lunes, 12 de marzo de 2012

Los hermanos Karamázov - Dostoyevski

En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. Evangelio de San Juan, XII, 24

Aquella vieja, que por lo visto no era mala, pero a quien la ociosidad había hecho insoportablemente tiránica.

El que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras llega a no distinguir ninguna verdad ni en su fuero interno ni a su alrededor, pues deja de respetarse a sí mismo y de respetar a los otros. (…) El que se engaña puede también sentirse ofendido antes que los demás. Pues ofenderse, a veces, es muy agradable ¿verdad? El hombre sabe que nadie le ha ofendido, que se ha forjado él mismo la ofensa y que ha mentido a fondo para darse tono. (Stárets Zosima)

Pues los hombres son creados para la felicidad, y quien es plenamente feliz tiene en verdad el derecho de decirse "he cumplido la voluntad de Dios en la tierra". (Stárets Zosima)

Experiencia del amor activo. Esfuércese por amar al prójimo de manera activa y sin cesar. A medida que avance en el amor, se irá convenciendo de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma. (…) (Stárets Zosima)
Si una cosa hay que podría enfriar inmediatamente mi amor activo por la humanidad no es otra que la ingratitud. En una palabra, puedo trabajar por una paga, exijo en seguida la paga, es decir, elogios, y que se me pague el amor con el amor. ¡de otro modo no soy capaz de amar a nadie! (…) (Mujer)
Sobre todo, evite la mentira, toda mentira, en particular la mentira consigo misma. Observe su mentira y no deje de mirarla cada hora, cada minuto. Evite también la repulsión hacia los demás y hacia sí misma: lo que en su interior le parezca malo, por el mero hecho de que lo vea usted en sí se purifica. Evite el miedo también, aunque el miedo nunca es más que la consecuencia de la mentira. No tema nunca su propia pusilanimidad en el logro del amor, ni siquiera tema demasiado los malos actos que en este sentido pueda cometer. Siento no poderle decir nada más alentador, pues el amor activo en comparación con el amor soñado es algo cruel y aterrador. El amor soñado anhela la proeza inmediata, que encuentra rápida satisfacción y quiere que todo el mundo la contemple. (Stárets Zosima)

Me decía que aún si perdiera la fe en la vida, en la mujer amada y en el orden de las cosas, aun si me convenciera de que todo es un caos maldito y, quizá, satánico, aunque me fulminaran todos los horrores de la desilusión humana, a pesar de todo, desearía vivir; ¡puestos los labios en esta copa ya no los quitaré hasta apurarla! (Ivan)

Sin duda algo, amar la vida antes que la lógica, como tú dices; sin duda alguna antes que la lógica, y sólo en este caso entenderé también el sentido de la vida. (Aliosha)

En el siglo XVIII hubo un viejo pecador que afirmaba: si no hubiera Dios, habría que inventarlo (Voltaire) (…) En cuanto a mí, hace tiempo que he decidido no pensar en si es el hombre quien ha creado a Dios o Dios al hombre (Ivan)

Nunca he podido comprender cómo es posible amar al prójimo. Es precisamente nuestro prójimo a quien es imposible amar; quizá podamos amar sólo a quienes están distantes. (…) La cuestión está en saber si esto depende de las malas cualidades de la gente os inherente a su naturaleza. A mi modo de ver, el amor de Cristo por el hombre es una especie de milagro imposible en la tierra. (Ivan)
No quiero hablar de los adultos porque aparte de ser repugnantes y no merecer amor, tienen, además, con qué desquitarse: han comido la manzana y han entrado en conocimiento del bien y del mal, y se han hecho semejantes a Dios. Y siguen comiéndola. En cambio los niños no han comido nada y no son culpables de nada. (…) Escúchame: me he referido sólo a los niños, para que resultara más evidente lo que decía. De las otras lágrimas humanas con que está empapada la tierra desde la corteza hasta su centro, no diré ni una palabra; adrede he reducido mi tema. Soy un gusano y confieso humildemente que no puedo comprender en lo más mínimo con qué objetivo están así las cosas ordenadas. Tenemos, pues, que los propios hombres son culpables: se les dio el paraíso, ellos quisieron la libertad y robaron el fuego de los cielos, sabiendo a ciencia cierta que serían desgraciados; por tanto, no son dignos de lástima. Pero, según mi lamentable entendimiento, terreno y euclidiano, lo único que sé es que el dolor existe y que no hay culpables, que una cosa se desprende de otra de manera directa y sencilla, que todo fluye y se equilibra, pero esto no es más que un absurdo euclidiano, yo lo sé y no puedo estar de acuerdo con vivir ateniéndome a él ¿Qué me importa a mí que no haya culpables y que yo lo sepa? Lo que necesito yo es que se castigue; de lo contrario, me destruiré a mí mismo. Y que el castigo se aplique no en el infinito, en algún tiempo y en algún lugar imprecisos, sino aquí, en la tierra, y que yo mismo lo vea. He tenido fe, quiero ver por mí mismo, y si cuando la hora llegue ya he muerto, que me resuciten, pues si todo ocurre sin mí, resultará demasiado ofensivo. No he sufrido yo para estercolar con mi ser, con mis maldades y sufrimientos, la futura armonía a alguien. (…)
Mientras me queda tiempo, procuro proteger mi posición y por esto renuncio por completo a la armonía suprema, que no vale las lágrimas ni de aquella sola niña atormentada que se daba golpes en el pecho con sus manitas, ¡y en su maloliente encierro rogaba al “Dios de los niños” con sus lágrimas imperdonables! Estas lágrimas no han sido expiadas. Han de serlo: de lo contrario, no puede haber armonía. Pero ¿cómo quieres expiarlas? ¿Acaso es posible? ¿Acaso por el castigo futuro? ¿Pero de qué me sirve el castigo, de qué me sirve el infierno para los verdugos, qué puede rectificar el infierno, cuando aquéllos han sido ya torturados? Y qué armonía puede haber si existe el infierno: lo que quiero yo es perdonar, abrazar, y no que se sufra más. Y si los sufrimientos de los niños han ido a completar la suma de sufrimientos necesaria para comprar la verdad, yo afirmo de antemano que la verdad entera no vale semejante precio ¡No quiero, en fin, que la madre abrace al verdugo que ha hecho despedazar a su hijo por los perros! ¡Que no se atreva a perdonarle! Si quiere, que perdone al torturador su infinito dolor de madre; pero no tiene ningún derecho a perdonar los sufrimientos de su hijo despedazado, ¡y que no se atreva a perdonar al verdugo, aunque la propia criatura se lo perdonara! Si es así, si las víctimas no se han de atrever a perdonar, ¿dónde está la armonía? ¿Hay en todo el mundo un ser que pueda y tenga derecho a perdonar? No quiero la armonía, no la quiero por amor a la humanidad. Prefiero quedarme con los sufrimientos sin castigar. Mejor es que me quede con mi dolor sin vengar y con mi indignación pendiente, aunque no tenga razón. Muy alto han puesto el precio a la armonía, no es para nuestro bolsillo pagar tanto por la entrada. Me apresuro, pues, a devolver mi billete de entrada. Y si soy un hombre honrado, tengo la obligación de devolverlo cuanto antes. Esto es lo que hago. No es que no admita a Dios, Aliosha; me limito a devolverle respetuosamente el billete.
- Esto es una rebelión –replicó Aliosha, en voz queda y bajando los ojos.
- ¿Una rebelión? (…) Háblame francamente, te invoco, responde: imagínate que tú mismo construyes el edificio del destino humano con el propósito último de hacer feliz al hombre, de proporcionarle, al fin, paz y sosiego; mas para lograrlo te es absolutamente necesario e inevitable torturar sólo a una pequeña criaturita (…) de modo que has de cimentar el edificio en esas lágrimas sin vengar; ¿estarías de acuerdo en ser el arquitecto, en esas condiciones? ¡Responde y no mientas!
- No, no estaría de acuerdo – contestó en voz baja Aliosha (…)
- ¿Y puedes tú admitir la idea de que la gente para la que construyes el edificio estuviera dispuesta a aceptar su felicidad a costa de la injustificada sangre de la criatura sacrificada y que, habiéndolo aceptado, viviera feliz por los siglos de los siglos?
- (…) has preguntado hace un momento: ¿existe en todo el mundo un ser que pueda perdonar y tenga derecho a hacerlo? Pues bien, este ser existe, y puede perdonarlo todo a todos y por todo, poque él mismo ha dado su sangre inocente por todos y por todo. Tú te has olvidado de Él, y es en Él, precisamente, en quien se sostiene el edificio.

El Gran Inquisidor
–¿Eres Tú, en efecto? Pero, sin esperar la respuesta prosigue –No hables, calla. ¿Qué podías decirme? Demasiado lo sé. No tienes derecho a añadir ni una sola palabra a lo que ya dijiste. ¿Porqué has venido a molestarnos?… Bien sabes que tu venida es inoportuna. Mas yo te aseguro que mañana mismo... No quiero saber si eres Él o sólo su apariencia; sea quien seas, mañana te condenaré; perecerás en la hoguera como el peor de los herejes. Verás cómo ese mismo pueblo que esta tarde te besaba los pies, se apresura, a una señal mía, a echar leña al fuego. Quizá nada de esto te sorprenda... (…)
En eso estriba el rasgo esencial del catolicismo romano, es como si dijeran: "lo has pasado todo al Papa; por tanto, ahora se encuentra todo en manos del Papa y es mejor que tú no vengas, no nos estorbes, por lo menos hasta la hora señalada" (…)
–El Espíritu terrible e inteligente – añade, tras una larga pausa –, el Espíritu de la negación y de la nada, te habló en el desierto, y la Escrituras atestiguan que te "tentó". No puede concebirse nada más profundo que lo que se te dijo e aquellas tres preguntas o, para emplear el lenguaje de la Escritura, en aquellas tres "tentaciones".No hay, te repito, un afán más vivo en el hombre que encontrar en quien delegar la libertad de que nace dotada tan miserable criatura. Sin embargo, para obtener la ofrenda de la libertad de los hombres, hay que darles la paz de la conciencia. El hombre se hubiera inclinado ante ti si le hubieras dado pan, porque el pan es una cosa incontestable; pero si, al mismo tiempo, otro se hubiera adueñado de la conciencia humana, el hombre hubiera dejado tu pan para seguirle. En eso, tenías razón; el secreto de la existencia humana consiste en la razón, en el motivo de la vida. Si el hombre no acierta a explicarse por qué debe vivir preferirá morir a continuar esta existencia sin objeto conocido, aunque disponga de una inmensa provisión de pan.
Hay sobre la tierra tres únicas fuerzas capaces de someter para siempre la conciencia de esos seres débiles e indómitos – haciéndoles felices – : el milagro, el misterio y la autoridad. Y tú no quisiste valerte de ninguna.
Cuando te dijeron, por mofa: "¡Baja de la cruz y creeremos en ti!", no bajaste. Entonces, tampoco quisiste someter al hombre con el milagro, porque lo que deseaba de él era una creencia libre, no violentada por el prestigio de lo maravilloso; un amor espontáneo, no los transportes serviles de un esclavo aterrorizado. En esta ocasión, como en todas, obraste inspirándote en una idea del hombre demasiado elevada: ¡es esclavo, aunque haya sido creado rebelde! Han pasado quince siglos: ve y juzga. ¿A quién has elevado hasta ti? El hombre, créeme, es más débil y más vil de lo que tú pensabas. (Gran Inquisidor)

El mundo ha proclamado la libertad, sobre todo en estos últimos tiempos, ¿y qué vemos en esta libertad suya? ¡Nada más que la esclavitud y el suicidio! El mundo dice: «Tienes necesidades; dales, pues, satisfacción, tienes los mismos derechos que las personas más nobles y ricas. No temas darles satisfacción, al contrario, hazlas aún mayores», tal es la doctrina actual en el mundo. En eso ven la libertad. ¿ Y qué resulta de este derecho a aumentar las necesidades? Por parte de los ricos, la soledad y el suicidio espiritual; por parte de los pobres, la envidia y el asesinato, pues el derecho de satisfacer las necesidades se lo han dado, mas sin indicarle todavía con qué medios. (Stárets Zosima)

Tú trabajas para todos, obras para el futuro. No busques nunca una recompensa, pues sin ella ya es grande la que tienes en esta tierra: la alegría espiritual que sólo el justo llega a alcanzar. (Stárets Zosima)

¿qué es el infierno? es el sufrimiento de no poder volver a amar jamás (Stárets Zosima)

En ciertos casos más honroso dejarse llevar por una pasión aunque poco razonable, inspirada por un gran amor, que resistirla a todo trance. Tanto más en la juventud, pues es de poco fiar y poco es lo que vale un joven que sea constantemente en exceso reflexivo.

¿se puede llamar creencia a lo que se impone por la fuerza? Además en el terreno de las creencias, las demostraciones, sobre todo las materiales, de nada sirven (Ivan)

Ah mon père (responde la pecadora). Ça lui fait tant de plaisir et à moi si peu de peine!

La sensación de la bajeza en la caída es tan necesaria a estas naturalezas violentas y desenfrenadas como la sensación de la más alta nobleza.

Júpiter te enfadas; esto quiere decir que no tienes razón.

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