domingo, 9 de noviembre de 2008

España invertebrada. Ortega y Gasset

- La diferencia de los caracteres, dada la homogeneidad de la materia humana, es ante todo una diferencia de localización espiritual. Por eso, el talento psicológico consiste en una fina percepción de los lurgares que dentro de cada individuo ocupan las pasiones; por lo tanto, en un sentido de la perspectiva. El sentido para la social, lo político, lo histórico es del mismo linaje.
- Por una curiosa inversión de las potencias imaginativas, suele el español hacerse ilusiones sobre su pasado en vez de hacérselas sobre el porvenir, que sería más fecundo. Hay quien se consuela de las derrotas que hoy nos inflingen los moros, recordando que el Cid existió , en vez de preferir almacenar en el pasado los desastres y procurar victorias para el presente.
- Ahora bien: ¿no es el peor pesimismo creer, como es usado, que España fue un tiempo la raza más perfecta, pero que luego declinó en pertinaz decadencia? ¿No equivale esto a pensar que nuestro pueblo tuvo ya su hora mejor y se halla en irremediable decrepitud?
- A mi juicio, el síntoma más elocuente de la hora actual es la ausencia en toda Europa de una ilusión hacia el mañana
- Hay quien sabe vivir como un sonámbulo; yo no he logrado aprender este cómodo estilo de existencia. Necesito vivir de claridades y lo más despierto posible.
- La historia de toda nación, y sobre todo de la nación latina, es un vasto sistema de incorporación
- Es falso suponer que la unidad nacional se funda en la unidad de sangre y viceversa. La diferencia racial, lejos de excluir la incorporación histórica, subraya lo que hay de específico en la génesis de todo gran Estado.
- La historia de la decadencia de una nación es la historia de una vasta desintegración.
- Mandar no es simplemente convencer ni simplemente obligar, sino una exquisita mixtura de ambas cosas. La sugestión moral y la imposición material van íntimamente fundidas en todo acto de imperar. Yo siento mucho no coincidir con el pacifismo contemporáneo en su antipatía hacia la fuerza; sin ella no habría habido nada de lo que más nos importa en el pasado, y si la excluimos del porvenir sólo podremos imaginar una humanidad caótica. Pero también es cierto que con sólo la fuerza no se ha hecho nunca cosa que merezca la pena.
- Los grupos que integran un Estado viven juntos para algo: son una comunidad de propósitos, de anhelos, de grandes utilidades. No conviven por estar juntos, sino para hacer juntos algo.
- No es el ayer, el pretérito, el haber tradicional, lo decisivo para que una nación exista. Este error nace, como ya he indicado, de buscar en la familia, en la comunidad nativa, previa, ancestral, en el pasado, en suma, el origen del Estado. Las naciones se forman y viven de tener un programa para mañana.
- Se ha hecho de la fuerza lo contrapuesto al espíritu, o cuando más, una manifestación espiritual de carácter inferior
- Porque no se le dé vueltas: España es una cosa hecha por Castilla y hay razones para ir sospechando que, en general, sólo cabezas castellanas tienen órganos adecuados para percibir el gran problema de la España integral.
- La unidad española fue, ante todo y sobre todo, la unificación de las dos grandes políticas internacionales que a la sazón había en la península: la de Castilla, hacia África y el centro de Europa; la de Aragón hacia el mediterráneo.
- Aquí sin embargo, parece que la unidad es la causa y la condición para hacer grandes cosas. ¿Quién lo duda? Pero es más interesante y más honda, y con verdad de más quilates, la relación inversa; la idea de grandes cosas por hacer engendrar la unificación nacional.
- Para entender una cosa es preciso ponerse a su compás. ¿cómo podrán entenderse dos almas de tempo melódico distintos? Si queremos intimar con algo o con alguien, tomemos primero el pulso de su vital melodía y según él exija, galopemos un rato a su vera o pongamos al paso nuestro corazón.
- De 1580 hasta el día cuanto España acontece es decadencia y desintegración. El proceso incorporativo va en crecimiento hasta Felipe II. El año vigésimo de su reinado puede considerarse como la divisoria de los destinos peninsulares. Hasta su cima, la historia de España es ascendente y acumulativa; desde ella hacia nosotros, la historia de España es decadente y dispersiva.
- La esencia del particularismo es que cada grupo dejo de sentirse a sí mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás. No le importan las esperanzas o necesidades de los otros y no se solidarizará con ellos para auxiliarlos en su afán.
- Cuando una sociedad se consume víctima del particularismo, puede siempre afirmar que le primero en mostrarse particularista fue precisamente el poder central. Y esto es lo que ha pasado en España.
- No se emprende nada nuevo, ni en lo político, ni en lo científico, ni en lo moral. Toda la actividad que resta se emplea precisamente “en no hacer nada nuevo” en conservar el pasado, instituciones y dogmas, en sofocar toda iniciación, todo fenómeno innovador. Castilla se transforma en lo más opuesto a sí misma: se vuelve suspicaz, angosta, sórdida, agria. Ya no se ocupa de potenciar la vida de las otras regiones; celosa de ellas, las abandona a sí mismas y empieza a no enterarse de lo que en ellas pasa.
- La afirmación de la diferencia étnica, el entusiasmo por sus idiomas, la crítica de la política central, me parece que o no tiene importancia o si la tiene, podría aprovecharse en sentido favorable.
- Las clases y los grupos profesionales en cambio nacen desde luego como partes. Tal es el particularismo de clase, síntoma mucho más grave de descomposición que los movimientos de secesión étnica y territorial
- Los políticos actuales son fiel reflejo de los vicios étnicos de España
- La única forma de actividad pública que al presente, satisface a cada clase es la imposición inmediata de su señera voluntad, en suma, la acción directa
- Cuando un loco o un imbécil se convence de algo, no se da por convencido él solo, sino que al mismo tiempo, cree que están convencidos todos los demás mortales. No consideran pues necesario esforzarse en persuadir a los demás
- Años de soledad han enseñado al egregio espíritu del señor Maura, que para hacer grandes cosas es la peor una táctica de exclusiones. Las revoluciones y cambios victoriosos han solido hacerse con ideas de amplísimo seno, al paso que la revolución obrera va en derrota, por su absurda pretensión de triunfar a fuerza de exclusiones. Es penoso observar que desde hace muchos años, en el periódico, en el sermón y en el mitin, se renuncia desde luego a convencer al infiel y se habla sólo al parroquiano ya convicto. A esto se debe el progresivo encanijamiento de los grupos de opinión.
- Nos falta la cordial efusión del combatiente y nos sobra la arisca soberbia del triunfante. No queremos luchar: queremos simplemente vencer.
- La influencia pública o, si se prefiere llamarla así, la influencia social, emana de energías muy diferentes de las que actúan en la influencia privada que cada persona puede ejercer sobre la vecina. Un hombre no es nunca eficaz por sus cualidades individuales, sino por la energía social que la masa ha depositado en él. Sus talentos personales fueron sólo el motivo, ocasión o pretexto para que se condensase en él ese dinamismo social. Así, un político irradiará tanto de influjo público cuanto sea el entusiasmo y confianza que su partido haya concentrado en él. Un escritor logrará saturar la conciencia colectiva en la medida que el público sienta hacia él devoción. En cambio, sería falso decir que un individuo influye en la proporción de su talento o de su laboriosidad. La razón es clara: cuanto más hondo, sabio y agudo sea un escritor, mayor distancia habrá entre sus ideas y las del vulgo, y más difícil su asimilación por el público. Sólo cuando el lector vulgar tiene fe en el escritor y le reconoce una gran superioridad sobre sí mismo, pondrá el esfuerzo necesario para elevarse a su comprensión. En un país donde la masa es incapaz de humildad, entusiasmo y adoración a lo superior se dan todas las probabilidades para que los únicos escritores influyentes sean los más vulgares; es decir, los más fácilmente asimilables; es decir, los más rematadamente imbéciles.
- Es completamente erróneo suponer que el entusiasmo de las masas depende del valer de los hombres directores. La verdad es estrictamente lo contrario: el valor social de los hombres directores depende de la capacidad de entusiasmo que posea la masa.
- Un pueblo vive de lo mismo que le dio la vida: la aspiración. No el pasado sino el futuro, no la tradición, sino el afán. Esas grandes empresas no pueden hoy, pro lo pronto, consistir más que en una gigantesca, dinámica reforma de la vida interior de España orientada hacia un destino internacional: la unificación espiritual de los pueblos de habla española. Nada de eso se puede iniciar sin convencernos antes de que en España hoy, como siempre, es deducidísimo el número de hombres bien dotados. Culto al hombre selecto.
- Así, cuando en una nación la masa se niega a ser masa –esto es, a seguir a la minoría directora-, la nación se deshace, la sociedad se desmembra y sobreviene el caos social, la invertebración histórica.
- Que una sociedad sea inmoral, tenga o contenga inmoralidad, es grave; pero que una sociedad no sea una sociedad, es mucho más grave. Pues bien: éste es nuestro caso. La sociedad española se está disociando desde hace largo tiempo porque tiene infeccionada la raíz misma de la actividad socializadora.
- Este fenómeno mortal de insubordinación espiritual de las masas contra toda minoría eminente se manifiesta con tanta mayor exquisitez cuanto más nos alejamos de la zona política.
- Dondequiera asistimos al deprimente espectáculo de que los peores, que son los más, se revuelven frenéticamente contra los mejores.
- Hay en la historia una perenne sucesión alternada de dos clases de épocas: épocas de formación de aristocracias y con ellas de la sociedad, y épocas de decadencia de esas aristocracias, y con ella disolución de la sociedad.
- En vez de analizar previamente lo que es, las condiciones ineludibles de cada realidad, se procede desde luego a dictaminar sobre como deben ser las cosas. Éste ha sido el vicio característico de los <>, de los <> y más o menos, de todo espíritu llamado <> o <>. Se trata de una actitud mental sobremanera cómoda.
- Pero esta suplantación de lo real por lo abstractamente deseable es un síntoma de puerilidad.
- Por tanto, desde el punto de vista <<ético>> o <> no se puede construir el ideal de una sociedad. Ésta fue la aberración de los siglos XVIII y XIX. Con la moral y el derecho solos no se llega ni siquiera a asegurar que nuestra utopía social sea plenamente justa, no hablemos de otras calidades más perentorias aún que la justicia para una sociedad.
- Píndaro en su ilustre imperativo <>
- He aquí el mecanismo elemental creador de toda sociedad; la ejemplaridad de unos pocos se articula en la docilidad de otros muchos. El resultado es que el ejemplo cunde y que los inferiores se perfeccionan en el sentido de los mejores.
- El dato que mejor define la peculiaridad de una raza es el perfil de los modelos que elige, como nada revela mejor la radical condición de un hombre que los tipos femeninos de que es capaz de enamorarse. En la elección de la amada hacemos, sin saberlo, nuestra más verídica confesión.
- Lo primero que el historiador debiera hacer para definir el carácter de una nación o de una época es fijar la ecuación peculiar en que las relaciones de sus masas con las minorías selectas se desarrollan dentro de ella
- Hay razas que se han caracterizado por una abundancia casi monstruosa de personalidades ejemplares, tras las cuales sólo había una masa exigua, insuficiente e indócil. Este fue el caso de Grecia, y éste es el origen de su inestabilidad histórica.
- Genial como cultura, fue Grecia inconsistente como cuerpo social y como Estado. Un caso inverso es el que ofrecen Rusia y España, los dos extremos de la gran diagonal europea. Muy diferentes en otra porción de calidades, coinciden Rusia y España en ser las dos razas –pueblo-; esto es, en padecer una evidente y perdurable escasez de individuos eminentes.
- La personalidad autónoma, que adopta ante la vida una actitud individual y consciente, ha sido rarísima en nuestro país. Aquí lo ha hecho todo el <>, y lo que el <> no ha podido hacer se ha
- quedado sin hacer.
- Esto quiere decir que España posee una estructura específica idéntica a las de Francia, Inglaterra e Italia. Las cuatro naciones se forman por la conjunción de tres elementos, dos de los cuales son comunes a todas y sólo uno varía. Esos tres elementos son: la raza relativamente autóctona, el sedimento civilizatorio romano y la inmigración germánica.
- Siendo, pues, los germanos el ingrediente decisivo, también lo serán para los efectos de la diferenciación, con lo cual llego a un pensamiento que parecerá escandaloso, pero que me interesa dejar aquí someramente formulado, a saber: la diferencia entre Francia y España se deriva, no tanto de la diferencia entre galos e íberos como de la diferente calidad de los pueblos germánicos que invadieron ambos territorios. Va de Francia a España lo que va del franco al visigodo. Pues bien: en la creación de fórmas sociales el rasgo más característico de los germanos fue el feudalismo. Este dominio sobre la tierra, fundado precisamente en que no se labra, es el <>
- La rebelión sentimental de las masas, el odio a los mejores, la escasez de éstos, he ahí la razón verdadera del gran fracaso hispánico.
- Lejos de eso, la convivencia estatal, la unidad civil soberana radica en la voluntad histórica, y no en la fatalidad biológica, de convivir.
- El hombre inteligente ve constantemente a sus pies abierto e insondable el abismo de la estulticia. Por eso es inteligente: lo ve y retiene su pie cautelosamente

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