sábado, 3 de junio de 2017

Bartleby y compañía – Enrique Vila-Matas

Mi epigrama favorito de Dufoo (hijo): “en su trágica desesperación arranca, brutalmente, los pelos de su peluca”.

“La dignidad de la inteligencia reside en reconocer que está limitada y que el universo se encuentra fuera de ella” Pessoa La educación del estoico

El caso de Hofmannsthal es uno de los más singulares y polémicos del arte de la negativa, por su fulgurante ascenso de niño prodigio de las letras, por la crisis de escritura que posteriormente le sobreviene (y que refleja en su Carta de Lord Chandos, pieza emblemática del arte de la negativa) y por su sucesiva y prudente corrección de rumbo.

Hablar – parecen indicarnos tanto Wakefield como Bartleby- es pactar con el sinsentido del existir.

Siempre fue una vieja aspiración de Oscar Wilde, expresada en El crítico como artista, “no hacer absolutamente nada, que es la cosa más difícil del mundo, la más difícil y la más intelectual” (…) El hombre que había dicho que “el trabajo es la maldición de las clases bebedoras” huyo de la literatura como de la peste y se dedicó a pasear, beber y en muchas ocasiones, a la contemplación dura y pura. (…) A su muerte, un periódico parisino recordó muy oportunamente unas palabras de Wilde “Cuando no conocía la vida, escribía; ahora que conozco su significado, no tengo nada más que escribir”.

Los talentos de primer orden –escribe Schopenhauer- jamás serán especialistas.

¿Te da miedo el silencio?

Ahora creo observarlo con perfecta visibilidad: dadas las feroces reacciones que no callar provoca en algunos enclaves controlados por ágrafos, ¿cómo no va a estar profundamente arraigada en mí “la pulsión negativa, la atracción por no hacer nada”?  Lo está, pero no cedí nunca a esa atracción, precisamente por el miedo que me produce el silencio. 

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