jueves, 10 de julio de 2008

El mundo de ayer. Memorias de un europeo. STEFAN ZWEIG

  • Acojamos el tiempo tal y como él nos quiere. Shakespeare, Cimbelino
  • De modo que no guardo de mi pasado más que lo que llevo detrás de la frente
    Verlaine, rimbaud, mallarmé, Valery, baudelaire, rilke, Hofmannsthal, Walt Whitman, Proust, Roman rolland
  • Como muy bien dijo en cierta ocasión Freidrich Hebbel "cuando no nos falta el vino, nos falta la copa". Rara vez una misma generación ha tenido ambas cosas; cuando la moral concede libertad al hombre, entonces es el Estado quien lo coacciona; si el Estado le da libertad, es la moral la que intenta moldearlo.
  • Quizá ni siquiera se imaginan hasta qué punto los escalofríos de lo prohibido acrecientan misteriosamente el placer
  • Para mi el axioma de Emerson, según el cual los buenos libros sustituyen a la mejor universidad, no ha perdido vigencia. Por muy práctica, útil y provechosa que pueda ser la actividad académica para los talentos medianos, yo la encuentro superflua para los espíritus creadores, en los que puede incluso tener un efecto contraproducente
  • Pero en la época de asimilación, cuando resulta fácil entablar amistades y aún no se han solidificado las diferencias sociales y políticas, un hombre joven aprede más de aquellos que se afanan como él que de los que ya han superado esa etapa.
  • Rilke: cómo me cansa esa gente que escupe sus sentimientos como si fuera sangre. Por eso saboreo a los rusos como un licor que se toma sólo a pequeñas dosis.
  • Pero sólo en los primeros años de juventud identificamos el azar con el destino. Más adelante sabe uno que el verdadero rumbo de la vida está fijado desde dentro; por intrincado y absurdo que nos parezca nuestro camino y por más que se aleje de nuestros deseos, en definitiva siempre nos lleva a nuestra invisible meta.
  • Goethe "él ha aprendido, él puede enseñarnos"
  • No me interesaba en absoluto escribir una obra "pacifista", poner en verso una verdad tan de Perogrullo como que la paz es mejor que la guerra, sino que quería describir otro hecho: quien en tiempos de entusiasmo es menospreciado por débil y pusilánime, en el momento de la derrota suele demostrar ser el único que no sólo la soporte, sino que también la domina. Desde mi primera pieza, Tersites, nunca me había dejado de preocupar el problema de la superioridad anímica del vencido. Siempre me ha fascinado la idea de mostrar el endurecimiento interior que en el hombre provoca cualquier forma de poder y el entumecimiento del alma que la victoria produce en pueblos enteros, para luego contrastarlos con el poder de la derrota, que agita el alma e imprime en ella profundos y dolorosos surcos. En medio de la guerra, mientras los demás se demostraban mutuamente la infalible victoria con prematuros gritos de triunfo, yo me precipité al más profundo abismo de la catástrofe y allí busqué la ascensión.
  • Para el pueblo alemán el orden ha sido siempre más importante que la libertad y el derecho, y quien prometía orden (el propio Goethe dijo que prefería una injusticia a un desorden), desde el primer momento podía contar con centenares de miles de seguidores.
  • Shakespeare "so foul a sky clears without a storm" un cielo tan cargado no se despeja sin tormenta
  • Había estudiado demasiada historia, como para no saber que la gran masa siempre se inclina hacia el lado donde se halla el centro de gravedad en cada momento.
  • Cuando lo pienso con claridad, me doy cuenta que son manías absurdas, pero ¿cuándo la razón ha podido con los sentimientos? De nada me ha servido educar al corazón durante medio siglo para que latiera coom el de un citoyen du monde. No, el día en que perdí el pasaporte descubrí a los 58 años, que con la patria uno pierde alo más que un pedazo de tierra limitado por unas fronteras.
  • Sobre Freud. Siempre lo habían tachado de pesimista, decía porque negaba la supremacía de la cultura sobre los instintos, ahora se podía ver horriblemente confirmada, y en verdad no estaba nada orgulloso de ello, su opinión de que la barbarie, el elemental instinto de destrucción, era inextirpable del alma humana.
  • En parte era obstinación, el deseo de no seguir huyendo toda la vida, pues a pesar de todo, el destino me perseguiría allá donde fuera, pero en parte también era cansancio. Acojamos al tiempo tal como él nos quiere, me decía con Shakespeare. Si te quiere ¡no te resistas por más tiempo a tus casi sesenta años! Ya no te robará lo mejor que tienes, tu vida vivida hasta ahora. Así pues me quedé.

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