse cuenta de que saber lo que uno realmente quiere no es cosa tan fácil como algunos creen, sino que representa uno de los problemas más complejos que enfrentan al ser humano. Es una tarea que tratamos de eludir con todas nuestras fuerzas, aceptando fines ya hechos como si fueran fruto de nuestro propio querer. (...) La dificultad especial que existe en reconocer hasta qué punto nuestros deseos —así como los pensamientos y las emociones— no son realmente nuestros sino que los hemos recibido desde afuera, se halla estrechamente relacionada con el problema de la autoridad y la libertad. En el curso de la historia moderna, la autoridad de la Iglesia se vio reemplazada por la del Estado, la de éste por el imperativo de la conciencia, y, en nuestra época, la última ha sido sustituida por la autoridad anónima del sentido común y la opinión pública, en su carácter de instrumentos del conformismo. Como nos hemos liberado de las viejas formas manifiestas de autoridad, no nos damos cuenta de que ahora somos prisioneros de este nuevo tipo de poder. Nos hemos transformado en autómatas que viven bajo la ilusión de ser individuos dotados de libre albedrío. Tal ilusión ayuda a las personas a permanecer inconscientes de su inseguridad, y ésta es toda la ayuda que ella puede darnos. 

De este modo, se concede importancia al valor del producto terminado en lugar de atribuírsela a la satisfacción inherente a la actividad creadora. Por ello el hombre malogra el único goce capaz de darle la felicidad verdadera —la experiencia de la actividad del momento presente— y persigue en cambio un fantasma que lo dejará defraudado apenas crea haberlo alcanzado: la felicidad ilusoria que llamamos éxito.

domingo, 6 de julio de 2014

Vida y Destino - Vasili Grossman

- Es inconcebible que dos seres humanos, dos arbustos de rosas silvestres sean idénticos... La vida se extingue allí donde existe el empeño de borrar las diferencias y las particularidades por la vía de la violencia

- Yo no creo en el bien, creo en la bondad

 - Y Darenski también lo notó al instante. Más aún, en un abrir y cerrar de ojos había comparado las cualidades de la primera mujer, y de la segunda, y había hecho una elección, una elección sin consecuencias prácticas, la misma que hacen casi todos los hombres al mirar a las mujeres.

 - Su gran experiencia en las relaciones con las mujeres nunca se había transformado en costumbre. Su experiencia era una cosa, el placer y la excitación otra bien diferente. Precisamente eso le convertía en un verdadero amante de mujeres

 - Se acordaba de haber leído en un escrito de Kuprín, o en alguna novela extranjera, que el amor se parece al carbón: cuando está candente, quema, cuando está frío, ensucia.

 -¿Acaso la vida es el mal? El bien no está en la naturaleza, tampoco en los sermones de los maestros religiosos ni de los profetas, no está en las doctrinas de los grandes sociólogos y líderes populares, no está en la ética de los filósofos. Son las personas corrientes las que llevan en sus corazones el amor por todo cuanto vive; aman y cuidan de la vida de modo natural y espontáneo. Al final del día prefieren el calor del hogar a encender hogueras en las plazas. (...) Es la bondad del guardia de una prisión que, poniendo en peligro su propia libertad, entrega las cartas de prisioneros y reclusos, con cuyas ideas no congenia, a sus madres y mujeres. Es la bondad particular de un individuo hacia, otro, es una bondad sin testigos, pequeña, sin ideología. Podríamos denominarla bondad sin sentido. La bondad de los nombres al margen del bien religioso y social. Pero si nos detenemos a pensarlo, nos damos cuenta de que esa bondad sin sentido, particular, casual, es eterna. (...) En estos tiempos terribles en que la locura reina en nombre de la gloria de los Estados, las naciones y el bien universa I, en esta época en que los hombres ya no parecen hombres y sólo se agitan como las ramas en los árboles, como piedras que arrastran a otras piedras en una avalancha que llena los barrancos y las fosas, en esta época de horror y demencia, la bondad sin sentido, compasiva, esparcida en la vida como una partícula de radio, no ha desaparecido.

 - «¿De qué materia está hecho tu caparazón?», pregunté a la tortuga, y ella contestó: «De miedos acumulados». ¡En el mundo no hay nada más sólido!

 -Sofia Ósipovna Levinton sintió el cuerpo del niño derrumbarse en sus brazos. Luego volvió a separarse de él. En las minas, cuando el aire se intoxica, son siempre las pequeñas criaturas, los pájaros y los ratones, las que mueren primero, y el niño con su cuerpecito de pájaro se había ido antes que ella. “Soy madre”, pensó. Ése fue su último pensamiento. Pero en su corazón todavía había vida: se comprimía, sufría, se compadecía de vosotros, tanto de los vivos como de los muertos. Sofia Ósipovna sintió náuseas. Presionó a David contra sí, ahora un muñeco, y murió, también muñeca

 -Pero ni la desesperación ni el asombro han logrado hacer comprender que el movimiento en espiral de la humanidad, aunque alargue sus giros, mantiene un eje invariable.

 -¿De dónde le venía aquella presunción interior, quién le daba el derecho a jactarse de su pureza y su valor, de erigirse como juez implacable de los hombres que no perdonaba sus debilidades? La verdad de los fuertes no está en la arrogancia. Todos eran débiles, tanto justos como pecadores. La única diferencia era que un hombre miserable, cuando realizaba una buena acción, se vanagloriaba de ella toda la vida, mientras que un hombre justo no reparaba en sus buenas acciones, pero recordaba durante años un pecado cometido. Se sentía orgulloso de su propio coraje, de su rectitud; se borlaba de aquellos que daban muestras de debilidad y cobardía. Pero ahora él, un hombre, también había traicionado a otros hombres. Se despreciaba, sentía vergüenza de sí mismo.

 - ¿Por qué su vida era tan enmarañada, tan confusa? Y aquellos que habían muerto, asesinados, ejecutados, mantenían su relación con los vivos. Aleksandra Vladímirovna recordaba sus sonrisas, sus bromas, su risa, sus ojos tristes y desconcertados, su desesperación y su esperanza. (...) Caóticos, siempre llenos de penas, sufrimientos secretos, dudas, esperaban la felicidad.(...) Y ahí estaba, una mujer vieja ahora; vive esperando el bien, cree, teme el mal, llena de angustia por los que viven y también por los que están muertos; ahí está, mirando las ruinas de su casa, admirando el cielo de primavera sin saber que lo está admirando, preguntándose por qué el futuro de los que ama es tan oscuro y sus vidas están tan llenas de errores, sin darse cuenta de que precisamente esa confusión, esa niebla y ese dolor aportan la respuesta, la claridad, la esperanza, sin darse cuenta de que en lo más profundo de su alma ya conoce el significado de la vida que le ha tocado vivir, a ella y a los suyos. Y aunque ninguno de ellos pueda decir qué les espera, aunque sepan que en una época tan terrible el ser humano no es ya forjador de su propia felicidad y que sólo el destino tiene el poder de indultar y castigar, de ensalzar en la gloria y hundir en la miseria, de convertir a un hombre en polvo de un campo penitenciario, sin embargo ni el destino ni la historia ni la ira del Estado ni la gloria o la infamia de la batalla tienen poder para transformar a los que llevan por nombre seres humanos. Fuera lo que fuese lo que les deparara el futuro —la fama por su trabajo o la soledad, la miseria y la desesperación, la muerte y la ejecución—, ellos vivirán como seres humanos y morirán como seres humanos, y lo mismo para aquellos que ya han muerto; y sólo en eso consiste la victoria amarga y eterna del hombre sobre las fuerzas grandiosas e inhumanas que hubo y habrá en el mundo.