¿No será que la forma más segura de placer, es el placer de la ilusión? ¿Acaso hay alguien que necesite irrumpir en el desolado desván del cumplimiento?
Soy como los cigarros: para encenderme hay que chupar fuerte
Hay personas que tienen el corazón blando y el alma dura. Yo, por el contrario, tengo el alma blanda y el corazón áspero. Soy como un coco, que guarda su leche encerrada bajo varias capas lechosas. Para abrirlo hace falta un hacha ¿y qué es lo que te encuentras a menudo? Una especie de leche pasada.
Todo esto son ideas feas, y confío poco frecuentes en mi.
"El mayor sueño de la democracia consiste en elevar al proletariado hasta el nivel de estupidez de la burguesía" escribió Flaubert.
A veces el pasado es como un cerdo engrasado; a veces como un oso en su guarida; y a veces el simple vislumbre de un loro, un par de ojos guasones que te miran centelleantes desde el bosque.
Una vez dijo que para ser feliz había que cumplir tres requisitos previos -ser estúpido, ser egoísta, y gozar de buena salud- y que él no estaba seguro de cumplir más que el segundo. Él quería creer que la felicidad es imposible; esta creencia le proporcionaba cierto extraño consuelo.
La tristeza es un vicio.
El orgullo hace que anhelemos encontrar soluciones: soluciones, objetivos, causas finales; pero cuanto más se perfeccionan los telescopios, más estrellas aparecen.
lunes, 26 de marzo de 2012
lunes, 12 de marzo de 2012
Los hermanos Karamázov - Dostoyevski
En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. Evangelio de San Juan, XII, 24
Aquella vieja, que por lo visto no era mala, pero a quien la ociosidad había hecho insoportablemente tiránica.
El que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras llega a no distinguir ninguna verdad ni en su fuero interno ni a su alrededor, pues deja de respetarse a sí mismo y de respetar a los otros. (…) El que se engaña puede también sentirse ofendido antes que los demás. Pues ofenderse, a veces, es muy agradable ¿verdad? El hombre sabe que nadie le ha ofendido, que se ha forjado él mismo la ofensa y que ha mentido a fondo para darse tono. (Stárets Zosima)
Pues los hombres son creados para la felicidad, y quien es plenamente feliz tiene en verdad el derecho de decirse "he cumplido la voluntad de Dios en la tierra". (Stárets Zosima)
Experiencia del amor activo. Esfuércese por amar al prójimo de manera activa y sin cesar. A medida que avance en el amor, se irá convenciendo de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma. (…) (Stárets Zosima)
Si una cosa hay que podría enfriar inmediatamente mi amor activo por la humanidad no es otra que la ingratitud. En una palabra, puedo trabajar por una paga, exijo en seguida la paga, es decir, elogios, y que se me pague el amor con el amor. ¡de otro modo no soy capaz de amar a nadie! (…) (Mujer)
Sobre todo, evite la mentira, toda mentira, en particular la mentira consigo misma. Observe su mentira y no deje de mirarla cada hora, cada minuto. Evite también la repulsión hacia los demás y hacia sí misma: lo que en su interior le parezca malo, por el mero hecho de que lo vea usted en sí se purifica. Evite el miedo también, aunque el miedo nunca es más que la consecuencia de la mentira. No tema nunca su propia pusilanimidad en el logro del amor, ni siquiera tema demasiado los malos actos que en este sentido pueda cometer. Siento no poderle decir nada más alentador, pues el amor activo en comparación con el amor soñado es algo cruel y aterrador. El amor soñado anhela la proeza inmediata, que encuentra rápida satisfacción y quiere que todo el mundo la contemple. (Stárets Zosima)
Me decía que aún si perdiera la fe en la vida, en la mujer amada y en el orden de las cosas, aun si me convenciera de que todo es un caos maldito y, quizá, satánico, aunque me fulminaran todos los horrores de la desilusión humana, a pesar de todo, desearía vivir; ¡puestos los labios en esta copa ya no los quitaré hasta apurarla! (Ivan)
Sin duda algo, amar la vida antes que la lógica, como tú dices; sin duda alguna antes que la lógica, y sólo en este caso entenderé también el sentido de la vida. (Aliosha)
En el siglo XVIII hubo un viejo pecador que afirmaba: si no hubiera Dios, habría que inventarlo (Voltaire) (…) En cuanto a mí, hace tiempo que he decidido no pensar en si es el hombre quien ha creado a Dios o Dios al hombre (Ivan)
Nunca he podido comprender cómo es posible amar al prójimo. Es precisamente nuestro prójimo a quien es imposible amar; quizá podamos amar sólo a quienes están distantes. (…) La cuestión está en saber si esto depende de las malas cualidades de la gente os inherente a su naturaleza. A mi modo de ver, el amor de Cristo por el hombre es una especie de milagro imposible en la tierra. (Ivan)
No quiero hablar de los adultos porque aparte de ser repugnantes y no merecer amor, tienen, además, con qué desquitarse: han comido la manzana y han entrado en conocimiento del bien y del mal, y se han hecho semejantes a Dios. Y siguen comiéndola. En cambio los niños no han comido nada y no son culpables de nada. (…) Escúchame: me he referido sólo a los niños, para que resultara más evidente lo que decía. De las otras lágrimas humanas con que está empapada la tierra desde la corteza hasta su centro, no diré ni una palabra; adrede he reducido mi tema. Soy un gusano y confieso humildemente que no puedo comprender en lo más mínimo con qué objetivo están así las cosas ordenadas. Tenemos, pues, que los propios hombres son culpables: se les dio el paraíso, ellos quisieron la libertad y robaron el fuego de los cielos, sabiendo a ciencia cierta que serían desgraciados; por tanto, no son dignos de lástima. Pero, según mi lamentable entendimiento, terreno y euclidiano, lo único que sé es que el dolor existe y que no hay culpables, que una cosa se desprende de otra de manera directa y sencilla, que todo fluye y se equilibra, pero esto no es más que un absurdo euclidiano, yo lo sé y no puedo estar de acuerdo con vivir ateniéndome a él ¿Qué me importa a mí que no haya culpables y que yo lo sepa? Lo que necesito yo es que se castigue; de lo contrario, me destruiré a mí mismo. Y que el castigo se aplique no en el infinito, en algún tiempo y en algún lugar imprecisos, sino aquí, en la tierra, y que yo mismo lo vea. He tenido fe, quiero ver por mí mismo, y si cuando la hora llegue ya he muerto, que me resuciten, pues si todo ocurre sin mí, resultará demasiado ofensivo. No he sufrido yo para estercolar con mi ser, con mis maldades y sufrimientos, la futura armonía a alguien. (…)
Mientras me queda tiempo, procuro proteger mi posición y por esto renuncio por completo a la armonía suprema, que no vale las lágrimas ni de aquella sola niña atormentada que se daba golpes en el pecho con sus manitas, ¡y en su maloliente encierro rogaba al “Dios de los niños” con sus lágrimas imperdonables! Estas lágrimas no han sido expiadas. Han de serlo: de lo contrario, no puede haber armonía. Pero ¿cómo quieres expiarlas? ¿Acaso es posible? ¿Acaso por el castigo futuro? ¿Pero de qué me sirve el castigo, de qué me sirve el infierno para los verdugos, qué puede rectificar el infierno, cuando aquéllos han sido ya torturados? Y qué armonía puede haber si existe el infierno: lo que quiero yo es perdonar, abrazar, y no que se sufra más. Y si los sufrimientos de los niños han ido a completar la suma de sufrimientos necesaria para comprar la verdad, yo afirmo de antemano que la verdad entera no vale semejante precio ¡No quiero, en fin, que la madre abrace al verdugo que ha hecho despedazar a su hijo por los perros! ¡Que no se atreva a perdonarle! Si quiere, que perdone al torturador su infinito dolor de madre; pero no tiene ningún derecho a perdonar los sufrimientos de su hijo despedazado, ¡y que no se atreva a perdonar al verdugo, aunque la propia criatura se lo perdonara! Si es así, si las víctimas no se han de atrever a perdonar, ¿dónde está la armonía? ¿Hay en todo el mundo un ser que pueda y tenga derecho a perdonar? No quiero la armonía, no la quiero por amor a la humanidad. Prefiero quedarme con los sufrimientos sin castigar. Mejor es que me quede con mi dolor sin vengar y con mi indignación pendiente, aunque no tenga razón. Muy alto han puesto el precio a la armonía, no es para nuestro bolsillo pagar tanto por la entrada. Me apresuro, pues, a devolver mi billete de entrada. Y si soy un hombre honrado, tengo la obligación de devolverlo cuanto antes. Esto es lo que hago. No es que no admita a Dios, Aliosha; me limito a devolverle respetuosamente el billete.
- Esto es una rebelión –replicó Aliosha, en voz queda y bajando los ojos.
- ¿Una rebelión? (…) Háblame francamente, te invoco, responde: imagínate que tú mismo construyes el edificio del destino humano con el propósito último de hacer feliz al hombre, de proporcionarle, al fin, paz y sosiego; mas para lograrlo te es absolutamente necesario e inevitable torturar sólo a una pequeña criaturita (…) de modo que has de cimentar el edificio en esas lágrimas sin vengar; ¿estarías de acuerdo en ser el arquitecto, en esas condiciones? ¡Responde y no mientas!
- No, no estaría de acuerdo – contestó en voz baja Aliosha (…)
- ¿Y puedes tú admitir la idea de que la gente para la que construyes el edificio estuviera dispuesta a aceptar su felicidad a costa de la injustificada sangre de la criatura sacrificada y que, habiéndolo aceptado, viviera feliz por los siglos de los siglos?
- (…) has preguntado hace un momento: ¿existe en todo el mundo un ser que pueda perdonar y tenga derecho a hacerlo? Pues bien, este ser existe, y puede perdonarlo todo a todos y por todo, poque él mismo ha dado su sangre inocente por todos y por todo. Tú te has olvidado de Él, y es en Él, precisamente, en quien se sostiene el edificio.
El Gran Inquisidor
–¿Eres Tú, en efecto? Pero, sin esperar la respuesta prosigue –No hables, calla. ¿Qué podías decirme? Demasiado lo sé. No tienes derecho a añadir ni una sola palabra a lo que ya dijiste. ¿Porqué has venido a molestarnos?… Bien sabes que tu venida es inoportuna. Mas yo te aseguro que mañana mismo... No quiero saber si eres Él o sólo su apariencia; sea quien seas, mañana te condenaré; perecerás en la hoguera como el peor de los herejes. Verás cómo ese mismo pueblo que esta tarde te besaba los pies, se apresura, a una señal mía, a echar leña al fuego. Quizá nada de esto te sorprenda... (…)
En eso estriba el rasgo esencial del catolicismo romano, es como si dijeran: "lo has pasado todo al Papa; por tanto, ahora se encuentra todo en manos del Papa y es mejor que tú no vengas, no nos estorbes, por lo menos hasta la hora señalada" (…)
–El Espíritu terrible e inteligente – añade, tras una larga pausa –, el Espíritu de la negación y de la nada, te habló en el desierto, y la Escrituras atestiguan que te "tentó". No puede concebirse nada más profundo que lo que se te dijo e aquellas tres preguntas o, para emplear el lenguaje de la Escritura, en aquellas tres "tentaciones".No hay, te repito, un afán más vivo en el hombre que encontrar en quien delegar la libertad de que nace dotada tan miserable criatura. Sin embargo, para obtener la ofrenda de la libertad de los hombres, hay que darles la paz de la conciencia. El hombre se hubiera inclinado ante ti si le hubieras dado pan, porque el pan es una cosa incontestable; pero si, al mismo tiempo, otro se hubiera adueñado de la conciencia humana, el hombre hubiera dejado tu pan para seguirle. En eso, tenías razón; el secreto de la existencia humana consiste en la razón, en el motivo de la vida. Si el hombre no acierta a explicarse por qué debe vivir preferirá morir a continuar esta existencia sin objeto conocido, aunque disponga de una inmensa provisión de pan.
Hay sobre la tierra tres únicas fuerzas capaces de someter para siempre la conciencia de esos seres débiles e indómitos – haciéndoles felices – : el milagro, el misterio y la autoridad. Y tú no quisiste valerte de ninguna.
Cuando te dijeron, por mofa: "¡Baja de la cruz y creeremos en ti!", no bajaste. Entonces, tampoco quisiste someter al hombre con el milagro, porque lo que deseaba de él era una creencia libre, no violentada por el prestigio de lo maravilloso; un amor espontáneo, no los transportes serviles de un esclavo aterrorizado. En esta ocasión, como en todas, obraste inspirándote en una idea del hombre demasiado elevada: ¡es esclavo, aunque haya sido creado rebelde! Han pasado quince siglos: ve y juzga. ¿A quién has elevado hasta ti? El hombre, créeme, es más débil y más vil de lo que tú pensabas. (Gran Inquisidor)
El mundo ha proclamado la libertad, sobre todo en estos últimos tiempos, ¿y qué vemos en esta libertad suya? ¡Nada más que la esclavitud y el suicidio! El mundo dice: «Tienes necesidades; dales, pues, satisfacción, tienes los mismos derechos que las personas más nobles y ricas. No temas darles satisfacción, al contrario, hazlas aún mayores», tal es la doctrina actual en el mundo. En eso ven la libertad. ¿ Y qué resulta de este derecho a aumentar las necesidades? Por parte de los ricos, la soledad y el suicidio espiritual; por parte de los pobres, la envidia y el asesinato, pues el derecho de satisfacer las necesidades se lo han dado, mas sin indicarle todavía con qué medios. (Stárets Zosima)
Tú trabajas para todos, obras para el futuro. No busques nunca una recompensa, pues sin ella ya es grande la que tienes en esta tierra: la alegría espiritual que sólo el justo llega a alcanzar. (Stárets Zosima)
¿qué es el infierno? es el sufrimiento de no poder volver a amar jamás (Stárets Zosima)
En ciertos casos más honroso dejarse llevar por una pasión aunque poco razonable, inspirada por un gran amor, que resistirla a todo trance. Tanto más en la juventud, pues es de poco fiar y poco es lo que vale un joven que sea constantemente en exceso reflexivo.
¿se puede llamar creencia a lo que se impone por la fuerza? Además en el terreno de las creencias, las demostraciones, sobre todo las materiales, de nada sirven (Ivan)
Ah mon père (responde la pecadora). Ça lui fait tant de plaisir et à moi si peu de peine!
La sensación de la bajeza en la caída es tan necesaria a estas naturalezas violentas y desenfrenadas como la sensación de la más alta nobleza.
Júpiter te enfadas; esto quiere decir que no tienes razón.
Aquella vieja, que por lo visto no era mala, pero a quien la ociosidad había hecho insoportablemente tiránica.
El que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras llega a no distinguir ninguna verdad ni en su fuero interno ni a su alrededor, pues deja de respetarse a sí mismo y de respetar a los otros. (…) El que se engaña puede también sentirse ofendido antes que los demás. Pues ofenderse, a veces, es muy agradable ¿verdad? El hombre sabe que nadie le ha ofendido, que se ha forjado él mismo la ofensa y que ha mentido a fondo para darse tono. (Stárets Zosima)
Pues los hombres son creados para la felicidad, y quien es plenamente feliz tiene en verdad el derecho de decirse "he cumplido la voluntad de Dios en la tierra". (Stárets Zosima)
Experiencia del amor activo. Esfuércese por amar al prójimo de manera activa y sin cesar. A medida que avance en el amor, se irá convenciendo de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma. (…) (Stárets Zosima)
Si una cosa hay que podría enfriar inmediatamente mi amor activo por la humanidad no es otra que la ingratitud. En una palabra, puedo trabajar por una paga, exijo en seguida la paga, es decir, elogios, y que se me pague el amor con el amor. ¡de otro modo no soy capaz de amar a nadie! (…) (Mujer)
Sobre todo, evite la mentira, toda mentira, en particular la mentira consigo misma. Observe su mentira y no deje de mirarla cada hora, cada minuto. Evite también la repulsión hacia los demás y hacia sí misma: lo que en su interior le parezca malo, por el mero hecho de que lo vea usted en sí se purifica. Evite el miedo también, aunque el miedo nunca es más que la consecuencia de la mentira. No tema nunca su propia pusilanimidad en el logro del amor, ni siquiera tema demasiado los malos actos que en este sentido pueda cometer. Siento no poderle decir nada más alentador, pues el amor activo en comparación con el amor soñado es algo cruel y aterrador. El amor soñado anhela la proeza inmediata, que encuentra rápida satisfacción y quiere que todo el mundo la contemple. (Stárets Zosima)
Me decía que aún si perdiera la fe en la vida, en la mujer amada y en el orden de las cosas, aun si me convenciera de que todo es un caos maldito y, quizá, satánico, aunque me fulminaran todos los horrores de la desilusión humana, a pesar de todo, desearía vivir; ¡puestos los labios en esta copa ya no los quitaré hasta apurarla! (Ivan)
Sin duda algo, amar la vida antes que la lógica, como tú dices; sin duda alguna antes que la lógica, y sólo en este caso entenderé también el sentido de la vida. (Aliosha)
En el siglo XVIII hubo un viejo pecador que afirmaba: si no hubiera Dios, habría que inventarlo (Voltaire) (…) En cuanto a mí, hace tiempo que he decidido no pensar en si es el hombre quien ha creado a Dios o Dios al hombre (Ivan)
Nunca he podido comprender cómo es posible amar al prójimo. Es precisamente nuestro prójimo a quien es imposible amar; quizá podamos amar sólo a quienes están distantes. (…) La cuestión está en saber si esto depende de las malas cualidades de la gente os inherente a su naturaleza. A mi modo de ver, el amor de Cristo por el hombre es una especie de milagro imposible en la tierra. (Ivan)
No quiero hablar de los adultos porque aparte de ser repugnantes y no merecer amor, tienen, además, con qué desquitarse: han comido la manzana y han entrado en conocimiento del bien y del mal, y se han hecho semejantes a Dios. Y siguen comiéndola. En cambio los niños no han comido nada y no son culpables de nada. (…) Escúchame: me he referido sólo a los niños, para que resultara más evidente lo que decía. De las otras lágrimas humanas con que está empapada la tierra desde la corteza hasta su centro, no diré ni una palabra; adrede he reducido mi tema. Soy un gusano y confieso humildemente que no puedo comprender en lo más mínimo con qué objetivo están así las cosas ordenadas. Tenemos, pues, que los propios hombres son culpables: se les dio el paraíso, ellos quisieron la libertad y robaron el fuego de los cielos, sabiendo a ciencia cierta que serían desgraciados; por tanto, no son dignos de lástima. Pero, según mi lamentable entendimiento, terreno y euclidiano, lo único que sé es que el dolor existe y que no hay culpables, que una cosa se desprende de otra de manera directa y sencilla, que todo fluye y se equilibra, pero esto no es más que un absurdo euclidiano, yo lo sé y no puedo estar de acuerdo con vivir ateniéndome a él ¿Qué me importa a mí que no haya culpables y que yo lo sepa? Lo que necesito yo es que se castigue; de lo contrario, me destruiré a mí mismo. Y que el castigo se aplique no en el infinito, en algún tiempo y en algún lugar imprecisos, sino aquí, en la tierra, y que yo mismo lo vea. He tenido fe, quiero ver por mí mismo, y si cuando la hora llegue ya he muerto, que me resuciten, pues si todo ocurre sin mí, resultará demasiado ofensivo. No he sufrido yo para estercolar con mi ser, con mis maldades y sufrimientos, la futura armonía a alguien. (…)
Mientras me queda tiempo, procuro proteger mi posición y por esto renuncio por completo a la armonía suprema, que no vale las lágrimas ni de aquella sola niña atormentada que se daba golpes en el pecho con sus manitas, ¡y en su maloliente encierro rogaba al “Dios de los niños” con sus lágrimas imperdonables! Estas lágrimas no han sido expiadas. Han de serlo: de lo contrario, no puede haber armonía. Pero ¿cómo quieres expiarlas? ¿Acaso es posible? ¿Acaso por el castigo futuro? ¿Pero de qué me sirve el castigo, de qué me sirve el infierno para los verdugos, qué puede rectificar el infierno, cuando aquéllos han sido ya torturados? Y qué armonía puede haber si existe el infierno: lo que quiero yo es perdonar, abrazar, y no que se sufra más. Y si los sufrimientos de los niños han ido a completar la suma de sufrimientos necesaria para comprar la verdad, yo afirmo de antemano que la verdad entera no vale semejante precio ¡No quiero, en fin, que la madre abrace al verdugo que ha hecho despedazar a su hijo por los perros! ¡Que no se atreva a perdonarle! Si quiere, que perdone al torturador su infinito dolor de madre; pero no tiene ningún derecho a perdonar los sufrimientos de su hijo despedazado, ¡y que no se atreva a perdonar al verdugo, aunque la propia criatura se lo perdonara! Si es así, si las víctimas no se han de atrever a perdonar, ¿dónde está la armonía? ¿Hay en todo el mundo un ser que pueda y tenga derecho a perdonar? No quiero la armonía, no la quiero por amor a la humanidad. Prefiero quedarme con los sufrimientos sin castigar. Mejor es que me quede con mi dolor sin vengar y con mi indignación pendiente, aunque no tenga razón. Muy alto han puesto el precio a la armonía, no es para nuestro bolsillo pagar tanto por la entrada. Me apresuro, pues, a devolver mi billete de entrada. Y si soy un hombre honrado, tengo la obligación de devolverlo cuanto antes. Esto es lo que hago. No es que no admita a Dios, Aliosha; me limito a devolverle respetuosamente el billete.
- Esto es una rebelión –replicó Aliosha, en voz queda y bajando los ojos.
- ¿Una rebelión? (…) Háblame francamente, te invoco, responde: imagínate que tú mismo construyes el edificio del destino humano con el propósito último de hacer feliz al hombre, de proporcionarle, al fin, paz y sosiego; mas para lograrlo te es absolutamente necesario e inevitable torturar sólo a una pequeña criaturita (…) de modo que has de cimentar el edificio en esas lágrimas sin vengar; ¿estarías de acuerdo en ser el arquitecto, en esas condiciones? ¡Responde y no mientas!
- No, no estaría de acuerdo – contestó en voz baja Aliosha (…)
- ¿Y puedes tú admitir la idea de que la gente para la que construyes el edificio estuviera dispuesta a aceptar su felicidad a costa de la injustificada sangre de la criatura sacrificada y que, habiéndolo aceptado, viviera feliz por los siglos de los siglos?
- (…) has preguntado hace un momento: ¿existe en todo el mundo un ser que pueda perdonar y tenga derecho a hacerlo? Pues bien, este ser existe, y puede perdonarlo todo a todos y por todo, poque él mismo ha dado su sangre inocente por todos y por todo. Tú te has olvidado de Él, y es en Él, precisamente, en quien se sostiene el edificio.
El Gran Inquisidor
–¿Eres Tú, en efecto? Pero, sin esperar la respuesta prosigue –No hables, calla. ¿Qué podías decirme? Demasiado lo sé. No tienes derecho a añadir ni una sola palabra a lo que ya dijiste. ¿Porqué has venido a molestarnos?… Bien sabes que tu venida es inoportuna. Mas yo te aseguro que mañana mismo... No quiero saber si eres Él o sólo su apariencia; sea quien seas, mañana te condenaré; perecerás en la hoguera como el peor de los herejes. Verás cómo ese mismo pueblo que esta tarde te besaba los pies, se apresura, a una señal mía, a echar leña al fuego. Quizá nada de esto te sorprenda... (…)
En eso estriba el rasgo esencial del catolicismo romano, es como si dijeran: "lo has pasado todo al Papa; por tanto, ahora se encuentra todo en manos del Papa y es mejor que tú no vengas, no nos estorbes, por lo menos hasta la hora señalada" (…)
–El Espíritu terrible e inteligente – añade, tras una larga pausa –, el Espíritu de la negación y de la nada, te habló en el desierto, y la Escrituras atestiguan que te "tentó". No puede concebirse nada más profundo que lo que se te dijo e aquellas tres preguntas o, para emplear el lenguaje de la Escritura, en aquellas tres "tentaciones".No hay, te repito, un afán más vivo en el hombre que encontrar en quien delegar la libertad de que nace dotada tan miserable criatura. Sin embargo, para obtener la ofrenda de la libertad de los hombres, hay que darles la paz de la conciencia. El hombre se hubiera inclinado ante ti si le hubieras dado pan, porque el pan es una cosa incontestable; pero si, al mismo tiempo, otro se hubiera adueñado de la conciencia humana, el hombre hubiera dejado tu pan para seguirle. En eso, tenías razón; el secreto de la existencia humana consiste en la razón, en el motivo de la vida. Si el hombre no acierta a explicarse por qué debe vivir preferirá morir a continuar esta existencia sin objeto conocido, aunque disponga de una inmensa provisión de pan.
Hay sobre la tierra tres únicas fuerzas capaces de someter para siempre la conciencia de esos seres débiles e indómitos – haciéndoles felices – : el milagro, el misterio y la autoridad. Y tú no quisiste valerte de ninguna.
Cuando te dijeron, por mofa: "¡Baja de la cruz y creeremos en ti!", no bajaste. Entonces, tampoco quisiste someter al hombre con el milagro, porque lo que deseaba de él era una creencia libre, no violentada por el prestigio de lo maravilloso; un amor espontáneo, no los transportes serviles de un esclavo aterrorizado. En esta ocasión, como en todas, obraste inspirándote en una idea del hombre demasiado elevada: ¡es esclavo, aunque haya sido creado rebelde! Han pasado quince siglos: ve y juzga. ¿A quién has elevado hasta ti? El hombre, créeme, es más débil y más vil de lo que tú pensabas. (Gran Inquisidor)
El mundo ha proclamado la libertad, sobre todo en estos últimos tiempos, ¿y qué vemos en esta libertad suya? ¡Nada más que la esclavitud y el suicidio! El mundo dice: «Tienes necesidades; dales, pues, satisfacción, tienes los mismos derechos que las personas más nobles y ricas. No temas darles satisfacción, al contrario, hazlas aún mayores», tal es la doctrina actual en el mundo. En eso ven la libertad. ¿ Y qué resulta de este derecho a aumentar las necesidades? Por parte de los ricos, la soledad y el suicidio espiritual; por parte de los pobres, la envidia y el asesinato, pues el derecho de satisfacer las necesidades se lo han dado, mas sin indicarle todavía con qué medios. (Stárets Zosima)
Tú trabajas para todos, obras para el futuro. No busques nunca una recompensa, pues sin ella ya es grande la que tienes en esta tierra: la alegría espiritual que sólo el justo llega a alcanzar. (Stárets Zosima)
¿qué es el infierno? es el sufrimiento de no poder volver a amar jamás (Stárets Zosima)
En ciertos casos más honroso dejarse llevar por una pasión aunque poco razonable, inspirada por un gran amor, que resistirla a todo trance. Tanto más en la juventud, pues es de poco fiar y poco es lo que vale un joven que sea constantemente en exceso reflexivo.
¿se puede llamar creencia a lo que se impone por la fuerza? Además en el terreno de las creencias, las demostraciones, sobre todo las materiales, de nada sirven (Ivan)
Ah mon père (responde la pecadora). Ça lui fait tant de plaisir et à moi si peu de peine!
La sensación de la bajeza en la caída es tan necesaria a estas naturalezas violentas y desenfrenadas como la sensación de la más alta nobleza.
Júpiter te enfadas; esto quiere decir que no tienes razón.
domingo, 4 de diciembre de 2011
El sueño del celta - Mario Vargas Llosa
Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes. José Enrique Rodó - Motivos de Proteo
Roger Casement
Mi idea de la civilización se podría sintetizar diciendo que es la de una sociedad donde se respeta la propiedad privada y la libertad individual.
Una vez más se dijo que su vida había sido una contradicción permanente, una sucesión de confusiones y enredos truculentos, donde la verdad de sus intenciones y comportamientos quedaba siempre, por obra del azar o de su propia torpeza, oscurecida, distorsionada, trastrocada en mentira.
Ese muchacho es alguien fuera de lo común, sin duda. Por su inteligencia y por su entrega a una causa. Su cristianismo es el de esos cristianos que morían en los circos romanos devorados por fieras. Pero, también, el de los cruzados que reconquistaron Jerusalén matando a todos los impíos judíos y musulmanes que encontraron, incluidas mujeres y niños. El mismo celo ardiente, la misma glorificación de la sangre y la guerra. Te confieso Roger, que personas así, aunque sean ellas las que hacen la Historia, a mí me dan más miedo que admiración.
Roger Casement
Mi idea de la civilización se podría sintetizar diciendo que es la de una sociedad donde se respeta la propiedad privada y la libertad individual.
Una vez más se dijo que su vida había sido una contradicción permanente, una sucesión de confusiones y enredos truculentos, donde la verdad de sus intenciones y comportamientos quedaba siempre, por obra del azar o de su propia torpeza, oscurecida, distorsionada, trastrocada en mentira.
Ese muchacho es alguien fuera de lo común, sin duda. Por su inteligencia y por su entrega a una causa. Su cristianismo es el de esos cristianos que morían en los circos romanos devorados por fieras. Pero, también, el de los cruzados que reconquistaron Jerusalén matando a todos los impíos judíos y musulmanes que encontraron, incluidas mujeres y niños. El mismo celo ardiente, la misma glorificación de la sangre y la guerra. Te confieso Roger, que personas así, aunque sean ellas las que hacen la Historia, a mí me dan más miedo que admiración.
domingo, 13 de noviembre de 2011
1984 - George Orwell
La guerra es la paz
la libertad es la esclavitud
la ignorancia es la fuerza
Winston comprendía que ya estaba muerto. Le parecía que sólo ahora, en que empezaba a poder formular sus pensamientos, era cuando había dado el paso definitivo. Las consecuencias de cada acto van incluidas en el acto mismo.
El que controla el pasado controla también el futuro. El que controla el presente controla el pasado.
La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es la inconsencia.
Le sorprendió que en los momentos de crisis no estemos luchando nunca contra un enemigo externo, sino siempre contra nuestro propio cuerpo.
Cuando ella dijo que no podía venir, había sentido como si lo estafaran. Pero en aquel momento la multitud los aplastó el uno contra el otro y sus manos se unieron y ella le acarició los dedos de un modo que no despertaba su deseo, sino su afecto. Una honda ternura, que no había sentido hasta entonces por ella, se apoderó súbitamente de él.
En realidad no había escapatoria. E incluso el único plan posible, el suicidio no estaban dispuestos a llevarlo a efecto. Dejar pasar los días y las semanas, devanando un presente sin futuro, era lo insistivo, lo mismo que nuestros pulmones ejecutan el movimiento respiratorio siguiente mientras tienen aire disponible.
Confesar no es traicionar. No importa lo que digas o hagas, sino los sentimientos. Si pueden obligarme a dejarte de amar... ésa sería la verdadera traición. (...) Eso es verdad. No pueden penetrar en nuestra alma. Si podemos sentir que merece la pena seguir siendo humanos, aunque este no tenga ningún resultado positivo, los habremos derrotado.
Durante todo el tiempo de que se tiene noticia, probablemente desde fines del período neolítico, ha habido en el mundo tres clases de personas: los Altos, los Medianos y los Bajos. (...) Los fines de estos tres grupos son inconciliables. Los Altos quieren quedarse donde están. Los Medianos tratan de arrebatarles sus puestos a los Altos. La finalidad de los Bajos, cuando la tienen -porque su principal característica es hallarse aplastados por las exigencias de la vida cotidiana-, consiste en abolir las distinciones y crear una sociedad en que todos los hombres sean iguales.
La estructura general de la sociedad, en el vértie de la pirámide está el Gran Hermano. Éste es infalible y todopoderoso.
Esta peculiar trabazón de elementos opuestos -conocimiento con ignorancia, cinismo con fanatismo- es una de las características distintivas de la sociedad.
la libertad es la esclavitud
la ignorancia es la fuerza
Winston comprendía que ya estaba muerto. Le parecía que sólo ahora, en que empezaba a poder formular sus pensamientos, era cuando había dado el paso definitivo. Las consecuencias de cada acto van incluidas en el acto mismo.
El que controla el pasado controla también el futuro. El que controla el presente controla el pasado.
La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es la inconsencia.
Le sorprendió que en los momentos de crisis no estemos luchando nunca contra un enemigo externo, sino siempre contra nuestro propio cuerpo.
Cuando ella dijo que no podía venir, había sentido como si lo estafaran. Pero en aquel momento la multitud los aplastó el uno contra el otro y sus manos se unieron y ella le acarició los dedos de un modo que no despertaba su deseo, sino su afecto. Una honda ternura, que no había sentido hasta entonces por ella, se apoderó súbitamente de él.
En realidad no había escapatoria. E incluso el único plan posible, el suicidio no estaban dispuestos a llevarlo a efecto. Dejar pasar los días y las semanas, devanando un presente sin futuro, era lo insistivo, lo mismo que nuestros pulmones ejecutan el movimiento respiratorio siguiente mientras tienen aire disponible.
Confesar no es traicionar. No importa lo que digas o hagas, sino los sentimientos. Si pueden obligarme a dejarte de amar... ésa sería la verdadera traición. (...) Eso es verdad. No pueden penetrar en nuestra alma. Si podemos sentir que merece la pena seguir siendo humanos, aunque este no tenga ningún resultado positivo, los habremos derrotado.
Durante todo el tiempo de que se tiene noticia, probablemente desde fines del período neolítico, ha habido en el mundo tres clases de personas: los Altos, los Medianos y los Bajos. (...) Los fines de estos tres grupos son inconciliables. Los Altos quieren quedarse donde están. Los Medianos tratan de arrebatarles sus puestos a los Altos. La finalidad de los Bajos, cuando la tienen -porque su principal característica es hallarse aplastados por las exigencias de la vida cotidiana-, consiste en abolir las distinciones y crear una sociedad en que todos los hombres sean iguales.
La estructura general de la sociedad, en el vértie de la pirámide está el Gran Hermano. Éste es infalible y todopoderoso.
Esta peculiar trabazón de elementos opuestos -conocimiento con ignorancia, cinismo con fanatismo- es una de las características distintivas de la sociedad.
De la nariz al cielo - Luigi Pirandello
Algunas noches, incluso ha llegado a pensar que él, que hace la luz, hace también las sombras. Porque no se puede dar una cosa sin su contrario. Aquel que nace, muere. Y la sombra es como la muerte que sigue a un cuerpo que camina.
Aquí estaba: el deseo, al no poder la mano ávida, alargaba un suspiro. Y quién sabe cuántos y cuántos no venían aquí a pasear justo por eso, para no suspirar como él en ese momento: ¡Si fuera mío!
Porque el destino de las cosas que son de todos que no sea, en realidad, de nadie.
Tanto tú como yo tenemos a punto, hasta ahora, dentro de nosotros, el mecanismo del civismo, y dejamos que la basura de todas nuestras acciones, de todos nuestros pensamientos, de todos nuestros sentimientos se nos pose muy callada, a escondidas, en el fondo de la conciencia. Pero, haz que uno, al que se le haya averiado el mecanismo, se ponga a mirarte como te he mirado yo. No ya de broma, como lo he hecho yo, sino en serio, y te remueva sin que te lo esperes, desde el fondo de la conciencia, todo el poso de esa basura que llevas dentro, ¡y dime si no te asustas!
A veces el agua marina, en ciertas playas solitarias, tiene una limpidez tan tersa y transparente que, por mucho que se desee sumergirse en ella para obtener el placer más delicioso, se siente casi una sagrada condición a enturbiarla.
Aquí estaba: el deseo, al no poder la mano ávida, alargaba un suspiro. Y quién sabe cuántos y cuántos no venían aquí a pasear justo por eso, para no suspirar como él en ese momento: ¡Si fuera mío!
Porque el destino de las cosas que son de todos que no sea, en realidad, de nadie.
Tanto tú como yo tenemos a punto, hasta ahora, dentro de nosotros, el mecanismo del civismo, y dejamos que la basura de todas nuestras acciones, de todos nuestros pensamientos, de todos nuestros sentimientos se nos pose muy callada, a escondidas, en el fondo de la conciencia. Pero, haz que uno, al que se le haya averiado el mecanismo, se ponga a mirarte como te he mirado yo. No ya de broma, como lo he hecho yo, sino en serio, y te remueva sin que te lo esperes, desde el fondo de la conciencia, todo el poso de esa basura que llevas dentro, ¡y dime si no te asustas!
A veces el agua marina, en ciertas playas solitarias, tiene una limpidez tan tersa y transparente que, por mucho que se desee sumergirse en ella para obtener el placer más delicioso, se siente casi una sagrada condición a enturbiarla.
sábado, 10 de septiembre de 2011
Esencia y hermosura - María Zambrano
La vida no cabe ya dentro de la mezquindad del ánimo, de la estrechez del corazón, de la mirada que saca y saca cuenta, de la consideración utilitaria y egoísta de "lo mío para mí" y etc etc -que luego resulta ser lo menos egoísta, quiero decir que es contraria al verdadero amor de sí-
Toda moral, toda arquitectura ética nos propone un tipo ejemplar de vida, un hombre arquetípico. No es sino eso: exigencia que no se nos presenta de dejar de ser lo que somos para ser otra cosa.
La reconstrucción, la integración de un mundo estructurado; la vuelta a un universo que conexione al hombre sin disolverle ni encadenarle; el retorno a la fe, a una fe timonel de la inteligencia y no su prisión; el reconocimiento de la legitimidad del instinto, de la pasión, de lo irracional, ¿no podrían ser la base y la meta de las tareas de nuestros días?
Es la religión un basar la vida sobre hondos, oscuros cimientos irracionales, por profundos, superiores a toda razón; y el liberalismo, un afán de cimentarla en el claro discurso racional, única guía de actividad. Y tal fue el fuerte rechazarse mutuo, que bien claro puede hoy observarse el curioso suceso del área de difusión efectiva de la doctrina liberal. Sólo en los lugares donde la misma religión se hizo liberal, se humanizó, admitiendo la diversidad y autonomía del individuo, sólo allí arraigó fecundamente el liberalismo moral y político.
Tampoco el individuo, por fuerte que sea, puede existir aislado: necesita, para ser sentido, sentirse vinculado a algo, referirse a algo, llevar a alguien tras de sí. Es una figura -no un punto-, pero incompleta en su actualidad. (Por eso tal vez toda la vida sea un girar. Incompleto, sin base de sustentación en sí mismo, el individuo, como peón inestable, sólo moviéndose alrededor de un eje encuentra su equilibrio.)
... toda expresión requiere una cierta violencia. En rigor, la expresión nace en la queja, y la queja implica una cierta rebeldía, una independencia y una afirmación de existencia de quien se queja, que así se defiende y así se afirma. Puede ser ésta la razón de que el hombre haya alcanzado la más alta cima de expresión, mientras que la mujer, normalmente, apenas balbucea. La mujer no se queja, no se rebela, ni se revela, queda oculta detrás de los acontecimientos que la conmueven; detrás de ellos, sentada como en el fondo de su casa. El hombre en cambio, se queja, y en quejarse está su poder de expresión, su capacidad maravillosa de dar forma a lo que por él pasa.
De ahí nace el drama de toda existencia: de que en la vida humana lo que menos cuenta, en ocasiones, es la realidad, ya que es la posibilidad la que determina el vértigo, la que acude al señalado dándole ánimo, confortando su corazón, y como brisa alada sobre su frente, en los días de angustia, es ella también la que se muestra al que fía en su voluntad solamente para ser desarmado, para ser sumido en su vértigo.
...la envidia es infinita y se se posa sobre algo, lo hace de esa manera endemoniada, es decir sin reposo alguno. Porque, al fijarse, la envidia no hace sino tomar un punto de apoyo para apacentar su hambre. .... Y la envidia sólo se fija en la realidad para tomar nuevo brío, para acrecentar su hambre. Porque la envidia es el hambre de realidad, es la enfermedad de la realidad, y por eso es la enfermedad del español, tan realista.
Según Plantón-en el Protágoras- la sentencia "conócete a ti mismo" fue consagrada por los Siete Sabios a Apolo en Delfos, junto con la otra no menos célebre: "nada en demasía". Una ofrenda de la sabiduría remota, de la tradición del saber, de donde, de inmediato - Tales de Mileto- surge la filosofía con su pregunta. Una pregunta no dirigida ya a los dioses, sino a la mente humana. Una actitud nueva, esta de conocer todas las cosas y el ser de las cosas por cuenta del hombre en una soledad nueva.
... el corazón, que con su música rescata el crujir de las entrañas, que se resecan cuando no les llega ni una lágrima desde los ojos, que, fijos sólo para ver, ya no lloran; puro cristal, pura retina. Sólo para ver sirven los ojos, solamente para ver, se ha creído-se sigue creyendo. Y así, los ojos que no lloran se confunden.
Aquí reside lo trágico de la condición humana: que el hombre se conoce a sí mismo antes que pensando, actuando, haciendo; sabe después de haber actuado. Que, cuando hace algo, aquello que más responde a sus pasiones, a sus anhelos, lo hace sin saber qué está haciendo. (...) En el interior del hombre anida oscuramente la esperanza y aun, bajo ella, el anhelo. "Vivir es anhelar", ha dicho Ortega y Gasset. El anhelo es la primera manifestación de la vida humana.
El anhelo es un signo de vacío. El hombre podría definirse –una de tantas posibles definiciones– como el ser que alberga dentro de sí un vacío; el vacío sólo aparece en la vida humana. El anhelar es como la respiración del alma. Presupone un vacío que ha de llenarse; ese dentro que es la vida dondequiera que se muestre. En el ser humano este vacío es metafísico, podría decirse, puesto que nada lo calma. Un vacío activo, que es llamada y tensión. Sólo por el simple hecho de anhelar, el hombre se dispararía al hacer historia, es decir: a ir más allá de aquello que le rodea. Y aún más: a destruir lo que encuentra para sustituirlo por algo diferente, nuevo. Pues que el simple anhelar es por esencia destructor. Por ser algo abstracto, tiende a hacer el vacío allí donde encuentra un lleno, y también por su trascender, pues nada de lo que encuentra le satisface. Y esto ya nos avisa de una curiosa condición del ser humano. Y es su espontánea tendencia a la destrucción. El ser conservador es algo no espontáneo. Y así se explica el carácter coactivo, aplastante, de todo orden social y aun moral, en un principio. Aunque lo propiamente moral se constituye fuera de oda coacción, de toda imposición. En consecuencia sólo se vivirá moralmente cuando se haya vencido esta tendencia espontánea a la destrucción. Cuando el hombre haya salido de este modo de vida en que es espontáneamente destructor, vivirá del todo moralmente. No necesitará de un orden impuesto.
Y cada vez que se nace o renace, y aun en el ir naciendo de cada día, hay que aceptar esa herida en el ser, esta escisión entre el que mira, que puede identificarse con lo mirado –y así lo anhela–, y el otro: el que siente a oscuras y en silencio, entre la noche del sentido, donde ningún sentido lleva ningún mensaje. Y hay que aprender a soportarlo.
Vivir es un trabajo que parece en instantes imposible de cumplir; el trabajo de recorrer la larga procesión de los instantes, de oponer una resistencia al tiempo. Resistir al tiempo es la primera acción que requiere el estar vivo; luego, saber que el “aquí” es muy concreto, muy determinado, y no se le conoce. Si supiera dónde estoy exactamente, sabría lo que tengo que hacer. Pero las “circunstancias” no fuerzan sino al que ya ha elegido.
Basta amar de verdad a alguien para que sepamos de lo corruptible de nuestra condición. Porque el amor busca la identidad, la crea… y su imagen, la imagen inevitable, se hace por eso abstracta como un jeroglífico, como un signo sagrado o una cifra indescifrable; algo que entra más bien ya en el reino de lo numérico. ¿Qué hay como el número para albergar estas dos condiciones que lo amado tiene para el que ama: pureza y enigma?
Y si el amor va a ser compartido, vivido, hay que soportar la vida de lo que se ama… y si no, todo se hace más fácil, como lo fue al fin para don Quijote, para Dante, para todos los grandes estrategas de amor, que supieron ser esclavos siendo en verdad libres, es decir: ganar voluntad.
Claros del Bosque
Toda moral, toda arquitectura ética nos propone un tipo ejemplar de vida, un hombre arquetípico. No es sino eso: exigencia que no se nos presenta de dejar de ser lo que somos para ser otra cosa.
La reconstrucción, la integración de un mundo estructurado; la vuelta a un universo que conexione al hombre sin disolverle ni encadenarle; el retorno a la fe, a una fe timonel de la inteligencia y no su prisión; el reconocimiento de la legitimidad del instinto, de la pasión, de lo irracional, ¿no podrían ser la base y la meta de las tareas de nuestros días?
Es la religión un basar la vida sobre hondos, oscuros cimientos irracionales, por profundos, superiores a toda razón; y el liberalismo, un afán de cimentarla en el claro discurso racional, única guía de actividad. Y tal fue el fuerte rechazarse mutuo, que bien claro puede hoy observarse el curioso suceso del área de difusión efectiva de la doctrina liberal. Sólo en los lugares donde la misma religión se hizo liberal, se humanizó, admitiendo la diversidad y autonomía del individuo, sólo allí arraigó fecundamente el liberalismo moral y político.
Tampoco el individuo, por fuerte que sea, puede existir aislado: necesita, para ser sentido, sentirse vinculado a algo, referirse a algo, llevar a alguien tras de sí. Es una figura -no un punto-, pero incompleta en su actualidad. (Por eso tal vez toda la vida sea un girar. Incompleto, sin base de sustentación en sí mismo, el individuo, como peón inestable, sólo moviéndose alrededor de un eje encuentra su equilibrio.)
... toda expresión requiere una cierta violencia. En rigor, la expresión nace en la queja, y la queja implica una cierta rebeldía, una independencia y una afirmación de existencia de quien se queja, que así se defiende y así se afirma. Puede ser ésta la razón de que el hombre haya alcanzado la más alta cima de expresión, mientras que la mujer, normalmente, apenas balbucea. La mujer no se queja, no se rebela, ni se revela, queda oculta detrás de los acontecimientos que la conmueven; detrás de ellos, sentada como en el fondo de su casa. El hombre en cambio, se queja, y en quejarse está su poder de expresión, su capacidad maravillosa de dar forma a lo que por él pasa.
De ahí nace el drama de toda existencia: de que en la vida humana lo que menos cuenta, en ocasiones, es la realidad, ya que es la posibilidad la que determina el vértigo, la que acude al señalado dándole ánimo, confortando su corazón, y como brisa alada sobre su frente, en los días de angustia, es ella también la que se muestra al que fía en su voluntad solamente para ser desarmado, para ser sumido en su vértigo.
...la envidia es infinita y se se posa sobre algo, lo hace de esa manera endemoniada, es decir sin reposo alguno. Porque, al fijarse, la envidia no hace sino tomar un punto de apoyo para apacentar su hambre. .... Y la envidia sólo se fija en la realidad para tomar nuevo brío, para acrecentar su hambre. Porque la envidia es el hambre de realidad, es la enfermedad de la realidad, y por eso es la enfermedad del español, tan realista.
Según Plantón-en el Protágoras- la sentencia "conócete a ti mismo" fue consagrada por los Siete Sabios a Apolo en Delfos, junto con la otra no menos célebre: "nada en demasía". Una ofrenda de la sabiduría remota, de la tradición del saber, de donde, de inmediato - Tales de Mileto- surge la filosofía con su pregunta. Una pregunta no dirigida ya a los dioses, sino a la mente humana. Una actitud nueva, esta de conocer todas las cosas y el ser de las cosas por cuenta del hombre en una soledad nueva.
... el corazón, que con su música rescata el crujir de las entrañas, que se resecan cuando no les llega ni una lágrima desde los ojos, que, fijos sólo para ver, ya no lloran; puro cristal, pura retina. Sólo para ver sirven los ojos, solamente para ver, se ha creído-se sigue creyendo. Y así, los ojos que no lloran se confunden.
Aquí reside lo trágico de la condición humana: que el hombre se conoce a sí mismo antes que pensando, actuando, haciendo; sabe después de haber actuado. Que, cuando hace algo, aquello que más responde a sus pasiones, a sus anhelos, lo hace sin saber qué está haciendo. (...) En el interior del hombre anida oscuramente la esperanza y aun, bajo ella, el anhelo. "Vivir es anhelar", ha dicho Ortega y Gasset. El anhelo es la primera manifestación de la vida humana.
El anhelo es un signo de vacío. El hombre podría definirse –una de tantas posibles definiciones– como el ser que alberga dentro de sí un vacío; el vacío sólo aparece en la vida humana. El anhelar es como la respiración del alma. Presupone un vacío que ha de llenarse; ese dentro que es la vida dondequiera que se muestre. En el ser humano este vacío es metafísico, podría decirse, puesto que nada lo calma. Un vacío activo, que es llamada y tensión. Sólo por el simple hecho de anhelar, el hombre se dispararía al hacer historia, es decir: a ir más allá de aquello que le rodea. Y aún más: a destruir lo que encuentra para sustituirlo por algo diferente, nuevo. Pues que el simple anhelar es por esencia destructor. Por ser algo abstracto, tiende a hacer el vacío allí donde encuentra un lleno, y también por su trascender, pues nada de lo que encuentra le satisface. Y esto ya nos avisa de una curiosa condición del ser humano. Y es su espontánea tendencia a la destrucción. El ser conservador es algo no espontáneo. Y así se explica el carácter coactivo, aplastante, de todo orden social y aun moral, en un principio. Aunque lo propiamente moral se constituye fuera de oda coacción, de toda imposición. En consecuencia sólo se vivirá moralmente cuando se haya vencido esta tendencia espontánea a la destrucción. Cuando el hombre haya salido de este modo de vida en que es espontáneamente destructor, vivirá del todo moralmente. No necesitará de un orden impuesto.
Y cada vez que se nace o renace, y aun en el ir naciendo de cada día, hay que aceptar esa herida en el ser, esta escisión entre el que mira, que puede identificarse con lo mirado –y así lo anhela–, y el otro: el que siente a oscuras y en silencio, entre la noche del sentido, donde ningún sentido lleva ningún mensaje. Y hay que aprender a soportarlo.
Vivir es un trabajo que parece en instantes imposible de cumplir; el trabajo de recorrer la larga procesión de los instantes, de oponer una resistencia al tiempo. Resistir al tiempo es la primera acción que requiere el estar vivo; luego, saber que el “aquí” es muy concreto, muy determinado, y no se le conoce. Si supiera dónde estoy exactamente, sabría lo que tengo que hacer. Pero las “circunstancias” no fuerzan sino al que ya ha elegido.
Basta amar de verdad a alguien para que sepamos de lo corruptible de nuestra condición. Porque el amor busca la identidad, la crea… y su imagen, la imagen inevitable, se hace por eso abstracta como un jeroglífico, como un signo sagrado o una cifra indescifrable; algo que entra más bien ya en el reino de lo numérico. ¿Qué hay como el número para albergar estas dos condiciones que lo amado tiene para el que ama: pureza y enigma?
Y si el amor va a ser compartido, vivido, hay que soportar la vida de lo que se ama… y si no, todo se hace más fácil, como lo fue al fin para don Quijote, para Dante, para todos los grandes estrategas de amor, que supieron ser esclavos siendo en verdad libres, es decir: ganar voluntad.
Claros del Bosque
- Aparece la conciencia de todo y de sí mismo ante todo. El yo sí mismo se alza y pretende erigirse en ser y medida de todo lo que ve y de lo que así él mismo se oculta. Se muestra y se oculta el existente, él, por sí mismo; es su libertad que ejercita y afila como un arma contra todo lo que se le opone.
- Desde siempre el ser ha estado escondido y por ello, se ha preguntado el hombre a sí mismo acerca de él y ha preguntado. ¿Habría sido así acaso si él, el ser humano, no hubiera sentido en sí, dentro de sí un ser, el suyo escondido? Y aun si no se hubiese visto —un tanto ya desde afuera— como un ser escondido. Y así, el conocimiento que busca nace del anhelo de darse a conocer, que acompañará siempre a las formas más objetivamente logradas del conocimiento.
- Mas el vivir humanamente, parece ser que sea eso, que consista en eso, en un anhelar y apetecer apaciguados por instantes de plenitud en el olvido de sí mismo, que los reavivan luego, que los reencienden.
- Y mientras el ser que se ha recibido tiende a esconderse, un algo, alma habría que llamarlo, tiende a salir del interior del recinto.
- De condición alada y dada a partir, se conduce como una paloma. Vuelve siempre hasta que un día se va llevándose al ser donde estuvo alojada. y así se sigue ante este suceso a la espera de que vuelva o de que se haya posado en algún lugar de donde no tenga ya que partir, hecha al fin una con el ser que se llevó consigo, y que este irse haya sido para ella la vuelta definitiva al lugar de su origen hacia el que se andaba escapando tan tenazmente.
- El que despierta con ella, con esta su alma que no es propiedad suya antes de usar vista y oído, se despliega, al orientarse se abre sin salir de sí, deja la guarida del sueño y del no-ser: ser y vida unidamente se orientan hacia allí donde el alma les lleva. Renace.
- Centro también el corazón porque es lo único que de nuestro ser da sonido. Otros centros ha de haber, mas no suenan.
- Ya que el hombre padece por no haber asistido a su propia creación. Y a la creación de todo el universo conocido y desconocido. Su ansia de conocer no parece tener otra fuente que ese ansia de no haber asistido a la creación entera desde la luz primera, desde antes: desde las tinieblas no rasgadas.
- Se queda sordo y mudo en ocasiones, circunstancialmente, el corazón. Se sustrae encerrándose en impenetrable silencio o se va lejos. Deja entonces todo el lugar a las operaciones de la mente que se mueven así sin asistencia alguna, abandonadas a sí mismas. Y al menos entre nosotros, los occidentales, tan reacios al silencio, las percepciones se convierten en seguida en juicio dentro de una actitud imperativa; esa actitud que precede al contenido del juicio, a lo «juzgado».
- Casa de la vida y cauce, es difícil que el corazón encuentre su propia realidad, que se sienta a sí mismo en pureza y unidad. Lo que quiere decir, sin reflejarse, sin mirarse, fuera de sí, viéndose en algún espejo que le dé su imagen, sin ansia alguna tampoco de ser mirado por alguien que sea su igual, que le devuelva una imagen que anexionarse. Y sin buscar complemento ni anejo alguno; en soledad.
- Hay un género de soledad que comienza por ser no un aislamiento, sino un haberse desposeído de toda propiedad. Un quedarse a solas, más que por no tener compañía, por haberse extinguido ese sentir de lo propio, por haberse abolido la ley de la apropiación. Y con ella la colonización que obliga a salirse de sí mismo continuamente, a cuidar de lo otro sabiéndolo «otro», o en otro, para que le pertenezca.
- Pues que en lo humano ningún movimiento, aunque sea del corazón, aparece libre de intención, sino en instantes privilegiados. Y en la intención hay como una proposición de sí mismo, un proponerse ser algo o alguien. La falta de inocencia es aquí donde mayormente se hace sentir, en estos movimientos del ser, anteriores a toda moral.
- Ya que hay una íntima, indisoluble correlación entre inocencia y universalidad. Sólo el hombre dotado de un corazón inocente podría habitar el universo.
- En esta ofrenda del corazón, vaso, cáliz del dolor, se actualiza, se convierte en acto el padecer que se continúa, y que se arrastra durante tiempos indefinidos sin unidad, como una liana que se enreda en la razón sin dejarla libre: La razón en ejercicio se desembaraza de esta pasividad serpentina, de este gemir, y la voluntad acaba por lograr el ensordecimiento del corazón mismo, centro del oír en grado eminente. Esa sordera del corazón que, protegiéndolo, le traiciona
Suite francesa - Irène Némirovsky
Era un hombre estricto: sus escrúpulos religiosos le vedaban un sinfín de deseos y el temor por su reputación lo mantenía alejado de lugares inconvenientes.
...lo que más le gustaba eran sus ojos, de un azul franco, que le producían la misma sensación de frescura que su copa "Tus ojos me quitan la sed", murmuraba.
...el enfermero con todo el optimismo inherente a su profesión...
... de pronto una mancha oscura se deslizaba por el cielo cuajado de estrellas y las risas cesaban; todo el mundo permanecía atento. No era inquietud propiamente dicha, sino una extraña tristeza que tenía poco de humano, porque no comportaba ni valentía ni esperanza. Así es como los animales esperan la muerte. Así es como el pez atrapado en al red ve pasar una y otra vez la sombra del pescador.
En su interior, se mezclaban de un modo curioso la necesidad de proteger de la madre y la necesidad de protección de la mujer.
Felices o desgraciados, los acontecimientos extraordinarios no cambian el alma de un hombre, sino que la precisan, como un golpe de viento que se lleva las hojas muertas y deja al desnudo la forma de un árbol; sacan a la luz lo que permanecía en la oscuridad y empujan el espíritu en la dirección en que seguirá creciendo.
Era taciturno y estaba revestido de una triple armadura de pudor: masculino, campesino francés. Ella no sabía ni qué odiaba ni qué amaba, sólo que era capaz de amar y de odiar.
Los seres apasionados son simples; ella lo odia y ya está. Dichosos los que pueden amar y odiar sin disimulos, sin vacilaciones, sin matices.
... y con la perfidia que nunca abandona ni a la mejor de las mujeres...
lanzó una mirada como la que Chateaubriand atribuye a su padre diciendo "sus centelleantes pupilas parecían salir disparadas y atravesar a la gente como balas"
Los ojos de las dos mujeres se encontraron. Los de la costurera tenían una mirada astuta, vigilante e impertérrita; parecía una gata que tiene un pájaro entre las zarpas, y si alguien intenta quitárselo, levanta el hocico y maúlla con arrogancia, como diciendo "¡Que te has creído tú eso! ¿Quién lo ha cazado, tú o yo?"
Ese es el principal problema de nuestro tiempo, individuo o comunidad, porque la guerra es la obra común por excelencia.
¿Ha oído hablar de esos ciclones que se desatan en los mares del sur? Si he entendido bien mis lecturas, forman una especie de círculo cuyo borde consiste en una sucesión de tormentas, mientras que el centro permanece inmóvil, de tal modo de un pájaro o una mariposa que se encontrara en el ojo del huracán no sufriría ningún daño, ni siquiera se le arrugarían las alas, mientras a su alrededor se producen terribles estragos. ¡Mire esta casa! ¡Mírenos a nosotros tomando vino de Frontignan y comiendo bizcochos, y piense en lo que está ocurriendo en el mundo!
La buena educación sirve precisamente para corregir las reacciones instintivas de los seres humanos.
...lo que más le gustaba eran sus ojos, de un azul franco, que le producían la misma sensación de frescura que su copa "Tus ojos me quitan la sed", murmuraba.
...el enfermero con todo el optimismo inherente a su profesión...
... de pronto una mancha oscura se deslizaba por el cielo cuajado de estrellas y las risas cesaban; todo el mundo permanecía atento. No era inquietud propiamente dicha, sino una extraña tristeza que tenía poco de humano, porque no comportaba ni valentía ni esperanza. Así es como los animales esperan la muerte. Así es como el pez atrapado en al red ve pasar una y otra vez la sombra del pescador.
En su interior, se mezclaban de un modo curioso la necesidad de proteger de la madre y la necesidad de protección de la mujer.
Felices o desgraciados, los acontecimientos extraordinarios no cambian el alma de un hombre, sino que la precisan, como un golpe de viento que se lleva las hojas muertas y deja al desnudo la forma de un árbol; sacan a la luz lo que permanecía en la oscuridad y empujan el espíritu en la dirección en que seguirá creciendo.
Era taciturno y estaba revestido de una triple armadura de pudor: masculino, campesino francés. Ella no sabía ni qué odiaba ni qué amaba, sólo que era capaz de amar y de odiar.
Los seres apasionados son simples; ella lo odia y ya está. Dichosos los que pueden amar y odiar sin disimulos, sin vacilaciones, sin matices.
... y con la perfidia que nunca abandona ni a la mejor de las mujeres...
lanzó una mirada como la que Chateaubriand atribuye a su padre diciendo "sus centelleantes pupilas parecían salir disparadas y atravesar a la gente como balas"
Los ojos de las dos mujeres se encontraron. Los de la costurera tenían una mirada astuta, vigilante e impertérrita; parecía una gata que tiene un pájaro entre las zarpas, y si alguien intenta quitárselo, levanta el hocico y maúlla con arrogancia, como diciendo "¡Que te has creído tú eso! ¿Quién lo ha cazado, tú o yo?"
Ese es el principal problema de nuestro tiempo, individuo o comunidad, porque la guerra es la obra común por excelencia.
¿Ha oído hablar de esos ciclones que se desatan en los mares del sur? Si he entendido bien mis lecturas, forman una especie de círculo cuyo borde consiste en una sucesión de tormentas, mientras que el centro permanece inmóvil, de tal modo de un pájaro o una mariposa que se encontrara en el ojo del huracán no sufriría ningún daño, ni siquiera se le arrugarían las alas, mientras a su alrededor se producen terribles estragos. ¡Mire esta casa! ¡Mírenos a nosotros tomando vino de Frontignan y comiendo bizcochos, y piense en lo que está ocurriendo en el mundo!
La buena educación sirve precisamente para corregir las reacciones instintivas de los seres humanos.
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