domingo, 13 de noviembre de 2011

De la nariz al cielo - Luigi Pirandello

Algunas noches, incluso ha llegado a pensar que él, que hace la luz, hace también las sombras. Porque no se puede dar una cosa sin su contrario. Aquel que nace, muere. Y la sombra es como la muerte que sigue a un cuerpo que camina.

Aquí estaba: el deseo, al no poder la mano ávida, alargaba un suspiro. Y quién sabe cuántos y cuántos no venían aquí a pasear justo por eso, para no suspirar como él en ese momento: ¡Si fuera mío!
Porque el destino de las cosas que son de todos que no sea, en realidad, de nadie.

Tanto tú como yo tenemos a punto, hasta ahora, dentro de nosotros, el mecanismo del civismo, y dejamos que la basura de todas nuestras acciones, de todos nuestros pensamientos, de todos nuestros sentimientos se nos pose muy callada, a escondidas, en el fondo de la conciencia. Pero, haz que uno, al que se le haya averiado el mecanismo, se ponga a mirarte como te he mirado yo. No ya de broma, como lo he hecho yo, sino en serio, y te remueva sin que te lo esperes, desde el fondo de la conciencia, todo el poso de esa basura que llevas dentro, ¡y dime si no te asustas!

A veces el agua marina, en ciertas playas solitarias, tiene una limpidez tan tersa y transparente que, por mucho que se desee sumergirse en ella para obtener el placer más delicioso, se siente casi una sagrada condición a enturbiarla.

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