lunes, 8 de diciembre de 2008

Crematorio – Rafael Chirbes

  • Nadie vive para sí mismo, nadie muere para sí mismo. San Pablo, Epístola a los romanos
  • Matías me lee en voz alta capítulos de El Conde de Montecristi bajo la pérgola de la casa del Pinar. Dice: Quiero ser la Providencia, porque lo más bello y grande que puede hacer un hombre es recompensar y castigar
  • Si hasta para mi sería demasiado mayor, si yo misma tendría que pensármelo antes de casarme con un hombre de esa edad, no digo que no sea bueno, que no te quiera, pero piénsatelo, el dinero lo es todo cuando no lo tienes, pero, cuando lo tienes, vuelve más evidente lo que te falta, y con ese hombre, no te quepa duda de que te van a faltar muchas cosas
  • Reírse su padre y ella entre lágrimas, entre sollozos ¿No lo hacen así las familias? ¿No homenajean así a sus difuntos, hablando de esas cosas, hablando de ellos? Los psicólogos dicen que es necesario representar el dolor, la ceremonia del funeral, el llanto, el luto, todos los psicólogos lo dicen, lo recomiendan: representar el dolor te lo quita de encima; o mejor dicho lo convierte en otra cosa, en otra forma de sufrimiento que es distinta porque parece que no es inconsolable, porque lo dota de cierta finalidad; así, compartido, meditado, parece que el dolor alimenta algo, que sirve para algo. El sufrimiento pasa de ser una fiera que te devora las entrañas a un animalito de compañía que acaricias, con el que hablas.
  • Cuéntame, papá ¿Era travieso el tío? ¿Cómo era de pequeño? Puro parloteo del que surge un ambiente moral, un clima: eso que llaman la gramática familiar, los léxicos compartidos, ritos que pueden parecerles cursis a quienes están fuera del núcleo pero que son imprescindibles para que lo de dentro se mantenga como algo aparte, se fortalezca diferente del resto, protegido del resto, el duro nife de la familia
  • Vivimos en un lugar que no es nada: derribo de lo que fue y andamio de lo que será. … Del futuro no tenemos ni idea, un líquido químico, un abrasivo en el que todo se disuelve.
  • Hoy llamamos progreso a algo que no sabemos cómo lo llamarán los que vengan. La oscuridad es el estado natural: en cuanto el hombre se descuida, vuelve lo oscuro. En la vida privada ocurre lo mismo. En cuanto te descuidas tres o cuatro días sin hacer limpieza, lo oscuro, lo sucio, lo prehumano, empieza a comerte. Cuesta mucha energía mantener encendida la lucecita de la civilización.
  • Juan piensa que las cosas son suficientemente hermosas cuando uno las entiende como son, y que no vale la pena cargarlas de sentidos suplementarios
  • A lo mejor eso fue lo que los unió a Juan y a ella al principio, una misma formación, el pudor que impedía expresar ciertas cosas, el sonrojo al escuchar ciertas palabras. En Juan la capacidad para ver las cosas como son, sin adornos, roza con frecuencia la crueldad
  • La belleza, los sentimientos: paparruchas, que decían los personajes de comedia de antes. Leemos un libro, vemos un cuadro, u oímos una canción que nos emociona tremendamente, y a lo mejor hasta nos hace llorar, pero luego se acaba, y volvemos a la vida cotidiana y hasta nos olvidamos de que un día oímos esa canción. Los sentimientos no son precisamente ni lo más fuerte, ni lo más seguro, ni lo más duradero. Los sobrevaloramos. Tienen más que ver con lo animal, con la secreción salival de los perros de Pavlov cuando oyen el sonido que les anuncia la llegada de la comida. Babeo. No son lo sentimientos lo más humano. Lo humano es la inteligencia, y seguramente también la capacidad para planear el mal a largo plazo.
  • El sufrimiento es el precio que se paga uno a sí mismo
  • Pensar en los demás puede no ser siempre generosidad, puede ser un modo de escapar de una misma
  • Le falló el timing. Lo pensó tanto, que se le hizo tarde, y ahora se pregunta cómo desprenderse de todos los anclajes que la fijan al suelo. Se siente apresada. En cualquier caso, cuando ha intentado imaginar cómo sería el mundo que desea, nunca ha llegado a darle una forma precisa. Seguramente, no saber qué forma, qué figura ponerle a lo que deseas, se corresponde con la falta de ambición. Sientes la incomodidad de lo que te rodea, el desagrado de ti misma, pero no sabes qué puedes poner a cambio, con qué puedes sustituirlo, y eso te paraliza
  • Hace sólo unas horas no soportaba la idea de que Matías se hubiese muerto sin que algo hubiera ocurrido, pero él se había muerto, y no parecía que eso significara algo especial
  • Brouard coge un cuadernito negro y tira de la cinta separadora para leerle una frase que habla de un filósofo y un cura: Ninguno de los dos mencionaba la palabra bondad en todos sus discursos sobre la moral. ¿Te gusta la cita? ¿Sabes de quién es? Es de Fielding, es una frase sacada del Tom Jones
  • La cantidad de fatalidad que depende del hombre se llama Miseria y puede ser abolida; la cantidad de fatalidad que depende de lo desconocido se llama Dolor y debe ser contemplada y explorada con temblor. Mejoremos lo que se puede mejorar y aceptemos piadosamente el resto
  • Acabamos conociendo siempre tan poco a los que tenemos más cerca. Resulta curioso, Matías ha muerto, sabemos que la muerte es el mayor fracaso, y sin embargo, tengo la sensación de que ye sido yo el que ha perdido; de que él se ha salido con la suya: fracasó a lo largo de su vida en cuanto se propuso, y sin embargo no se me quita de la cabeza la impresión de que supo caer siempre en el lado bueno. Uno no puede trabajar, luchar, encontrar una posición, ganar dinero, no necesitar – finalmente – de nadie y sin embargo, está en el lado equivocado, ha crecido en una mala dirección. En cambio otro, sin hacer nada, está en el lado bueno, cae de ese lado, de pie.
  • Un nombre a la vez de ama de cada y de puta, un nombre multiuso. Bien, eso gusta. La charca revuelta. La vida sin reciclaje. Mezclados lo bueno y lo malo, lo que huele bien y lo que huele mal. Así es el sexo, piensa él. Sin reciclar. Por mucho que digan, no hay quien le quite la guarrería. A veces, cuando acabas, tienes que ducharte enseguida. No soportas el olor
  • El amor lo tiene uno, está en uno, está en ti, le dice. Lo que te gusta de los otros es tu espejo, ves en el espejo tu propio sentimiento y eso te conmueve.
  • Cuando envejeces te das cuenta de que le tiempo que no has vivido es irrecuperable, de que te faltan cosas que dejaste a otro vivir por ti. Algo así le dijo Matías. El amor no es eso. Ni siquiera deseo de propiedad, un deseo más difuso que tiene que ver con carencias que a veces uno sólo imagina, y las busca fuera sin saber que tiene en sí mismo lo que busca
  • Eso no es trabajo, se trata más bien de estética, tan improductiva como el puro ocio, tentación de todos los ideólogos que fracasan: el regreso a la naturaleza, al buen salvaje, Cándido cultiva lechugas, a ser posible al pie de algún decorado suntuoso, lo de menos es el cultivo. Lo que vale no es lo que se produce, sino el gesto, la escenografía
  • Claudio de Graves y Memorias de Adriano. Otra vuelta de tuerca de H.James, Polvo y ceniza de Joyce Dublineses, Bola de sebo de maupassant, el idiota de dostoiewsky, fausto de goethe, diferencia entre el rígido Demócrito y el flexible Epicuro
  • Tomás de Kempis: en quintándolo de la vista, pronto se va también de la memoria
  • Los cristianos se inventaron lo del cuerpo místico: mi dolor, aunque no me cure te sirve a ti. Pero eso es mentira, mi dolor no le sirve a nadie. Deberíamos sentirnos orgullosos, fíjate en lo que hemos conseguido. Por fin la existencia transcurre en paz, sólo sometida a los incidentes habituales en la vida privada. Jamás habíamos gozado de tanta calma y sin embargo, jamás habíamos tenido una sensación tan grande de estar oprimidos.
  • Si odias tanto la literatura, ¿para qué escribes?, él le respondía con aquello que Charlot le decía a Claire Bloom – creí que odiaba usted el teatro – en Candilejas: también odio la sangre pero me corre por las venas. No busques más explicación. Eso que tanto odiamos es lo que hay dentro.
  • Como le dice mi suegro a mi mujer: vosotros nunca os habéis equivocado porque no habéis tenido intención de ir a ninguna parte.
  • Te casas de penalti con una a la que no quieres, y estás poniéndole a tu vida a la vez un principio y un fin. Todos hacen igual. Se casan por pesimismo (mientras pronunciaba la frase me he acordado de que eso – casarse por pesimismo- lo leí hace una infinidad de tiempo en el solterón Baroja, me impresionó, lo pensaba muchas noches después que decidí volver a casarme, no quería que fuera el miedo a la soledad el que me cegara), te casas porque estás convencido de que no sirves para otra cosa, y estás condenado.
  • Hay algo infantil en ese afán de transparencia, como si las sociedades – como los hogares; la vida pública es al fin y al cabo, un trasunto de la vida privada – no necesitaran tener sus zonas oscuras, las zonas donde se acumula la energía de lo que va a venir.
  • En cuanto yo me voy, el mundo deja de existir, deja de existir todo este ajetreo, se redime esta crueldad. Pero sobre ese relativismo se levanta el principio mismo de la vida. Sobre la evidencia de que estás y luego no estarás, de que eres y luego no serás. Coge la fruta y muérdela, y que el jugo te empape la boca. Ese bocado es el que vale. La vida es eso, derroche, hija mía.

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